Capítulo 5

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"Mío" 
...
"Ginga es mío"
...

"Más. Mío" 

— ¿Lo entiendes Kyouya? Esta es mi promesa para ti... siempre volveré a ti .

—Mío —ronroneó.

~

Ahora, ambos sabían que tenían un lugar al cual pertenecer. Uno al lado del otro.

Juntos para descubrir lo que era querer y quizás amar a otra persona.
Juntos para avivar mutuamente sus espíritus Bey.
Juntos para hacerse mejores personas y Balders más fuertes.
Juntos para hacer su propio camino en el mundo.

.
.
.

—Entonces... ¿ya no estás molesto conmigo? —preguntó suavemente el pelirrojo, trazando figuras imaginarias sobre la fornida espalda ajena con sus dedos.

Kyouya soltó una risilla divertida y sarcástica. Rápidamente, Ginga pensó que mejor debió de haberse quedado callado.

El peliverde se separó un poco del abrazo, pero sin llegar a soltarse el uno al otro, y lentamente, se sentó en la cama.

Observó al pelirrojo, que lo miraba curioso, mientras deslizaba sus manos por los brazos ligeramente tonificados del más pequeño —puede que no —dijo vagamente, inclinándose a rozar sus narices y colocar un beso fugaz en su boca, junto con un suave tirón en su labio bajo —pero aun así, lo hecho, hecho está y ocupa un pequeño castigo.

— ¿Un cast~? ¡! —Ginga no tuvo tiempo de procesar las palabras de Kyouya, cuando esté lo jaló por los brazos para tumbarlo bocabajo en su regazo. La parte baja del pequeño vientre y la ingle de Ginga quedaron sobre las rodillas de Kyouya, sus pies entre las almohadas y su rostro chocó contra el suave edredón — ¿Qu-qué haces? ¡¿Kyouya?!

—Shhh, Ginga —le chistó, divertido, mientras deslizaba la mano izquierda sobre la espalda del pelirrojo —no vayas a despertar a los chicos. Están muy cansados ¿recuerdas? —tomó el borde de la playera salmón y la subió un poco, dejando parte de su piel al descubierto.

—Pe-pero ¿qué vas a...? ¡Kyouya, déjame ir! —reclamó, tratando de no elevar mucho la voz.

Kyouya soltó el primer manotazo en su trasero —dije silencio —se relamió, disfrutando enormemente con la sensación de la piel suave y firme que rebotó bajo su impacto.

Ginga soltó una exclamación, entre un grito y un jadeo, perdiendo el aliento. Su rostro se tornó rojizo. ¡No podía creer que Kyouya le estuviera dando nalgadas como a un niño mal portado! ¡Era ridículo!

—Kyouya —siseó, empuñando las manos.

Pero el joven león lo ignoró —hummm, veamos —sus ojos azules miraron el panorama a través de la ventana —Han pasado más de veinticuatro horas desde que te fuiste... ¿Quizá unas treinta? —reflexionó, detallando la luz solar de fuera.

—Ah... más o menos... puede ser —respondió, terriblemente confundido —espera ¿Eso qué importa? ¿Vas a soltarme o q~? ¡!

Ginga fue callado por el segundo manotazo de la palma izquierda del peliverde. Tuvo que morderse el labio inferior para no chillar.

—Entonces, serán treinta veces —decidió el oji-azul, pareciendo conforme con su decisión.

— ¿Treinta qué? ¡!

Otra palmada —tres... —susurró Kyouya.

— ¡¿Treinta n-nalgadas?! —entendió el pelirrojo, aunque le costó mucho decir la palabra.

Entre Colmillos de León y Cuernos de CarneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora