Unos golpes sonaron en la vieja
casa de uno de los mejores
curanderos de la aldea, al parecer
alguien esa mañana había venido
temprano para que lo atendieran,
pero Snot no se encontraba en
esos momentos, había salido por
un encargo y la única persona ahí
era su único hijo, quien no se
encontraba muy feliz por haber
tenido que levantarse temprano
en su día libre para estar atento a
la hoya de la chimenea que
contenía un menjurge especial
hecho por su padre, reafirmando
en su fuero interno que eso no
era lo suyo, a esas horas
normalmente o estaría dormido o
practicando un poco por su
cuenta o junto a sus amigos, o
más bien fanfarroneando sus
músculos y competir por cosas
muy “importantes” como que
quien los tenían más
desarrollados o quien tenía mejor
puntería.
Se aparto de la chimenea y se
dirigió a la puerta, convencido
que cualquier otra cosa era mejor
que estar vigilando el bullir de la
sustancia extraña en la hoya, o
quizás casi cualquier cosa.
Al abrir la puerta se encontró con
el inconfundible rostro del
perdedor de la aldea, que lo
miraba igual de asombrado que el
al verlo parado frente a su
puerta, seguramente pensó
igualmente que la última persona
que deseaba ver era la que tenía
enfrente en esos momentos, y
quizás por eso mismo hubo un
largo silencio antes de que alguno
de los dos decidiera moverse o
decir algo o no.
Hiccup tenía que ir ese preciso
día para que le revisaran las
heridas, así que decidió ir
temprano, ya que la mayoría iba
a consulta, por así decirlo, con
los curanderos, en la tarde, así lo
agarraría menos ocupado, lo que
no esperaba al llegar era
encontrarse con Snotlout