tres

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En cuanto doblé la esquina divisé mi casa a unos pocos metros. Mientras me acercaba la iba inspeccionando. Tenía un aspecto tan descuidado que pensé en arreglarla en cuanto tuviera un tiempo libre, podría sacar las malezas, cortar el césped, pintar sobre las manchas que tenía la pared y arreglar los faroles. La casa lucía abandonada y de noche daba un aspecto sombrío típico de película de terror.

Abrí la puerta cuidadosamente, adentro el ambiente lucía aún más sombrío. No parecía haber nadie, las luces estaban apagadas y había un silencio lúgubre. Un sonido estrepitoso me hace girar la cabeza, proviene de las habitaciones. Me dirigí con cuidado hacia el cuarto de mi mama y divisé el vidrio de la ventana hecho añicos en el suelo, mi madre estaba allí parada con una botella de vidrio cortada y respiraba intranquila.

—Mamá... —me salió en un susurro. Mi cuerpo temblaba.

—¡Cállate! —gritó. —¡Te odio! ¡A ti, a tu hermano, a tu padre! ¡Me arruinaron la vida! —volvió a gritar y yo tragué duro. Siempre me decía lo mismo, más siempre me seguía doliendo.

—Cálmate, por favor —musité con nerviosismo.

—No me quiero calmar, ¡estúpida! —me miró a los ojos, por un segundo pareció no reconocerme.

Unos segundos después, lo único que vi fue como mi propia madre me revoleaba la botella de vidrio cortada que tenía en su mano derecha, esta me pegó en el pómulo izquierdo y lo que sentí después fue un tremendo ardor en la cara, llevé mi mano hacia la mejilla y toqué sangre.

El impacto fue tan grande que no podía hablar ni moverme. Mi cuerpo no respondía a las órdenes que mi cerebro daba. No sabía de que manera reaccionar y opté por mirarla con sorpresa y dolor.
Mis ojos no tardaron en aguarse, me erguí y la mire por última vez, ella no emitió sonido. Me fui a mi habitación y rápidamente comencé a guardar toda mi ropa y pertenencias en una mochila. Me iba de allí.

~

Caminé vagamente por las calles vacías de la ciudad. No sabía a dónde estaba yendo pero estaba segura de algo, no volvería a mi casa. Tenía hambre y frío, pues las doce de la noche no eran horas adecuadas de andar fuera de casa en este invierno.

¿A dónde iba ahora? ¿Qué tenía que hacer? ¿En dónde pasaría la noche? Inmediatamente recordé al chico del metro, que según él, no sabía a donde iba. Lo que en un principio me pareció extraño ahora me parecía una gran idea dado a que no tenía otra mejor opción.
Corrí a la estación de metro que siempre utilizaba para ir al trabajo. Con la cabeza gacha me subí y me senté en uno de los asientos, sólo eramos 4 personas. Suspiré pesadamente, apoyé la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Las lagrimas no tardaron en salir, me sentía angustiada y asustada. No quería llorar en ese momento entonces decidí escuchar un poco de música para distraerme.

No venía prestando atención a mi alrededor, ni siquiera sabía en que estación me encontraba. A altura seguro ya estaba lejos de casa. Un par de zapatillas se posaron delante de mi, lentamente levanté la cabeza y mis ojos se posaron en aquel rostro bastante familiar. El chico del metro.

—¿Nos encontramos otra vez? —esbozó una pequeña sonrisa que al segundo se esfumó, dejando ver un rostro preocupado. —¿Qué te pasó ahí? —señaló mi mejilla izquierda.

Inconscientemente toqué mi mejilla, había olvidado que tenía un corte. Lo toqué e hice una mueca de dolor, saqué mi celular y con el reflejo de la pantalla me miré la cara, tenía sangre seca alrededor de la lastimadura.

—Nada. —me limité a decir.

—¿Estás segura? Se ve doloroso... —acercó su mano a mi pómulo pero yo alejé la cara. —Lo siento —rió nervioso. Sonreí apenas demostrándole que todo estaba bien.

metro → ksj ; bts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora