El rumor de lo ocurrido en la casa
del jefe de la aldea no tardo en
recorrer toda la aldea, cada
hombre, mujer, joven y niño
sabía que un par de osados
dragones se atrevieron a atacar la
vivienda del pelirrojo en muy
sospechosas circunstancias, y
ahora estos, después de haber
dejado la choza hecha cenizas y
escombros en su mayoría, se
encontraban encerrados en lo que
ellos conocían como “la arena de
combate” o “el ultimo rodeo”, el
lugar en que los jóvenes vikingos
privilegiados, los más destacados,
fuertes y valientes, enfrentaban
su última prueba en su
entrenamiento, matar un dragón.
Un privilegio ambiciado por
muchos jóvenes vikingos, al tener
esa oportunidad de ser el primero
en su generación de matar a su
primer dragón en frente de toda
la aldea, mostrando su valía y
coraje, tener la oportunidad de
ser recordado como un héroe con
ese hecho y ahora los jóvenes no
podían estar más interesados al
saber que una de esas horribles
bestias era un Furia Nocturna.
¿Y si decidían conservarlo para la
prueba al final del
entrenamiento? Sería una
oportunidad irremplazable.
Y claro que nadie quería perder
esa oportunidad, ni siquiera
Astrid o Snotlout, o Tuff y Ruff, o
en realidad toda la bola de
barbaros adolecentes que
practicaron durante meses en sus
entrenamientos ejercitándose y
luchando entre sí.
Bueno, excepto uno, quien aún
seguía en el taller de Gob
tratando de pasar el trago amargo
que fueron las palabras de su
padre y la abrupta separación de
su todo.
Hiccup no podía terminar de
creer lo que acababa de pasar
hacia unos momentos.
Cuando su vida parecía llegar a
tener un sentido por fin, esta