Tic tac toc tic tac toc
El reloj del salón movía el segundero como siempre, pero tenía la función de llenar el silencio sepulcral que había en el salón. En ese momento, yo tenía las piernas cruzadas y mi cuerpo estaba a la espera de Estrella.
Ella todavía le estaba planchando las camisas a Aurelio.
Sí, el adorado Señor Sanz era, en realidad, un rey poco trabajador en su reino. Sin embargo, lo que carecía de trabajador, le sobraba de exigente, ya que hacía que Estrellita le planchara unas diez camisas de su armario cuando tenía reunión, para solo para ponerse una al final. Cualquiera pensaría que era mejor elegir la camisa y luego plancharla, pero Aurelio era así, así de pedante y tirano.
—¿Cuántas te quedan? ¡Pareces una tortuga! Creí que me había casado con una mujer más hábil! — gritó por el pasillo el susodicho.
Mejor dicho, no te has casado con una mujer, sino que te has casado para tener una sirvienta.
Y mi pensamiento, desgraciadamente, era verdad: para Aurelio los demás éramos simples sirvientes a su alrededor, no personas.
— Ya voy mi amor, me queda la morada y la azul marina.— la cándida voz de Estrellita apareció.
Pobre mujer atada a un manipulador.
— ¡Pues date prisa! Al final, me pondré la azul marina. — Volvió a gritar, como siempre.
— Supuse que te pondrías la blanca, la primera que planché...— negué con mi cabeza, harto de mi progenitor. Ella no entendía que Aurelio siempre pediría lo más difícil...
— Supiste mal querida, ahora me gusta más la azul marina para el conjunto.
Y esto era el día a día. Aunque hoy no ha pasado de los gritos, y espero que siga así.
— Luis, — me llamó con su voz profunda y espeluznante, levanté la mirada y estaba apoyado en el marco de la puerta del salón - ¿conoces a Belinda Cruz?
— No mucho, aunque me suena ese nombre.
Claro que sabía que era la chica que me pasó el agua y que nos dejó a todos boquiabiertos al enfrentarse a Chlóe, pero preferí hacerme el desatendido. Con los años he aprendido que este señor puede usar cualquier cosa en tu contra o en contra de los demás.
— Es la niñita esa que te pasó el agua y tuvo la idea de hacerse la valiente delante de Chlóe. — Suspiró y se llevó una mano a las sienes. — Quiero que, como castigo, durante un mes sea la encargada de atenderte y llevarte el equipaje. Así, aprenderá a ser menos insolente y abrir menos la boca ante quien es superior a ella... — dejó de mirar a la nada y me miró a mí — y sirve de ejemplo para los demás.
Tragué saliva, su mirada como su tono de voz estaban repletas de oscuridad, demasiada oscuridad. Y continuó con su discurso de dictador:
— A ver, me da pena la hija del deficiente de Francisco, pero lo que tiene de bonita se lo quita su lengua larga.
—Padre...— intervine con cuidado, pero con la molestia o incluso el enfado fraguándose en mi interior — No entiendo por qué hay que castigarla, ¿no sería mejor hablar con ella? — Me parecía injusto que porque alguien te trate mal te tengas que callar...
Tú te callas delante de Aurelio, no seas hipócrita.
—Ya he hablado con ella, pero solo asiente y vuelve a hacerlo. Ya lleva unas cuantas veces hablando mal a las chicas y ahora a Chlóe, por eso hay que tomar medidas contra esa "lengua larga". — Aurelio sacó a relucir esa sonrisa ladina y orgullosa — Luego me lo agradecerá porque estará educada para el futuro y cuando tenga un marido sepa callarse ante él. — Su mirada se perdía en la nada, como si no hablara conmigo, pero su cinismo era palpable en sus palabras.
Era un déspota y un opresor que solo creía que debía mandar sobre los demás.
"¿Qué sepa callarse?"
Sí, claro, ella solo es un trozo de carne que debe atender y obedecer a personas como tú.
