Limpié la última mesa y me sequé el sudor de la frente. Miré el reloj que colgaba de la pared y me di cuenta que hoy nos habíamos quedado hasta muy tarde. Guardé el delantal en mi mochila y me abrigué.
—Adios Chung Hee —me despedí de mi compañero de trabajo.
—Adiós Hana.
Metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y corrí bastantes cuadras hasta toparme con el metro que siempre me tomaba. Cuando subí, conecté mis auriculares y esperé pacientemente hasta llegar a casa.
—¿Y la ropa que dejé sobre mi cama? —soltó mi hermano apenas abrí la puerta de mi casa. Ni siquiera había entrado del todo.
—La puse en el canasto de la ropa sucia —contesté con suma tranquilidad.
—Estúpida —bufó. —Eso estaba limpio —soltó un gruñido y se fue escaleras arriba. En otros casos le hubiera contestado por tratarme mal, pero en ese momento me encontraba exhausta.
Bostecé y me dirigí a la cocina, abrí la heladera pero esta estaba vacía y yo moría de hambre. Me di vuelta y vi a mi madre sentada en la silla del comedor con un bote de pastillas.
—¿Y esas pastillas?
—No te importa, Hana —me contestó de mala gana. Se tomó dos al hilo y escondió la cabeza en los brazos sobre la mesa.
Rápidamente agarré el envase de pastillas y lo inspeccioné. Antidepresivos.
Reprimí las ganas de llorar, ¿desde cuándo las tomaba? ¿por qué jamás me contó? yo era la única que la ayudaba.Me senté en el sofá, me rugía la panza pero no tenía ánimos para cocinarme algo. Cerré los ojos y respiré profundo, me sentía abrumada pero no quería llorar en ese momento.
Minutos después bajó mi hermano y se sentó a mi lado, prendió un porro y se puso a ver la televisión.Lo observé con cara de asco. Literalmente no veía ningún tipo de futuro en él, por un momento me preocupé. Casi en sus 30 y desempleado, no quiero ni imaginar de donde conseguía dinero. Nunca estaba en casa, por eso me sorprendió estar en una misma habitación con él por mas de 5 minutos.
Le importaba un carajo la vida, 9 de cada 10 veces estaba drogado o borracho o preso.—¿Qué me miras? —me pregunto en tono despreciable.
—Nada —bajé mi vista a mis zapatillas. Su actitud me repugnaba.
A paso tranquilo me duché y me acosté a dormir.
Para luego despertar y volver a repetir mi día.
Me sobresalté al escuchar un trueno. El estruendo resonó en toda la pizzería. Miré por la ventana, llovía a cántaros. Seguí limpiando las últimas mesas y al finalizar me saqué el delantal, lo guardé en mi mochila y me puse la chaqueta.—Hana... —Chung Hee me tomó del brazo suavemente. —¿Quieres que te acompañe a casa? Digo, por si tienes miedo —se rió con nerviosismo.
—Gracias, Chung Hee, pero prefiero ir sola. —intenté no sonar grosera. Le hubiera dicho que si, pero honestamente no tenía ganas de entablar una conversación con nadie de camino a casa.
Caminé tranquilamente hasta el metro. No me importaba mojarme, cada vez que se escuchaba un trueno cerraba los ojos con fuerza.
Con la ropa totalmente empapada me subí al metro. Me desplomé sobre uno de los asientos y suspiré. El transporte se encontraba bastante vacío, tal vez las personas optaban por tomarse un taxi los días de lluvia. Observé a los individuos, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Algunos mirando por la ventana, otros chequeando su celular, otros leían, otros miraban a un punto fijo.
Excepto un chico sentado en el asiento de en frente. Éste me miraba con el ceño fruncido, yo le devolví una mirada neutra. Tal vez miraba mi rostro alicaído o mi ropa de vagabunda.
Conecté los auriculares y de a poco me fui quedando dormida.Tres golpecitos en el hombro hicieron que me despertara, el mismo chico que antes estaba sentado se encontraba curvado frente a mi.
Me froté los ojos y miré a mi alrededor, ya no quedaba mas nadie en el metro excepto nosotros dos. Una ola de miedo recorrió mi cuerpo al pensar que el chico podría ser un ladrón o secuestrador.—Lo siento, pero te dormiste y no se si te pasaste de estación o qué —dijo con voz dulce. Me sonrió sin mostrar los dientes.
Me giré y miré por la ventana, aún me faltaban dos paradas para llegar a mi casa.
—No, aunque me falta poco —intenté esbozar una pequeña sonrisa pero sólo salió una mueca rara. —Gracias, de todas maneras.
—Wow, bastante lejos —se sorprendió. —¿Vas a tu casa?
—Si —respondí y chequee la hora de mi celular, eran pasada la una de la mañana. —¿Y tú? —pregunté.
—No —hizo una mueca. —No voy a mi casa.
—¿Entonces dónde vas? —pregunté con el ceño fruncido.
—No lo sé —rió por lo bajo. Lo miré detenidamente, no tenía cara de andar perdido. Parecía tener completa seguridad en sus ojos. Si no sabía a dónde iba ¿que hacía en el metro a la una de la mañana? ¿era un vagabundo? no tenía pinta de serlo.
El castaño notó que lo miraba y sonrió con aparente sonrojo, me pareció algo tierno. Desvió la mirada y se guardó las manos en los bolsillos.
Me giré y vi aproximarse la estación correspondiente en la que bajaba, agarré mi mochila y volví a darle una mirada al chico.
—Ah, aquí me bajo yo —anuncié. —Adiós.
—¡Adiós! —respondió con entusiasmo. Salí del metro y lo miré desde afuera. El chico miró el suelo y al segundo volvió a mirarme con los ojos bien abiertos. —¡Espera! ¿Cómo te llamas? —gritó e inmediatamente se cerraron las puertas automáticas. No llegué a responder.
El metro se fue con el chico dentro, dejándolo con la pregunta y la curiosidad en el aire.
Miré el transporte alejarse cada vez más y solté una pequeña risita.—Hana —sonreí. —Me llamo Hana.
Volví a ponerme los auriculares y a paso lento, me dirigí a mi casa.
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metro → ksj ; bts.
FanfictionHana tenía una vida miserable y aburrida, pero por suerte se topó con Seokjin en el metro cuándo volvía a su casa. ↳historia corta ↳heterosexual ↳prohibida su copia y/o adaptaciones ©️vrmkoo 2018