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Era un día como cualquiera, nublado pero con tenues rayos de sol apuntando hacia las preciadas plantas del muchacho que permanecía en cuclillas, regando éstas con paciencia.

Con mucha emoción veía los brotes de las que empezaban a germinar, era un nuevo tipo de rosa, un híbrido que él había logrado obtener luego de infinidad de intentos fallidos. Sus coloridos pétalos estaban llenos de vida pero no perdía ese toque de delicadeza. Le recordaba a alguien igual de brillante y hermoso. Su sonrisa geométrica se expandió. Sería una sorpresa.

Aún cuando debía esperar a que su creación se desarrollara por mucho tiempo, aún si estaba impaciente por ver el resultado final, él lo haría, esperaría lo que fuera necesario para poder agradecerle por las cosas que hacía por él, ignorando el hecho de que el azabache no tuviera ni idea de la clase de persona que era. Sólo eso, como agradecimiento, nada más. O..eso creía, pues le restaba importancia a los sentimientos que empezaban a germinar en su corazón cada vez que el pequeño de ojos brillantes le sonreía.

En todo este tiempo Taehyung pudo compararlo como una flor, amable con quien sea y por si fuera poco, muy hermoso. Le gustaba...le gustaba mucho, pero al igual que sus plantaciones, tenía miedo de que pudiera marchitarse. Cuanto daría él por quitarse esa máscara y vivir sin miedos, vivir sin ataduras...vivir en sí.

Esa semana no lo había visto, quizás no pudo ir, quizás no tuvo ganas, quizás su resfriado o su madre se lo impidió, no lo sabía pero, de lo que si estaba seguro era de que anhelaba poder escuchar esa voz un tanto chillona llamarlo y molestarlo con estupideces, anhelaba sentir esa calidez que en mucho tiempo no había experimentado.

Relamió sus labios y su profunda y melodiosa voz tomó protagonismo, opacando el sonido de monótona tarde. Una canción nueva pudo interpretar, esa que hace unos cuantos días su amigo le enseñó.

○○○

-JungKook, no debes salir, estás enfermo -advirtió el mejor amigo del nombrado, empujándolo de vuelta a la cama, impidiendo así su huida.

El azabache permanecía obstinado, sordo a cualquier orden, ya sea de su madre o de su hyung, pues su deseo de ver a cierto muchacho de cabello carmesí podía más que sus propias ganas de cuidarse a sí mismo.

-YoonGi hyung, han sido ya dos semanas desde que no lo he visto...-dijo en un hilo de voz, mostrando un puchero.

El contrario acarició su cabello, quitándolo de su frente hirviendo debido a la fiebre. Su respiración se mantenía irregular, indicando que aquel malestar que lo estuvo atormentando desde hace algún tiempo en su infancia había vuelto.

-No es no, Kook. Sólo mírate, ni siquiera puedes caminar sin tambalear por ahí. Tomaste tus medicamentos?

-Para qué? Esto siempre vuelve luego de algún tiempo, es en vano...

-Te ayuda a controlarlo un poco. No seas terco, mocoso.

Entre quejas y un llanto a medio salir, el pelinegro se quedó en cama una vez más, con esa presión en el pecho que dolía al pensar que su misterioso amigo lo estaría esperando, que quizás él estaría mal por su abandono, decepcionado o triste como su solitaria existencia misma, pero más certero era un sentimiento extraño, ese mismo que le aseguraba felicidad una vez estuviera cerca del dueño del castillo.

YoonGi en cambio tenía miedo, uno muy profundo de perder a ese niño inquieto que ahora miraba la ventana con nada más que lágrimas brillando en sus orbes, ya no alegría ni esperanza, ya no. Cada vez que recaía lo hacía más fuertemente.

Lonely Garden ➵ VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora