Harry estaba sentado en el auto de su padre, con las manos en el bolsillo de su chaqueta. Iban camino a uno de los mejores hospitales psiquiatricos de Londres; el Hospital Real de Bethlem, creado en 1247, y recomendado por el médico de cabecera de la familia. Según él, Harry necesitaba tratamiento ya que sus alucinaciones habían aumentado un 42% en el último bimestre, haciendo que se haga daño a el mismo, tanto psicológica, física y espiritualmente. Pero él siempre intentaba levantarle el ánimo a la familia diciendo que 'muchos pacientes sí mejoran y además, ocasionalmente, luego se transforman en personas maduras'.
Harry estaba completamente consiente de su enfermedad. Él no había elegido tenerla, pero si el día de hoy carga con ella, por algo será, ¿no es cierto? A veces pensaba que combatirla sería realmente inútil, ya que nadie quiere a un loco como amigo, familia y mucho menos tener un hijo con un loco. El se creía "loco". ¿Qué más podría pensar acerca de ESO? Muchos doctores habían intentado explicarle que él no lo estaba, que es sólo un tipo de enfermedad que ataca distintas partes de nuestro cerebro, retorciendolo, empujándolo, presionándolo, intentando matarlo, y también matar al dueño de este, y a veces lo lograba, pero otras no.
Nadie -sus padres y él- esperaba que termine de esa forma. Bueno, a veces sí lo deseaba, pero otras no. Tenía una especie de bipolaridad con ese tema, su actitud era muy cambiante en cuanto a su elección sobre la muerte. La muerte es algo muy serio, pero a veces él no lo comprendía. <¿Qué mas da? Si estás loco y no tienes amigos, ¿quién mierda te querrá? La única opción que queda es morirse>. Y eso es en todo lo que pensaba, muerte, muerte, muerte, y más muerte.
Su padre aparcó el auto en la puerta del Hospital, bajó del coche y dio la vuelta por detrás de este para abrirle la puerta a su hijo. Harry sacó su pie izquierdo y luego el derecho. Se dio vuelta, miró el hermoso mercedes negro y se volvió a su padre. Intentó esquivar su mirada y miró a la puerta del Hospital. No era uno común, no como esos donde atienden a los enfermos cuando les duele la cabeza, el estómago o simplemente se han roto un brazo; este era distino, era más sombrío, parecía salido de una película de terror.
-Harry -su padre intentó captar su atención-.
-Hmm? -murmuró él, tratando de no hacer audible su voz ronca y dudosa-.
-Debemos entrar -señaló con la cabeza al Hospital.
El muchacho agachó su cabeza y comenzó a dar pequeños pasos intentando llegar a la puerta en el mayor tiempo posbile. Odiaba la idea de que lo consideren un loco más, tal vez lo era, y lo sabía, pero no quería que lo torturen como a los locos.
-Hijo. -Harry se volvió y lo miró-. No estás loco -le sonrió.
Harry dio una media sonrisa que se desvaneció en cuestión de segundos. Siguió caminando hasta llegar a la puerta del Hospital. Tomó una bocanada de aire y empujó la puerta. Se encontró en frente del mostrador, al lado de su padre, registrándose. Un hombre robusto fue a buscar su equipaje y lo llevó a la habitación indicada por la monja que estaba detrás del mostrador. Luego de saludar a su padre y haber dicho un "te quiero", escoltado por dos monjas, se dirigió a su habitación, localizada en el tercer piso. Siempre manteniendo la cabeza gacha.
Su habitación era la 320. Abrió la puerta y se encontró con una cama de una plaza, por cierto, estaba hecha. Al lado de su cama se encontraban dos cuerdas superiores amarradas a dos tablas de madera cubiertas con cuero, y en la parte superior también, para los pies. Las puertas se cerraron detrás de él y una monja se quedó con él en la habitación. El rizado seguía con la cabeza agachada y los ojos jade clavados en el suelo color bordó. Sintió la sensación de estar temblando, pero no pudo distinguir el por qué; tal vez miedo, adrenalina, algún ataque de pánico o simplemente por frío. Era una habitación no muy cálida y era deprimente.
-Vístete con eso -la monja señaló una camisa celeste y pantalones de igual color-. Soy la Hermana Anastasia. A partir de hoy seré la que te leerá la parte de la biblia correspondiente al día en que esté leyendo. Pronto vendrá tu médico a revisarte, así que vístete y siéntate en la cama.
Harry solo asintió y miró a una puerta que decía 'Baño' en letras mayúsculas. La Hermana Anastasia dejó al muchacho solo y fue allí cuando Harry decidió vestirse, pero en la misma habitación, sin ir al baño. Se puso la camisa y observó cómo esta era demasiado enorme.
Dos golpes en la puerta. Harry vio entrar a un hombre de unos 30 años, de baja estatura y no muy robusto. Tenía pelo castaño y lacio, y estaba peinado con la raya al medio. La habitación con la luz encendida daba a conocer esos hermosos ojos color zafiro que poseía, los cuales reflejaban alegría. A Harry le pareció muy extraño que: a) un hombre tan joven fuera médico; y b) que estuviera tan feliz mientras atendía a personas completamente locas.
-Bien, tú debes ser... -miró su planilla.
-Harry -murmuró el otro con su voz ronca.
-Exacto. Bien, Harry. Es un gusto -le estrechó la mano, a lo que Harry le correspondió sin mirarlo a la cara.
Harry suspiró-, ¿tú nombre?
-Louis -sonrió el médico-. Oh lo siento, soy el Dr. Tomlinson. Estaré a cargo de cuidarte y de lograr que salgas de estas. Prometo que lo harás, no es muy difícil. Muchos logran ser médicos, historiadores, abogados, políticos. Tú podrías ser uno de ellos.
Harry asintió sin ánimos. Tenía dieciséis, aún le quedaban dos años para pensar qué estudiaría, y basante tiempo en ese Hospital para saber si podría hacerlo. Levantó un par de centímetros sus ojos, y pudo ver al Dr. Tomlinson sonriendo mientras anotaba unas cosas en su planilla.
-El horario del almuerzo es a las 12 del mediodía. Te vendrán a buscar igualmente, pero tienes que estar listo para esa hora -dijo y se retiró.
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Psycho. {Larry Stylinson}
FanfictionHarry padece de una enfermedad descubierta recientemente, por la cual debe ser atendido por expertos en el hospital psiquiátrico más recomendado en Londres, Inglaterra. Allí conoce al médico que lo atenderá durante toda la primera fase de su tratami...