—¿Entendido?
—Pero... padre dele otra oportunidad...
—He dicho que "en-ten-di-do" – dijo lentamente ahora con sus ojos llenos de autoridad sobre mí. — O, mejor si se lo digo a Fuertes...
—No, no, lo hago yo.— Me ofrecí rápidamente. Tenía cierta curiosidad por conocer a quién le plantó cara a Chlóe, y también podía ayudarla porque Marco Antonio Fuertes es un coqueto-rompecorazones empedernido que solo buscaba tener aventuras amorosas con cualquier chica del Santa Clara y con Belinda Cruz podrían salirse las cosas de control.
—Muy bien, hijo. — palmeó mi hombro, y se levantó del sillón — ¡Estrella, quiero la camisa azul marino ahora mismo! – volvió a gritar con autoridad.
Bufé en el momento en el que se fue de la estancia, restregué mi mano por toda mi cara y pensé en cómo haría para que esa chica no lo pasara tan mal en el castigo. Sinceramente, nos ha dejado a todos asombrados con su reacción y todos se preguntaban quién era.
Tras unos minutos rememorando el grandioso momento en el que Belinda Cruz le puso los puntos sobre las íes a Chlóe, escuché unos pasos ligeros.
— Luis, voy a casa de una amiga, si quieres te vienes conmigo o te quedas. — Una cansada, pero entusiasta Estrella llegó para decirme aquello.
Puedo quedar con Máx para jugar un poco...
— Aunque debo llevar una cosa grande y te agradecería que me acompañaras para llevarla, por favor. — Me pidió con una tierna sonrisa.
Asentí y ella me lo agradeció con su mirada.
— ¿Está muy lejos la casa de tu amiga? Creo que voy a quedar con Máx.
—Está por la 12 de mayo, pero si quieres irte con Máximo, mañana lo llevo yo.
—No, no te preocupes. Puedo ayudarte y tengo toooooda la tarde para estar con él.
—Oh bueno, gracias Luisito. — Me volvió a sonreír agradablemente y se fue.
Saqué mi teléfono y llamé a Máx para quedar dentro de una hora. Aunque solo una vez fui a la barrida 12 de mayo de pasada, sabía que estaba un poco lejos y más llevando algo pesado, sabiendo cómo es Estrella, solo me ha hecho esta petición porque el objeto es pesado.
— Hola niño de mis ojos...— rodeé los ojos ante la contestación de Máx.
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—Sí que pesa eh.— Le declaré a mi acompañante por tercera vez al llegar a la zona de la 12 de mayo.Las ropas de colores colgaban de muchos tendederos, imágenes religiosas en cada puerta, y las casas eran marrones y humildes.
—Es un regalo. — Me confesó escuetamente y al mirarla me fijé que seguía mirando al frente y las manos apretando su pequeño bolso marrón oscuro. — No te preocupes, una calle más y llegamos.
No le respondí porque se notaba que estaba nerviosa, y yo por mi parte quería llegar ya al destino para soltar este "regalo". En unos segundos, comenzó a ralentizar sus pasos hasta pararse en una puerta marrón con el número 17. Una cortina de colores oscuros decoraba la entrada y tenía un buzón en forma de casita, era gracioso y sonreí sin querer.
—Llegamos, — suspiró – muchas gracias Luisito por ayudarme y acompañarme. — Me miró y me sonrió de nuevo, parecía que era feliz y yo lo era por ella. Retiró un poco la cortina y tocó el pequeño timbre amarillo y esperamos a que abriesen.
La puerta se entornó y la cortina se posicionó a un lado.
Unos ojos marrones se abrieron con sorpresa y mis latidos resonaron dentro de mí.
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No fui Capitán
Teen Fiction~No fui capitán,no fui ganador, sólo un extraño. No, no me adapté; No quise ser la sombra de un monstruo vulgar...~ [Basada en la canción 'Capitán' de Miss Caffeina]