Capítulo 2

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A la mañana siguiente, cuando Kenta entró directamente en el sótano de Madoka para saludar a Ginga y decirle que estaba más que listo para su batalla ese día, lo último que esperaba encontrarse era a Kyouya, sentado en el sofá con el pelo suelto, una expresión de ira total y una carta apretada entre sus manos.

Cuando el oji-azul lo miró, Kenta tuvo la sensación de que debía rezar por su vida, sobreponiéndose a la de que algo malo pasaba. El mayor simplemente le arrojó la hoja de papel a los pies, levantándose para encontrar su liga y rehacerse la coleta.

Kenta recogió la hoja, temblando, y la leyó. El aliento se le escapó y corrió hacia las escaleras para encontrarse con Madoka y Benkei mientras gritaba — ¡Rápido, rápido, rápido! ¿Dónde está todo el mundo?

El pelimalva y la castaña lo miraron con gran extrañeza ante su entrada apresurada.

—Kenta —lo llamó la chica.

— ¿Qué te pasa? —terminó por preguntar Benkei.

El niño solo pudo estirarles la hoja — ¡Ginga... nos dejó... esta nota! —exclamó entre bocanadas de aire.

"Queridos amigos míos, gracias por todo, y... adiós"

—Es... una nota de despedida —dijo Madoka con voz herida, mientras Kyouya dudaba en reunirse con ellos o largarse de allí a descargar su rabia.

¡Ginga se le había escabullido de las manos!
¡Literalmente!

Oh... ¡Cuando lo encontrara...!

Primero que nada, si iba a encontrarlo, sus mejores opciones eran con el trío de escandalosos que estaban quejándose sobre porque Ginga se había ido sin avisar... y a dónde.

Bien... Kyouya creía saber a dónde, sus instintos de león no le fallarían con su presa más importante.

El joven león suspiró profundo. Iba a necesitar muuuucha paciencia.

—Muy bien, dejen de lloriquear y si en serio les preocupa vamos por él —declaró con su rudeza habitual.

— ¿A-a qué te refieres, Kyouya? —dijo Madoka con sorpresa.

Los ojos azules se dirigieron al más pequeño del grupo —Ginga te dijo ayer que nos valoraba mucho por permanecer con él a pesar de todo ¿no es cierto, Kenta? —el pequeño peliverde solo pudo asentir —bien... habrá que honrar esa confianza.

—Kyouya... Pe-pero ¿cómo vamos a encontrarlo? —dijo Benkei —¡Pudo haberse ido a cualquier parte del país!

El poderoso blayder no dudaba de lo que le decía su instinto — ¡Madoka!

— ¿S-sí? —atendió la mecánica, dando un saltito en su lugar.

— ¿Puedes encontrar la ruta más rápida a la aldea llamada Koma, a las faldas del monte Hagane?

La chica se dirigió automáticamente a su computadora e inició su búsqueda —déjame ver... pues no consigo una ruta directa pero hay un tren que nos llevara al monte Hagane en un par de horas desde la estación de aquí... ¿por qué?

Kyouya soltó un pequeño gruñido de contemplación —tomen una maleta y empaquen provisiones, lo necesario y más ligero posible —ordenó sin dar lugar a reclamos, dándose la vuelta para salir del local —iremos de excursión, los veo en la estación en media hora.

— ¡Ky-Kyouya, espérame! —como siempre, Benkei fue tras él.

—Kenta, no entiendo nada —le dijo la chica, al borde de la histeria.

Entre Colmillos de León y Cuernos de CarneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora