viii

1K 139 64
                                    


viii

Manuel pisó el centro deportivo con extrema cautela el lunes. En el auto no cantó, no tarareó ni le exigió o molestó a Julio, concentrado en cómo enfrentar a sus compañeros y a Martín Hernández en cuanto llegara. Tampoco quería ver a Antonio, seguro de que le reclamaría lo sucedido y le tocaría los moretones todo el día, preguntando si le dolía.

Si Manuel pudiera haber hecho que sus pasos tuvieran el peso de una pluma, tan callados y pequeños, hubiera hecho eso desde que nació, intentando nunca tener atención indeseada sobre sí mismo. Pero Manuel tenía que vivir con sus pies talla 40, con las Nike golpeando la loza de la recepción, y con el chirrido de la suela a cada roce contra el piso, llamando la atención del ser humano más cerca: Antonio.

Manuel giró sobre sus talones y se acercó a la puerta, intentando escapar cuando sintió la mano de Antonio sobre su chaqueta (suya esta vez. Tenía que quitarse esos pensamientos de encima).

—¿Huyendo?

—Más o menos.

Antonio soltó una risa, apoyando ambas manos sobre los hombros de Manuel y dándole una vuelta, quedando, nuevamente, mirando hacia el interior del centro en vez de la puerta.

—Me alegra que estés mejor, José Manuel.

Manuel mordió su labio inferior, apretando la correa de su bolso y mirando sus zapatillas.

—Dime Manuel no más, por fa—susurró. Antonio lo miró por el rabillo del ojo, siempre con sus manos sobre sus hombros y caminando en dirección a los camarines.

—Si quieres...—respondió Antonio, murmurando también. Sus manos se apretaron sobre los hombros de Manuel y se quedó en silencio por unos segundos—¿Aún te duelen?

—Un poco—Manuel respondió luego de una pausa de unos segundos.

—Martín también se veía mal, eh. Ojalá que esté mejor.

Manuel giró su rostro a Antonio y lo miró, con la voz titubeante y los ojos saltando entre los verdosos iris de Antonio y la blanca loza del piso.

—¿No ha llegado...?

—Pues no. El chico éste siempre llega como cinco minutos antes de empezar el entrenamiento. Un irresponsable total.

Manuel volvió la vista a sus zapatillas, moviéndose lentamente por el lugar. Antonio suelta un suspiro entonces.

—Manuel, ¿no te has preguntado porqué Martín ha peleado con esos chicos cuando no era su batalla?

Manuel asintió.

—Yo igual. Si lo sabes me cuentas, que me muero de curiosidad.

Manuel miró a Antonio, con una mueca en la cara que expresaba su confusión. Antonio lo empujó sin mucha fuerza hacia los camarines, con la puerta abierta, mientras hacia un gesto con las manos.

—¡Apúrate, que estamos a cinco minutos de empezar el calentamiento!

Manuel parpadeó, medio incrédulo y echó la cabeza hacia atrás, soltando un gran suspiro. Se pasó las manos por la cara y tiró el bolso en una de las bancas, dejando su chaqueta sobre sobre el bolso. Iba vestido ya con ropa deportiva, así que sólo se preocupo de amarrar bien sus zapatillas y de llevar su botella de agua en la mano, igual que esa liga para el cabello que Miguel le había pasado el sábado, esforzándose en peinarlo.

Manuel relamió sus labios y en un trote suave, salió de los camarines, directo a la cancha, intentando desviar sus pensamientos hacia un rincón de su mente, intentando llenarse de fútbol.

Between |ARGCHI|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora