▪ Capítulo dieciséis ▪

1.9K 156 59
                                    

Retrocedo unos cuantos pasos sin salir de mi asombro. Puedo apostar lo que sea a que mis ojos no pueden abrirse más por la sorpresa, y es que me esperaba cualquier cosa, excepto este bocado tan jodidamente difícil de tragar. Esto no puede ser cierto.

¿En qué momento sucedió todo esto. Cómo es que nunca lo noté? Ahora todo tiene sentido.

Las risas, las miradas que compartían, el pasar tanto tiempo juntos. Ya comprendo porque Lydia cambió su humor tan drásticamente en la mañana cuando Matthew dijo que se iría con Beth.

Demonios, me siento tan malditamente traicionada.

Somos hermanas, ¿por qué carajos no me lo dijo?

Vamos a tener un hijo medio de toda esta mierda.

No, no, no, no.

Mis pies se mueven por sí solos, retrocediendo sin cuidado a chocar con algo, pero me veo obligada a detenerme cuando mi espalda se estampa contra la pared, provocando un sordo sonido, pero poco me importa. Siento un fuerte dolor en el pecho, uno que no me deja respirar y me sofoca, me asfixia. Puedo sentir como lágrimas de impotencia comienzan a formarse en mis ojos y mis manos se cierran en puños que ansían golpear algo.

Esto no puede estar pasando.

- ¿Kath?- aquella voz, esa maldita voz de estúpida que pone cuando sabe que la cagó.

Levanto la mirada y la veo, con sus ojos rojos e hinchados por el llanto. Se nota lo arrepentida que está, su rostro la delata.

Ni siquiera le doy tiempo de hablar, solo corro escaleras abajo y salgo de la cada sin molestarme en cerrar la puerta.

Corro por las calles de la comunidad hecha una furia, apretando la navaja en su estuche con fuerza. Esquivo a las personas con facilidad. A pesar de no tocarlos, me llevo algún que otro insulto de su parte, pero los ignoro como una profesional. Pero, como dicen por ahí, lo bueno dura poco y siento un cuerpo chocar contra el mío, haciendo que ambos caigamos al suelo.

- Oye, ve más despacio.- dice con tranquilidad cuando ya se ha levantado y me ofrece su mano para que yo también lo haga- ¿Qué te sucede?

- Cierra la puta boca.- es mi respuesta.

Alejo su mano de mí con un manotazo y me pongo de pie con rapidez, volviendo a mi carrera pero siendo solo un poco más cuidadosa esta vez. No porque me importe molestar a alguien, sino porque no quiero llevarme tener otro moretón en el trasero como el que sé que me dejará el de mi reciente caída.

Llego a la parte norte de Alexandria, donde casi nunca se vigila y hay menor cantidad de casas ocupadas, cosa que me facilita el escape. Escalo el muro con cierta dificultad, preguntándome cómo demonios Enid, la amiga muerta de Carl, podía hacer esto todo el tiempo.

Caigo con las rodillas flexionadas del otro lado del muro y me interno en el bosque, sin preocuparme por ser silenciosa. Estoy harta de eso.

Desenfundo mi navaja y la empuño con fuerza, ansiando que algún muerto vivo se cruce en mi camino para poder acabar con él y descargar mi furia. No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí tan enojada.

Tomo varias respiraciones profundas, intentando calmarme, pero me es imposible. No es su... eso lo que me molesta, pero no confió en mí, decidió ocultárselo a su propia hermana, la única persona dispuesta a escucharla cuando estábamos en ese maldito grupo de locos, para contárselo a Beth. Porque estoy segura de que ella lo sabía.

No me trago aquella mentira estúpida que la doctora me dijo. Lydia se alegraría si mi madre se decidiese a buscarnos, porque eso significaría que aún muestra un poco de preocupación por nosotras.

▪Silent▪ [Carl Grimes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora