Capítulo 12

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Piero apretó el tobillo de Elisa y analizó con calma mientras Ignazio miraba preocupado y ella hacía una mueca.

- No, no está roto. – dijo e Ignazio suspiró. – Sólo está hinchado, va a mejorar con un analgésico y un poco de hielo.
- ¿Estás seguro? – ella preguntó incómoda. Desde que habían salido corriendo del bar el tobillo dolía bastante.
- Sí. No se preocupe Elisa, mi padre me enseñó bien y yo sabría decir si hubo una fractura. Estás bien.
-Qué bueno... – murmuró Samantha. – Es realmente bueno que hayas aprendido un poco de ortopedia con su padre – Piero asintió – Ahora si me haces un favor, mire el hombro de Ignazio, se quejó de que estaba doliendo.

Todos volvieron a la atención hacia Ignazio. Él era grande y confiado, pero no cuando se trataba de médicos, hospitales, inyecciones o cualquier cosa del género. Incluso mirando a sus amigos con la cara sangrante él ya se sentía mareado.

Piero lo examinó, pero al quitar la camisa pudieron constatar que el dolor era debido a un golpe, probablemente un puñetazo del hombre con quien se peleaba o el golpe de cuando se cayeron torpes en el suelo.

- Me sentí orgulloso de ti – dijo Nazio a Samy momentos después. Él estaba sentado en el banco junto a la isla de la cocina mientras ella tranquilamente limpiaba los arañazos que tenía en la espalda y ella apenas sonrió. – Fuiste muy valiente.
- No iba a dejar que te lastimara. – ella dijo y él negó con la cabeza.

A pocos metros de allí, Olivia había cedido y estaba limpiando la lesión que Piero tenía en la ceja derecha, ya que sobre el hematoma morado en el ojo no podía hacer nada al respecto. Él estaba sentado en el brazo del sillón y no le importó que su herida ardiera, estaba solamente interesado en mirarla bien de cerca y apreciar ese cariño de estar siendo cuidado por ella.

- Gracias por ayudarme. – ella lo miró seriamente.
- Es sólo un corte, nada más.
- Me refería a la pelea... – abrió una sonrisa – Jamás pensé que tú fueras del tipo más violenta. – ella no se aguantó y se rió así como él.
- Bueno, eso porque nunca había sido necesario.
- Es bueno después de pasar un año contigo descubrir que todavía puedo sorprenderme con algo nuevo. – ella sonrió tímida y volvió los ojos a la lesión, no quería tener que encararlo y sonreír de nuevo.

En el sofá Elisa estaba sentada con una bolsa de hielo en el pie izquierdo, pero su pierna estaba encima de las de Gian, que se había sentado allí también para quedarse con hielo, pero en la cara. Sin hablar nada él sólo había erguido su pierna y colocado encima de las suyas y aún la había mirado con una pequeña sonrisa sin mostrar los dientes. En realidad, él no quería sonreír, tenía miedo de aún estar sangrando a causa de los golpes. Ella tosió y él la miró.

- Todavía no te agradecí por haberme ayudado. – Ellos sonrieron – Fuiste valiente, si no hubiera golpeado a ese tipo, creo que iba a acabar conmigo.
- Seguro que sí – ella empezó a reírse y él se puso en serio. – Él iba a hacerte en pedazos. – empezó a carcajearse más, él cogió una pequeña almohada y golpeó con ella en la cara de Elisa que se puso seria en el mismo instante.
- Y sólo no te golpeo más por una razón...
- ¿Cuál?
- Sé dónde sus rodillas alcanzan... – concluyó y ella echó la cabeza hacia atrás riendo nuevamente.

Después de algún tiempo, todos ya estaban más tranquilos, habían comido y resolvieron descansar, tenían que aprovechar mientras los analgésicos hacían efecto porque al día siguiente todos iban a reclamar de los músculos doloridos, pero lo que nadie conseguía hacer era parar de reír, tenían que admitir que todo había sido una aventura emocionante para una sola noche.

Y Vendrán Amores | Gianluca, Ignazio y PieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora