Té de vainilla y jazmín II

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El té de jazmín desprende un aroma dulce, dominante sobre otros aunque aparenta sutileza, además, su sabor es como la calma misma.
El té de vainilla es más suave, como una caricia que cura cualquier malestar o tristeza.
Y el verdadero Chuuya es ambos a la vez, claro que Dazai no lo sabe.

Osamu lo observa a su lado en el sillón, el pelirrojo pasa las páginas del herbario, a veces lee torpemente los nombres científicos y cuando alguna planta le gusta sonríe levemente.
Todo parece normal, ambos ignoran la situación anterior, después de todo Dazai está allí para ayudar a Chuuya con sus dibujos. Al castaño le gusta saber que lo necesitan, que dependen de él, que alguien lo está esperando. Su vista se desvía hacia los crisantemos blancos en el centro de la pequeña mesa, entre las tazas de té, parece un arreglo pero es solo casualidad.

Los ojos café volvieron a Chuuya, la suavidad de su perfil y la curiosidad en sus ojos, los labios entreabiertos y húmedos por el té, su cabello despeinado, Dazai desea que no use su horrible sombrero más seguido.
El ruido que hacen las páginas del herbario se escucha demasiado alto, acompañado por el de las pequeñas gotas de lluvia que comienzan a golpear sobre los cristales de la ventana, el sonido aumenta gradualmente hasta que se escucha ligero y constante; calmando un poco el ambiente entre ellos.

Chuuya pasa una página más con sus delicados dedos y sus ojos brillan al ver las hojas rojizas del Acer palmatum. Él parece dudar en decir algo, Dazai al notarlo lo ayuda un poco.

—Por si te lo preguntas —La voz de Dazai es natural y tranquila—, las hojas son así porque arranqué la rama del árbol en otoño y conservó su color.

Chuuya reacciona y sonríe, parece aliviado—. Quiero dibujar este árbol y el de Ginkgo, si hago un retrato de los dos en otoño quedaría perfecto —comenta con cierto gusto, un poco más y todo regresaría a la normalidad.

—¿Y si haces un retrato para cada estación del año?

Chuuya gira hacia él en su lugar, casi golpea la pequeña mesa con las tazas de té a medio tomar, al aroma se mezcla en el aire—. ¡Tienes razón! Tengo mucho material y no entraría todo en un solo dibujo, o no tendría sentido en realidad —declara emocionado y Dazai le sonríe—. ¿Qué, qué tengo ahora?

—Nada, me agrada que te guste lo mismo que a mí.

—Ah... sí, tal vez no entiendo todo pero me has ayudado mucho, gracias Dazai —dice desviando la mirada y aclara rápidamente la voz—. Bueno, cómo sea —Chuuya se levanta del sillón esperando que el otro lo siga—, vamos a mi habitación y-

—¡Senpai! Esto es muy repentino, no estoy listo para dar otro paso todavía, ¿tanto te gustó mi abrazo?

Dazai necesita que Chuuya le grite, se enoje, quiera golpearlo o simplemente lo ignore, que comiencen una típica pelea, algo que le diga que nada ha cambiado. Porque aún no olvida las camelias, el comportamiento tan serio hace un rato, la molestia de sentirse rechazado.

El pelirrojo lo mira con hostilidad y Dazai amplía su sonrisa, esa típica sonrisa de sabelotodo, pero para su sorpresa la expresión en Chuuya ha cambiado al instante.

—Así es —afirma apoyando su rodilla sobre el sillón, entre las piernas de Dazai—, me gustas demasiado, no puedo hacer nada con todo lo que siento.

El castaño traga saliva por el repentino cambio; Chuuya está casi sobre él, con la mirada baja y un tono de voz que nunca ha usado antes—. Oye Nakahara... —tartamudea, yéndose hacia atrás mientras el otro se acerca cada vez más.

—¿Ahora no me llamas por mi nombre? —Con la mano izquierda encierra el lado derecho del castaño, sosteniéndose en el respaldo del sillón. Con la otra toma el mentón de Dazai y acerca su rostro.

Los labios de Osamu están justo ahí, demasiado cerca, demasiado dulce, o tal vez es el sabor a vainilla en su propia boca.
Un poco más cerca y a escasa distancia de los labios ajenos, Chuuya siente el té de jazmín que ha estado tomando Dazai. Titubea, intenta que el otro no lo note, porque está esperando que el castaño lo detenga, porque no importa cuántas ganas de besarlo sienta, no quiere hacerlo de una forma tan unilateral.

Repentinamente Dazai apoya su propia mano sobre los labios de Chuuya—. Detente, no creí que reaccionarías así.

El otro se deshace del contacto—. Aprende de una vez que ya no puedes decir ese tipo de cosas, no a esta altura, me cansas un poco.

Aunque lo haya detenido la expectación en el pecho de Dazai es demandante, necesita tiempo para asimilar todo, Dazai se muerde los labios frustrado, siente que si vuelve a abrir la boca lo arruinará todo, más de lo que ya está hecho. Y Chuuya aún no se aleja, su cuerpo está tan cerca. ¿Por qué él se ve tan bien despeinado? ¿Por qué sus labios tienen algo especial? ¿Por qué ahora, que por fin tiene al verdadero Chuuya frente a él, no puede reaccionar?

El mayor suspira y se pone de pie un poco avergonzado—. Lo siento, supongo que ahora yo me sobrepase, si quieres irte-

—¡Chuuya no! Está lloviendo, no puedes dejarme afuera así —habla inconscientemente, Chuuya lo mira sorprendido y luego sonríe, ese simple acto provoca una especie de alivio en el interior de Dazai.

—¿Ya te calmaste con tus jueguitos entonces? ¿Podemos hacer lo que siempre hacemos? —pregunta estirando su mano para que Dazai la tome y lo siga hacia su habitación, donde tiene los materiales para retratarlo.

El menor lo acepta y en cuanto Chuuya quiere soltarle la mano cuando se ha puesto de pie, Dazai la sujeta un poco más—. No recuerdo el camino a tu habitación, Nakahara.

Y con la lluvia de fondo, Dazai es guiado por Chuuya, quien se gira de golpe para que su rostro no esté a la vista, posiblemente avergonzado, tan lindo, tan contrastante. Es dominante y decidido. Es dulce y suave. Es todo a la vez. Y el agarre de su mano cura cualquier malestar o tristeza, es por eso que Dazai miente y no puede soltarlo. Es por eso que de ahora en adelante, no quiere soltarlo.

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Equinoccio #SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora