III

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La primera clase del jueves era biología. Como siempre, Marinette llegó cinco minutos después de que sonara la campana. Entró lo más silenciosa que pudo al salón y se sentó junto a Alya, su mejor amiga.

—Muy bien, chicos —dijo la profesora— esta será la última clase para que terminen sus trabajos de grupo. Pueden quedarse en el salón o ir a la biblioteca, lo que más les acomode, pero al final de la clase quiero que me entreguen los ensayos.

Hubo un murmullo general mientras algunos alumnos salían y otros se juntaban en los pupitres.

—¿Qué dicen? —preguntó Nino dándose la vuelta— ¿Nos quedamos o nos vamos?

—Yo preferiría ir a la biblioteca. Me pone nerviosa la mirada de la maestra —dijo Marinette en voz baja.

—Pues qué esperamos —dijo Alya alegremente tomando su mochila.

Los tres chicos se pusieron de pie.

—Adrien, ¿vienes, hermano? —dijo Nino a su compañero de pupitre.

—Ah... ehh... claro —respondió el rubio sin saber a dónde iban.

—Hoy estás en las nubes... y tienes una cara terrible —le comentó Alya.

—Tuve una mala noche.

Marinette observó el rostro de Adrien. Tenía ojeras muy marcadas y los ojos algo hinchados, y se veía un poco pálido.

—¿No preferirías ir a la enfermería? —inquirió la chica.

Adrien le sonrió haciendo que ella se sonrojara, pero dio vuelta el rostro para que no lo notara. Aún recordaba que hasta hace no más de un año no podía ni hilar dos frases coherentes frente a él, en aquella época que llevaba dos coletas que ahora, a sus 16 años, le parecían infantiles y había cambiado por un rodete en la parte trasera de su cabeza (aunque como Ladybug, curiosamente, continuaba teniendo coletas).

—Estoy bien, de verdad —insistió el chico. Los demás no terminaron de convencerse, pero si él quería continuar en ese estado, no lo iban a molestar con más preguntas.

En la biblioteca lograron terminar el informe en poco más de media hora, por lo que tenían cerca de una hora libre. Salieron al patio, pero allí se separaron. Alya y Nino se fueron juntos a un esquina del recinto dejando a Adrien y Marinette en la escalera.

—Sabes que no es bueno guardarse las cosas malas —dijo Marinette con suavidad. Adrien sonrió. Era bueno tenerla como amiga. Era muy receptiva y alguien en quien podía confiar.

—De verdad tuve una mala noche —dijo el rubio sentándose en el último escalón— pero...

—¿Pero? —dijo la chica sentándose junto a él.

El chico no sabía cómo explicar lo sucedido sin revelar demasiado.

—Tuve una mala noche porque sufrí una decepción.

Marinette vio que su cara reflejaba tristeza.

—¿Qué tipo de decepción? —inquirió.

—Es que... fui rechazado por una persona que quiero desde hace mucho tiempo —dijo Adrien mientras Marinette intentaba mantener la misma cara y no reflejar el dolor de saber que el chico a quien quería tanto estaba perdido por otra— en realidad, ya me había rechazado antes, pero siempre entre bromas... en cambio, lo de ayer fue real. Y me dolió mucho más. Y aún así, no puedo dejar de pensar en esa persona, y lo he intentado.

—Pero, ¿es una chica buena? —dijo Marinette sin poder imaginar quién podría rechazar a un chico tan lindo y gentil.

—Es estupenda. Inteligente, valiente, divertida. Creo que no soy lo suficiente para ella —murmuró.

—No digas eso —replicó la muchacha sintiendo su corazón cada vez más roto— tú también eres genial. Quizás solamente no están hechos para estar juntos. No es tu culpa, solo que así es la vida. Y somos jóvenes. Puede que en el futuro conozcas a alguien que incluso te guste mucho más.

Marinette tomó la mano de Adrien y lo miró a los ojos. Él esbozó una triste sonrisa.

—Es difícil para mí creerlo ahora, porque no te imaginas cuánto la quiero y la admiro. Pero gracias, Marinette. De verdad me alegra tenerte a mi lado.

—A mí también —dijo la chica. Sí, ser amigos era bueno, pero enterarse así de lo claramente enamorado que estaba Adrien de una chica desconocida, le hizo desear salir corriendo y no verle sus verdes ojos, tristes por el rechazo de alguien más. Pero como buena amiga, se quedó con él para hacerlo sentir acompañado y acogido.

—Y qué vas a hacer con respecto a ella —quiso saber Marinette.

—Supongo que intentar olvidarla. Aunque lo he intentado muchas veces, pero siempre nos vemos y me es difícil hacerlo.

—Y... ¿No podrías dejar de verla un tiempo?

—Eso quisiera, pero es algo que va más allá de mis deseos. Debemos vernos casi por obligación.

—Lo mejor sería no verla, pero ya que no puedes hacerlo, quizás puedas ignorarla. Estar con ella pero sin estarlo, ¿entiendes?

—Sí. Lo intentaré. Eres buena dando consejos jeje. Gracias —dijo Adrien tomándole la mano.

Marinette asintió con la cabeza y sonrió.

La campana volvió a sonar y todos los alumnos regresaron al salón.

Mi verdad [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora