Lluvia.

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Cuando cada hoguera a sido apagada. Cuando cada concierto cesa con aplausos para luego silencio. Te das cuenta que al final de cada gloria, hay otra derrota.

Escucho la suave lluvia arremendarse contra mi ventana, gotas caen y resuenan en el cristal.

Entre cada pensamiento me acerco a esta. Abró la ventana lo suficiente para que poder asomar (No quisiera mojar el suelo de madera en el interior de mi casa). Apoyo mis cicatrizados antebrazos sobre el borde, mientras el agua hace que su dolor se pierda en el frío de una lluvia nocturna.

No puedo evitar no… sentirme triste. Ver la lluvia me entristece. Es como ver cada sueño, meta o seres queridos caer y adherirse a mi tenue piel, en busca de calor vivo. Y antes de que pueda terminar de pensar, la lluvia pasa a ser una tormenta, con un trueno tan… esplendoroso como el rugir de un león. Potente, cargado de gloriosedad, algo que infunde miedo y paz, todo en un sonido que hace que mis cristales resuenen al par de aquel escandaloso sonido.

La lluvia, cesa cada hoguera. La lluvia, es aquella orquesta que hace que cada pensamiento tenga una melodía, y sentir que alguien si interpreta lo que peinsas, incluso mejor que tú mismo. No te sientes sólo, sientes seguridad y aquel abrazo frío que calma el fuego dentro de ti que hierve tu sangre y no hay forma física de bajar aquella presión de vapor dentro de ti. No hay forma.

Pero, como cada cosa, la lluvia tarde o temprano cesará y tendré que decirle adiós a mi mejor acompañante, a mi fríamente cálida pareja… a mi amor inalcanzable, que cuando la veo, lloro por no ser tan libre como una gota arremendandoze con fuerza hacia mi ventana.

Contemplado la lluvia nocturna, no decido acobardarme a nada.

Regresando a mi cuarto, cierro la botella de vino agria, la dejó reposar en el estante de la sala. Cuando regresó a mi habitación, llevo conmigo toallas de papel (No quiero dejar todo echo un desastre, no está noche al menos). Sobre mi escritorio, limpio la sangre seca, y la que aún está fresca y tibia. Vaya desastre… no tuve más elecciones que secar lo que pude (ni siquiera me moleste por tirar aquel rollo entero de papel manchado a la basura) y abro la ventana. Miro nuevamente, la lluvia aún sigue conmigo.

Esta noche, con esta lluvia nocturna y mi piel al rojo color vino. Me convierto en una gota más, me vuelvo parte de mi amor… para así seguirla por cada tormenta hasta el final.

Narraciones Varias de una Mente Perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora