La media luna.

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Habían pasado 3 días desde la última vez que la joven georgiana capturada había sido bañada con la tibieza dorada del sol; días llenos de agonía ,pero no en su suave piel blanquecina, en sus pequeñas extremidades o en aquél rostro de expresión dulce que no había conocido en ese pasar interminable de luz y oscuridad más que el horror de la muerte en primera escena, sino en su frágil corazón, en su aparentemente minúscula alma. Le habían arrebatado la libertad. ¿Qué más razón qué esa para sumergirse en el profundo abismo? Se sentía inconforme por la vida que le había tocado, si fuera una noble, alguien de estatus no sería intercambiada como cualquier animal de rebaño, se ponía en lugar de un cordero...listo para ser sacrificado. ¿Qué se podía esperar de una joven concebida en la más absoluta miseria, viviendo en la precariedad y la necesidad, con un pequeño pan para subsistir a diario y que debía de dividir entre 7 hermanos?.

Rabia, desprecio, humillación era lo que le revolvía las fibras de su ser aunque también estaba afligida por el terror; apenas y lograba entender las palabras de los hombres que la habían capturado...eran gruñidos de perros salvajes, se contenía de escupirles a todos ellos en la cara de creerse con el derecho de ocuparla como una propiedad de recalcarle lo que la vida por sí misma ya había hecho todo el tiempo: su miseria. Por lo que decía la gente de su pueblo esos hombres captores eran tártaros de Crimea quienes a su vez obedecían al mandato del Khan; era bien conocido por los marineros y pescadores que una de las actividades económicas del kanato de Crimea era el comercio de esclavos especialmente mujeres y niños de tribus de aquellas tierras misteriosas y salvajes que se encontraban al cruzar el mediterráneo.

El viaje le resultaba fatal, era presa de los mareos y en sus fosas nasales se extendía un penetrante olor a sal mezclado con óxido, sudor y sangre. No soportaba los llantos de las otras mujeres capturadas ya estaba bastante presa de la desesperación y sus compañeras empeoraban su malestar.Maldecía en su lengua a aquellos hombres, sabía que no la entenderían y ya no tenía esperanzas realmente de ser ayudada. Lo que le esperaba sin la intromisión de los salvajes demonios de Crimea tampoco era algo alentador era ser esclava pero bajo un "refinado" apelativo. El barco en el que antes viajaba como una sierva de un comerciante ruso ya debía estar en el fondo del mar, el comerciante muerto y probablemente el resto de los hombres que iban con ella. No conseguía despojarse del recuerdo de uno de ellos que se negó a aceptar el yugo de los tártaros, de un certero corte fino y preciso con espada todas sus viceras se asomaron y cayeron desparramadas en el piso mientras el pobre desafortunado caía de rodillas sosteniendo sus tripas, ya había visto  cuerpos en putrefacción por los estragos de la peste no entendió como la brutalidad de los tártaros la aterró...la advertencia de que le podría pasar lo mismo si se negaba al nuevo destino que se abría ante ella.

Por el calor y esa sensación pegajosa en el cuerpo sabía que era de día unos brazos grandes la agarraron y la empujaron hacia de la bodega, una multitud se encontraba reunida para ver con curiosidad y asombro a los nuevos prisioneros, fue en ese momento que se percató de sus desnudez lo único que tal vez la cubría era un pequeño trozo de tela en su ingle y los grilletes que tenía a los pies que se habían enrojecido por el continuo rozamiento con sus jarretes, sus pequeños  y redondeados senos estaban a la vista de esos paganos, su pudor podía más con ella y sus mejillas tomaron el color de una roja semilla de granada. Miró hacia el horizonte, todo el muelle estaba lleno de barcos, escuchaba el rompeolas, las gaviotas,  sentía la arena en sus pies a medida que a ella y otros esclavos eran conducidos como un rebaño.

Dirigió un último suspiro a su primera prisión. La enseña verde con la media luna le dejaban en claro de nuevo quienes la habían capturado...

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Ayse HafsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora