0,9 (III)

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Mientras esos ojos marrones apenas pestañeaban, yo quería besar al destino, la casualidad o a cualquier cosa que hizo que estuviéramos frente a frente.

Era ella, la chica que tuvo el valorar de plantarle cara a Chlóe.

— Buenas tardes, Beli. — la voz de Estrellita nos sacó de la confusión que navegaba entre nosotros.

— Bue-buenas tardes, Estrella. Si quieres puedo llamar a mi madre que está en la cocina. — se le notaba un poco nerviosa y con las mejillas algo sonrojadas. Estrella asintió y ella salió corriendo. 

— ¿La conoces? — susurró Estrella a mi lado algo confundida.

— Hemos coincidido en la escuela.— respondí escuetamente. 

Por ahora el tema de Belinda Cruz solo me lo guardaría para mí mismo y no lo compartiría con nadie.

— Buenas tardes, Estrella. — Apareció una mujer bien parecida a Belinda, pero con unos años como los de Estrella, frente a nosotros con una sonrisa. Sus ojos alegres repararon en mí, que me encontraba tras la caja. — Tú debes de ser Luis, - su calidez me hizo esbozar una sonrisa y asentir. — me han hablado muy bien de ti, jovencito. Soy Magdalena, encantada. — Su espíritu alegre y cercano me hicieron sentir cómodo ante la amiga de mi madrastra.

— Igualmente.

— ¡Buenas tardes, Magdalena! Perdona por venir sin avisar, pero quería darte una sorpresa.— apuntó a la caja que llevaba entre los brazos.

"Magdalena" abrió los ojos con asombro y agradeció a Estrella profundamente por el regalo, insistiendo que no hacía falta el detalle. Mis ojos dejaron de detallar su reacción para buscar a Belinda, pero no la encontré a pesar del largo pasillo que se podía ver.

La madre de la susodicha tomó la caja con una fuerza digna de admirar y nos invitó a pasar a su hogar. Pero antes de que pudiéramos responder, apareció Belinda, que le expresó a su madre que tenía que irse con una tal Martina. Su madre asintió y Belinda se despidió de nosotros, aunque de manera retraída y sin apenas levantar la vista del suelo.

Era mi oportunidad de hablar con ella.

— Le agradezco la invitación, pero lo siento. He quedado con un amigo y debo irme, señora Magdalena.

— Nada de señora, no soy tan vieja. Dime Magdalena, y no te preocupes. — Me guiñó un ojo de forma divertida.

Estrella me dio vía libre para irme, por lo que me despedí de ellas con dos besos a cada una. Miré por última vez a Magdalena y llegué a la conclusión de que me parecía una mujer muy simpática, verdadera y transparente.

Al salir de la calle, sorprendentemente vi cómo Belinda andaba todavía al final de la calle que estaba a mi derecha, ahora con un paso mucho más tranquilo. Su cabello castaño se movía con parsimonia y sus pasos eran lentos, como si caminara meditabunda.

Aceleré el paso hasta correr y en cuestión de segundos estaba a cuatro pasos de su localización. Ella se giró con la mirada extrañada y curiosa, y al verme elevó las cejas y los párpados.

— Tú eres Belinda Cruz, ¿no?

— Sí.— Su respuesta seca me incomodó. Tras unos segundos andando con ella en silencio, se giró hacia mí. — ¿Deseas algo? Si es por lo de esta mañana con Chlóe, siento decirte que no me voy a disculpar con ella. — Dijo molesta y me miró de soslayo.

— No esperaba que lo hicieras.

— ¿Qué? Pensaba que defenderías a tu amiga, tu padre habló conmigo hoy...— a pesar de su sorpresa inicial, miró hacia otro lado. Apreté los puños recordando las palabras de Aurelio sobre castigarla.

No fui CapitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora