Una rota cortina de damásco.

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Lía sintió el pañuelo en su hombro, el kislar aghasi  confirmaba así su estatus como Gözde, tendría una noche con el shezade Selim y tal vez si contaba con suerte quedaría en cinta, todo marchaba tan bien, sus ambiciosos planes se hacían realidad, se vió comandando a todas aquellas mujeres que habitaban el harén, su figura cómodamente recostada en medio de cojines lujosos, esclavas masajeando sus pies, una kiaya esparciendo perfumes, mesas repletas de adornos y joyas otras a rebosar de dulces y sorbetes de agua de rosas. En aquél tiempo el poder no era su mayor prioridad, eso era parte de sus más oscuras motivaciones, más bien darse la vida que en Europa ni en sus mejores sueños podría obtener.

Le contó a Mükrime entre risas lo sucedido, tal parecía que el shezade se había encaprichado con una esclava que bordaba en los jardines y mantenía una fama de respondona y rebelde que le apuntó a un desafío nuevo de conquista.

—¿De verdad quieres esto?, con lo sujeta a tus convicciones que viniste, casi llegaría a pensar que estás haciendo todo lo contrario— argumentó Mükrime justo antes de que el pinchazo propinado por su aguja de coser le hiciera dar un saltito de alerta.

—No voy a estár con ese turco porque lo quiera de verdad, es una pequeña parte de mis planes, sé que de aquí ni con mis mayores esfuerzos lograré salir, solamente aprendo a sobrevivir—

—¿Y si llegas a tener un hijo?—

Lía levantó la mirada, hubo enseguida el contraste entre sus ojos avellana con esos oscuros reflejos de obsidiana, la cálida luz de la vela en medio de ambas se extinguió pues no soportó el incremento de ese intercambio de aire helado.

—Nos salvaré a las dos—
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Sus pezones estaban cincelados con hachís, lo había hecho ella misma antes que lo hicieran las otras criadas tras el baño perfumado de escencia de jazmín, esto ofrecía una especie de estímulo extra tras el ansiado clímax, la hena entre caminos de flores y líneas de distintas formas cubrían sus pequeñas manos, sus ojos delineados con kol, su cabello perfumado con rosas, su carne masajeada cuidadosamente con pomadas para evitar su excesiva sudoración, un hermoso caftán  púrpura la cubría, pendientes de esmeraldas, un collar de diamantes, la ilusión de tener las joyas le duraría únicamente esa noche y eso si Selim no se los quitaba primero al poco de entrar a sus aposentos.

Se miró en el espejo y quedó maravillada.

—No te acostumbres demasiado— le sermoneó Aisha —la apariencia no importa, sino lo que hagas para seducir a nuestro principe—

Morayma le colocó unas perlas en el cabello, daban la ilusión de hundirse en un gran y oleado mar castaño.

—Tiene razón, ella estuvo una vez con el shezade Selim y mira como terminó una Kiaya más, la primera vez no te hace poderosa así que no creas que tienes una influencia verdadera aquí— replicó Morayma, quitando el mechón de cabello que se atravesaba por la frente de Lía.

Cuando la luna parecía reflejarse como si temblara, empezó el cortejo que llevaría a la esclava a los aposentos del shezade, Lía apretó un momento las piernas,  lo que pasaría esa noche la marcaría para el resto de la vida, ¿sería doloroso?, Por lo que le decían, Selim no parecía tener mucho afecto para con los suyos, era bastante despiadado, ¿cómo saber si tendría misericordia de una pobre virgen?...“Sólo, hazle pensar que te agrada, aunque te mueras por dentro, lo importante es que algo resulte de este sacrificio, que su semilla me fecunde” pensaba, dejándose llevar por los senderos de claridad que producían las antorchas.

El Kizlar Aghasi la dejó allí sola a merced de ese hombre con ojos de lobo hambriento, la majestuosidad de la habitación le era insignificante con el shezade frente a ella, vestido únicamente con una túnica fina, cada pequeño detalle de la prenda costaba  tanto que ni con tres años de recibir 12 aspers diarios conseguiría pagar. 

Se quedó helada, incapaz de moverse, ni el sonoro ruido del cierre de la puerta pudo alejarla se ese estado de puro temor. El olor de los pebeteros con incienso le recordó un poco al cálido ambiente de su hogar en Giorgia, cuando su madre preparaba la casa para la Cuaresma. Ni ese momentáneo alivio consiguió liberarla de su angustia.

Él se levantó y se dirigió hacia ella, los destellos de las antorchas perfilaban su rostro, era tan atractivo como le contaron a la esclava en sus jornadas de bordado, pero una cosa era el semblante exterior y otra lo que se proponía a hacerle. Lía reaccionó pronto hincando las rodillas y procediendo a realizar una reverencia.

—No me gustan este tipo de formalidades, mi presencia es suficiente— la voz aterciopelada y profunda del hombre sólo contribuyó en confirmar sus sospechas sobre lo que vendría después, su padre dijo alguna vez: “hasta el tono en el que te hable una persona denota sus intenciones”.

“Lía, usa esto en tu favor por más que tus emociones jueguen en tu contra” ella escondió su cabeza en el cuello de Selim e instantes después la humedad de sus lágrimas se deslizaban por su piel y se perdía entre su pecho, ¿Es que le habían dicho que era un monstruo?, su mano surcó entre sus cabellos, el dulce aroma del jazmín junto con las súplicas de aquella mujer le hicieron dejarla en sus pensamientos un rato, mientras se recomponía.

—Perdóneme, es la primera vez que hago esto, ya sé lo que pasa con las esclavas que no encuentran la suficiente voluntad para esta noche— susurró —estoy asustada—

Sus manos se entrelazaron dulcemente la condujo a la cama y se sentó junto a ella sin decirle una palabra.

—¿Qué debo hacer?, ¿hay alguna norma que no conocía?— antes de decir otra cosa, él la besó, capturando consigo el primer trozo de su pureza guardada durante 17 años. El caftán no tardó en deslizarse, Selim le quitó las perlas una a una, el collar, los aretes, todo y hundió los dedos en esa amalgama de suaves rizos. Era fascinante tocar la suavidad, sentir la ternura que emanaba la feminidad era olvidarse brevemente del campo de batalla y el olor penetrante de la sangre de sus enemigos.

Con cuidado separó sus piernas, para permitirse observarla mejor, su cuerpo temblaba, lo miró suplicante.

Se hundió en ella y su calor se amoldó a él al instante.

La  roja cortina de damásco se desparramaba en un pequeño hilillo sobre la sábana de la cama del shezade.

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Espero que les agrade el capítulo, ^^ apenas pude encontrar tiempo para poder actualizar, :'v lamento tardarme tanto.

Y muchas gracias a Abbeynassim32 ^^ por su linda mención sobre esta historia, créeme me motivó a buscar el espacio para actualizar más pronto, en vista de unas cuantas dificultades.

Chau besitos.

Ayse HafsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora