Rojo vivo

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—Matias creo que ayer vi al chico de la máscara roja. No te quise decir nada porque te ibas a abalanzar sobre él y nadie de nosotros podrá luchar con un maestro de las artes oscuras.

—¿Aquí?

—¿Dónde más, bruto? —me observaba fijamente.

—Viene por mí, lo más seguro.

En ese instante tocan la puerta. Me acerco creyendo que son Abbie y el grupo pero me llevo la sorpresa de que no hay nadie. La cierro.

—¿Quién era?

—Nadie. Seguro los niños molestando.

—Volvamos al tema, ese rojo quiere asesinarme para terminar lo que empezó Patrick.

—Tu padre me ayudó bastante

—¿Escuchaste?

Los pelos se me ponen de punta, fui testigo de la voz que hablo en nuestra propia casa. Me acerco a Matias para poder cubrirnos si algo ocurre.

—¿Quién eres? —Matias, Valiente. Va por su cámara—. Muestrate.

—Clarissa haz hecho algo que no es de mi agrado. Puedo sentir tu fuerza del alma, es fuerte.

Veíamos a todos lados, todas las esquinas y nos era difícil encontrar la fuente de esa voz.

—Aca.

Nunca una palabra me había asustado tanto, giramos nuestra cabeza y ahí estaba de pie bajo el marco de la puerta. Era el mismo hombre que viera en las calles. Matias lo apuntó con la cámara.

—Matias Salazar, el último que queda. Tu padre decidió acabar con su vida antes de la tuya, en este momento las compañías se irán a quiebra. Todas. Si deseas dejarle algo a tu madre deberías asesinarte en este momento.

—Saldremos adelante.

—Clarissa Marín —Lo ignora y me dedica una mirada— Desconoces toralmente lo que has hecho al leer ese libro, has jugado con energias que vienen desde el Heblem de antaño, aquel Heblem que surgira pronto.

Sabe lo del libro, ¿Este hombre ha estado vigilandome?

—El poder del ocultismo, el poder de Dilend —Responde como si me escuchara —Ahora serviras como sacarificio.

No niego que tener a este hombre cerca me hace sentir un poco incómoda, la ilusión de un nuevo día se desvanece.
Bastaron unas milésimas de segundos para sentir sus manos apretando mi garganta, sus ojos estaban más que abiertos para mí, podía verlos. Su respiración podía escucharla. Con máscara me era difícil saber que gesto tenía, un gesto dice mucho.
La falta de aire ya presentaba un problema. Matias quiso arremeter pero un golpe en la frente lo dejó fuera de combate. ¿Sé habrá muerto? Muerta estaré yo si no logro quitarme a este chico de encima. Con lo poco que me queda de vida escucho la puerta caer... El aire vuelve a mis pulmones.
"A ti te buscaba" logré escuchar, unos minutos después David estaba preguntándome si estaba bien, yo no podía detener la tos. En mi debilidad alcancé a ver a Matias

—Matias... —Tomo mi garganta. Los demás ya estaban ahí.

—No despierta —Dice Ale.

—Qué... Ocu...

—Un hombre vino a salvarte Clarissa, sabía que el enmascarado vendría por tí. Vamos afuera.

David coloca mi brazo encima de los suyos para servirme de apoyo. Me sentó en las gradas del apartamento y fue por la cámara que Donald dejó.

Al salir, el enmascarado estaba en el suelo, la gente comenzaba a agruparse.
Jordan pasaba de persona en persona dando una especie de hoja. Al llegar a mi lugar me dijo:

—Hasta aquí llega este "Rojo" solo observa —Se gira a la gente—. ¡Gente de Heblem, este hombre que ven aquí es el culpable de los ojos negros, es hora de que pague, les entregué una hoja que deben recitar todos cuando diga! ¡Sé que soy hijo del loco de Aargin pero no me importa!

—¿Alex que pretende este mocoso?

¿Alex? ¿Escuché bien? Esta vivo ¿Es eso posible?

—¿Que pretendo? Mi padre fue Jerónimo Aargin, en el ocultismo lo conocían como "Zuga" no se alarmen, lo hizo para protegerlos; cuando entró solo quería sacar información. Mucha gente recuerda " El espía" nadie le puso atención. Mi padre quedó como un loco pero yo no. Deberían agradecer a Clarissa porque gracias a ella ahora podemos liberar a nuestro hermoso pueblo del ocultismo y la única forma de hacerlo es quemando a este hombre vivo mientras pronunciamos lo que le di en el papel. Se que es algo loco pero, es lo único que podemos hacer. Los niños pueden irse.

—Yo grabaré todo para la historia. Será mi primer documental —David se acomodó la cámara.

—¿Están con nosotros? —Dijo el chico que fue llamado Alex.

Quemar a alguien vivo no suponía una acción diaria, un acto así por obvias razones, desencadenaría una ola de emociones en los presentes; era justamente lo que ocurría, algunos miraban el papel, otros mantenían su boca abierta, les era muy difícil comprender lo que sucedía.

—Zuga ¿Ah? —El rojo habló. Todos miraron hacía él—. ¿Lo recuerdas Alex?

—Claro, quien iba a saber que su hijo iba a aniquilarte.

—Usará una de las oraciones de la innombrable. Buen chico.

—Es tu fin. Pasa un largo tiempo en el infierno o en lo que sea que creen ustedes. —Dice Jordan.

Siento a alguien al lado mío se trataba de Matias. Lo único que hizo fue tomarme la mano.

—¿Estas bien?

—Sí —Me dedicó una mirada y me hizo sentir bien.

Ví que Abbie traía unos galones, aún no sentía el olor pero sabía que era gasolina. Los niños habían sido apartados del tumulto, David seguía grabando. De entre la gente la vieja Marggie apareció.

—Gente vieja de Heblem ¿Recuerdan al chico misterioso de rojo?

Los ancianos se veían entre sí. Lo recuerdan.

—Ustedes lo odiaban, tenían razón al creer que era un ocultista, un siervo del mal.

Marggie no había terminado de hablar cuando un señor de unos 50 años estaba echando gasolina al chico de rojo.

—Aniquila a este hijo de puta — El anciano comenzó, y el chico rojo solo reía.

La vieja Marggie había logrado que la gente se uniera en una sola voz, estaban listos para rezar. Jordan nos dio una hojas y nos sonrió.

—Es el momento —dijo.

El primer fósforo cayó y las llamas se alzaron...

—¡...las fuerzas del mal no alimentarán mi alma, se irán porque estoy protegido, las cadenas lo apresaran por siempre y será enviado a los abismos mas profundos a perecer por siempre...!

Levante mi mirada para ver al pueblo unido, mientras el fuego consumía al chico de rojo. No gritó, ni siquiera se quejó, no nos iba a dar ese gusto.

—¡Salazar, nadie pacta con el demonio y vive para contarlo!

Me adelanté, esas fueron sus últimas palabras. No supe que era más escalofriante si sus últimas palabras o las arañas que surgían de sus cenizas.

ClarissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora