Prólogo

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La llovizna descendía ardientemente hacia el suelo de la meseta de Lacryma. El cabello rosado de la muchacha y sus ropas se habían vuelto pesadas del humo y las cenizas. Desafiando su suerte, había logrado subirse a tiempo a la cima del monte más cercano esperando no ser vista.Su aliento se oía agitado, pues no le quedaba ni tiempo ni energía, solo ese pequeño elixir de esperanza que atesoraba en su gema roja atada al cuello. Su cuerpo estaba empapado de la llovizna y del sudor por las altas temperaturas y sus pies pedían con un dolor punzante no avanzar un solo paso más sin parar a descansar.Las llamas se extendían desde el pueblo hacía la meseta donde ella se encontraba. El paisaje a lo lejos era el de las fervientes llamas acercándose y mezclándose con el cielo anaranjado y el humo negro abrumador envolviendolo todo. Esta imagen hacía caer lágrimas por sus mejillas y solo pudo tomar su báculo mágico y se recostó en el suelo cálido a llorar. Lloró por lo que perdió, por lo ingenua que fue, y por lo que vendría. Por las almas perdidas y por quienes debería dejar atrás, pero fue siempre su responsabilidad como reina, dejarlo todo por sus súbditos.El estruendo de las llamas y la tormenta de fuego llenaba el ambiente, cuando por lo lejos divisó el carruaje que llevaba a la nueva reina, Rhoda, causante de el fin de una era. Se acercaba a ella con el fin de derrotarla y robar todo lo que era suyo y romper la paz que tanto tiempo se mantuvo en el reino de Subrysa. Las columnas de fuego la perseguían pero no la quemaban y cada vez más de prisa el fuego llegaba hacia la muchacha de cabello rosado, quien se puso de rodillas con un gran esfuerzo, dejó su báculo mágico en el suelo y sacó un arco y flecha de su espalda, blancos como marfil, gigantes y pulidos como para reflejar todo el caos a su alrededor, y antes de posicionarse, ató a la flecha la gema que llevaba en el cuello, haciendo que se envolviera en una capa de fuego rosado. De a poco y juntando cada gota de esperanza que quedaba en su corazón, se puso de pie, y disparó.La flecha desapareció a la distancia entre el cielo anaranjado y la muchacha cayó al suelo dejándose alcanzar por el fuego y finalmente por Rhoda. Horas después, el fuego se detuvo. El puente cayó. En Lacryma no se volvió a oír de ninguna de ellas, y con el correr del tiempo, el pueblo resurgió de las cenizas.

Witch's CaféWhere stories live. Discover now