Luego de ver el video, cortesía de Matias, la anciana guarda silencio, nosotros hacemos lo mismo viéndonos nuestras caras. Los ojos y las cabezas se mueven de un lado a otro hasta que la anciana levanta la mirada y me observa con detenimiento.
—Chica deberías tener cuidado. No sabemos lo malintencionada que puede ser la gente ni las cosas que pueden llegar a hacer con tal de dañar.
—No te preocupes me cuidaré —Eso puedes asegurarlo.
Silencio.
—Señora ese bosque se puede visitar —me mira.
— Claro, solo necesitas el permiso de una persona autorizada.
—¿Por qué? —Suelto
—No cualquiera puede visitarlo, ese lugar las pocas veces que fui me dio una sensación negativa, mucha gente murió ahí por la masacre, según dicen; un hombre los mató a todos usando ácido. Tuvo el tiempo para desfigurarlos. La escena de ese día era espeluznante. Es un pasado oscuro que este hermoso pueblo posee, son pocos los que lo vivieron en carne viva. Y con vivir no quiero decir que estuvieron presentes si no que vivieron la época.
—¿Queda algo en ese lugar que valga la pena? —Pregunta David
—No lo sabemos, tal vez ustedes encuentren algo —responde la anciana.
—Vamos por ese permiso —Dice Matias.
—No es tan fácil. El gobernador de este pueblo no soltará un permiso a 5 jóvenes que solo quieren saciar la curiosidad.
—Pues mi...
— Disculpen no quiero ser maleducada, pero si no tienen nada más para decir pueden irse —Maggie interrumpe—. Está por empezar mi otro programa. Me alegra contar estas historias a jóvenes como ustedes.
—Disculpa. Una pregunta más —David vuelve a ver a Abbie —¿Por qué la llamas Naranjita?
La anciana sonríe.
–Porque de niña amaba las naranjas, siempre venía aquí a pedirme naranjas o si no la veías en los arboles tratando de comer una.
—Muchas gracias señora, que disfrute su programa.
Nos despedimos. Al ir caminando los veo y pienso que ellos serán el equipo que me ayudarán a publicar una gran historia.
Matias Salazar se nota emocionado y con ganas de entrar a lugares que guardan quién sabe qué secretos. Al principio no parecía con ganas de acompañarme en mi travesía pero ahora su semblante era muy diferente. La adrenalina recorre sus venas.
Abbie Cipriani, por lógica, conocía más sobre Heblem; ella nació aquí y lo conoce de pies a cabeza. Solo se limita a buscar la mejor manera de que mi proyecto no sea un fracaso. Recuerdo cuando llegué a su biblioteca.
—Hola Soy Clarissa Marín, busque por internet... ¿Por qué me miras así?
—¿Eres la del sótano de Clari?
—Sí.
—¡No lo puedo creer! Soy una gran fan. Creo que soy la única en todo este pueblo. Un gusto conocerla.
¿Quién iba a pensarlo? Luego nos dio un pequeño tour por la ciudad. Me comentó que siempre esperó por alguien que se interesa en este pueblo y que llegara al fondo del asunto ya que los ciudadanos no desean entrometerse en cosas que no conocen. Gracias a ella me enteré que mis videos no tenían la misma fama que en mi ciudad y alrededores.
David Carter desea hacer las mejores tomas fílmicas, le he dicho muchas veces que no estamos grabando la próxima taquillera de Hollywood, lo nuestro va más al lado de los documentales. Cuando le digo eso me dice que no importa, los documentales también gozan de buenas tomas, aunque de otro tipo. Sus videos son buenos deberían checarlos.
Su hermana Alexandra Carter es muy callada, solo sé que apoya a su hermano escribiendo los guiones de sus cortos. Diría que ella es la mente detrás de la majestuosidad de sus proyectos. Tiene una linda relación con Matias.
—Muy bien, ustedes no se preocupen yo conseguiré el permiso para entrar a ese bosque. Clari vamos a ver esa muñeca. —dice Abbie.—Espera solo un momento, ¿Qué más escondes Cipriani? —David preguntó.
— ¿De que hablas energúmeno?
—Hiciste que Clarissa fuera a ese sin saber el pequeño detalle que tu hermano estuvo ahí y murió una semana después.
—Es cierto Abbie. —Apoye a David.
—Lo siento Clarissa pero si te lo decía no ibas a ir a ese lugar ni loca.
—Subestimas a Clari si le hubieras dicho más rápido hubiera ido —Responde Mati.
—¿Exactamente que hizo tu hermano?
—No lo sé nunca me lo contó pero les juro que no hay nada más. Lo siento mucho.
Abbie siempre camina adelante, su liderazgo corre por sus venas, lo lindo de que Abbie siempre camine al frente son sus lindas y perfectas nalgas que se dibujan en los vestidos coloridos que usa. La mirada de los chicos confirma que lo disfrutan. Antes de que pienses que soy lesbiana debo decirte que no, no lo soy; unas buenas nalgas merecen ser elogiadas. Nos dirigimos a mi apartamento, ni siquiera una nueva canción del artista pop en tendencia causaría el mismo revuelo que la muñeca que yace al lado de mi cama.
Al entrar a mi habitación lo primero que hizo Abbie fue tomar la muñeca en sus brazos.
—¡Pero mira que lindura! Esto no le hace daño a nadie.
La muñeca es de trapo su pelo es totalmente violeta amarrado en dos gruesas coletas y al final de cada una un listón en forma de flor. Su vestido era violeta también, para rematar su belleza tiene unos grandes ojos cafés y una hermosa sonrisa formada con un hilo rosa al igual que sus pómulos rosados como si viniera de un lugar muy frío. Eso aún no lo sabemos.
— Hasta parece un chiste — dice David en tono de burla— La mona la va a ensuciar.
—¿Mona? —pregunta Donald.
—Naranjita, la mona roba naranjas —David se carcajea.
Un adorno fue a dar a la cabeza de David.
— No deberíamos confiarnos hasta saber qué hacía ahí — Alexandra casi no habla, pero cuando lo hace, tiene razón— Yo que tú no la tocaría con esa emoción.
—¿Qué crees que nos va a hablar? —Pregunta David masajeando su cabeza.
Abbie la alza y se pierde en sus ojos unos segundos.
—¡Abbie! deja de bromear.
La baja.
—¿Se asustaron? Dejaré a esta hermosa aquí — La pone en su posición—. Clari préstame tu portátil, veremos que muñecas malditas encontramos.
— Anabelle. — dice Donald.
— Está comprobado que Los Warren son una farsa. ¿Amitytville? una farsa para sacar dinero a la gente y encubrir al asesino Ronald De Feo —Al parecer David sabe de lo que habla.
— Tenemos a una fuente llena de sabiduría en la sala — Abbie se burla de David— y no respondas que te rompo la boca.
— Chequen mi canal de conspiraciones —Promociona David.
— He visto tus cortos fílmicos debo admitir que están bien hechos —Digo.
— Gracias.
Abbie comienza a teclear.
— Pero ese canal de conspiraciones está más trillado. Deberías borrarlo. —Ataca Abbie.
— Gracias, roba naranjas. —Ataca David, Abbie lo ignora.
Alexandra y Matias están en la cama riéndose tras el teléfono. David y yo estamos de nuevo, a los lados de la hembra alfa.
— ¿No van a ver, pajaritos de amor? — Dice Abbie volteándose.
— Lee en voz alta —responde David.
— Claro su majestad — Contesta con sarcasmo.
— Mira esto Clari, "algunas protegen a sus dueños..."
— Ella no es la dueña — David tenía razón — Lee lo que sigue: "Y otras, al peor estilo Toy Story, rompieron las reglas y hablaron o atacaron a sus dueños..."
Esa parte me asusta un poco.
— Por cierto ¿cómo se llama? — Pregunta Alexandra.
— No le tengo nombre.
— Crisbel... — Matias sigue con la muñeca que tuve de niña.
— Rima con Anabelle... Crisbel rima con Anabelle... Crisbel rima con Anabelle — Abbie comienza a cantar.
— ¿Podrían dejar la referencias a los falsos de los Warrens? —Parece que este tema le duele mucho a David.
— Claro, su majestad. Tú como fan del cine y de las conspiraciones deberías saber que Hollywood se aprovechó de las historias de esos falsos e hicieron mucho dinero — Lo golpea con su codo—. Tú podrías hacer lo mismo cuando esa muñeca nos mate a todos, si es que vives, claro está. Alexandra prepara el guión. Nuestras próximas generaciones no tendrán que preocuparse por el dinero.
se ríe— Lo pensé mucho antes que tú.
— Ves señor conspiración, tu hermana tiene mente para los negocios. Tú solo eres un imbécil.
¿Estarán planeando recrear lo que nos ocurra?
Luego de leer sobre miles de muñecas malditas, algo en mí no se siente bien. Lo más seguro sea obra de la sugestión, es igual cuando tienes miedo y empiezas a escuchar cualquier sonido con detalle. A lo minutos los chicos se fueron, dejándonos a mí y a Matias.
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Clarissa
Mystery / ThrillerLa busqueda de nuevas experiencias nos puede llevar a lugares desconocidos y hacernos arrepentirnos de nuestra propia curiosidad. A veces la mejor opción es quedarnos donde estamos.