IX: la danza del traje azul

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Era un cálido atardecer de otoño, los más pequeños iban a jugar a la plaza de su pueblo que se encuentra en una esquina; los más grandes ya se encontraban a unos treinta minutos de ser liberados de una tarde de escuela.

En la esquina opuesta, Gerónimo se encontraba sentado en el cordón de su casa, escuchando música y haciendo caso omiso del ruido de las hamacas y de los gritos de los niños, y de las niñas, que se divertían en ellas, y en algún que otro juego, sin ninguna preocupación que pudiera detenerlos.

Gerónimo se quedó observando más allá del cordón donde se encontraba, viendo a través del alambrado que lo separa del campo de la familia Sáenz, admirando el superficial sembrado de zanahorias que ya estaba por llegar a su clímax, al punto de su cosecha. También observaba cómo las nubes parecían estar danzando entre sí, como si aquellos algodones blancos se estuvieran entrelazando, de manera tal que daba la impresión que fueran amantes perdidos que volvían a encontrarse luego de un tiempo de alejamiento.

De repente, justo en el momento en que había terminado de escuchar "Atom Heart Mother" de Pink Floyd, se había percatado de aquella cosa azul que se elevaba en alto y se movía de un lado a otro, como si fuera una bandera que se encuentra a merced de la crueldad del viento, y que se encuentra destinada a hacer lo mismo una y otra vez, hasta que alguien la bajara o hasta que dejara de haber una corriente de aire. Se encontraba a unos veinte o veinticinco metros de distancia y, luego de observar detenidamente aquella cosa durante unos cuántos segundos más, había comenzado a darse cuenta de qué se trataba, y también, había comenzado a preguntarse algunas cosas más...

«Esa cosa azul... parece ser algo de ropa... ¡Sí, eso es! es alguna clase de ropa pero... ¿de qué?» Siguió en el intento de dilucidar de quién podría llegar a ser y, entonces, logró recordarlo de repente...

«Pertenece a uno de los que trabajaron en el campo de los Sáenz el viernes de la semana pasada, no puedo equivocarme con respecto a ello, pues bien recuerdo haber visto aquella maquinaria tan pesada con la que estaban trabajando, y también me acuerdo de haber llegado a pensar que se veía algo ridículo, considerando el tamaño tan reducido de aquel campo»

La verdad era que no sabía eso a ciencia cierta, pero de alguna que otra manera, lo sabía con suma certeza, aunque no pudiera expresar cómo era que estaba seguro de ello. Era algo contradictorio, sin duda alguna, pero no menos cierto que él era Gerónimo Bustamante.

La sombra del paraíso, que se había enfermado hacía unos años, y que en ese momento ya se encontraba seco y muerto en su totalidad, le daba a la escena una peculiar apariencia, parecía una especie de cuadro muy gráfico sacado de alguna historia de terror de Lovecraft o algo por el estilo, en donde sólo era cuestión de tiempo para que apareciera un demonio, o una aberración de cualquier tipo, de un momento para otro. Algo que siempre solía darse en aquellos momentos desesperados y sumamente críticos.

Había seguido mirando detenidamente aquel Traje Azul y algo lo aterró, al fin y al cabo, se terminó dando cuenta de con qué estaba lidiando o, al menos, comenzaba a darse una idea al respecto...

Imágenes de ultratumba y otras paranoiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora