Jimin de vez en cuando disfrutaba de crear su propia arte. Amaba dibujar o pintar con acuarelas o pinturas de diferentes colores. Ese día como YoonGi había estado estudiando, decidió tomar sus cajas en donde guardaba sus más bonitas pinturas y cuadros para pintar. Acomodó todo en la mesa de la sala y con una gran sonrisa aplaudió contento con sus dos manitos y comenzó a pintar.
Las flores eran sus favoritas, les parecían tan bonitas y delicadas y aunque parecían fáciles de hacer, para el era muy complejo ya que notaba cada detalle en cada pétalo bien hecho.
Tomando fuertemente el pincel más delgado comenzó a pintar las zonas más pequeñas con tonalidades amarillas y naranjas, controlando que todo quedara perfecto. Jimin creía que no tenía tanto talento para pintar o dibujar, pero al estar casi terminando todas aquellas flores que había hecho pensó que realmente tenía un poco de talento. Su sonrisa dulce se notaba y no le importaba manchar sus pequeños dedos con las acuarelas y pinturas.
Con otro pincel retocó todas las flores, de las más pequeńas hasta las más grandes y agregó suaves detalles en el fondo para que la pintura se vea mucho más bonita.
Se sintió satisfecho. Su trabajo de casi una hora había sido terminando y justo cuando su novio llegó bostezando y revolviendo su cabello negro.
–Hyung~ míra lo que hice- con una gran sonrisa consiguió que el mayor se acercara para ver su hermosa pintura.
YoonGi sonrió de la misma forma, Jimin era demasiado talentoso, todo le salía perfecto. Y se veía hermoso. Con su flequillo cayendo suavemente sobre su frente, sus ojos brillantes, su gran sonrisa y las mangas grandes de su suéter color beige arremangadas para no mancharlas. Y sus manitos, estas tenían un poco de pintura en sus deditos y parte de su palma. Se veía muy hermoso.
Se acercó lentamente y lo atrajo a su cuerpo tomando su cintura en sus manos. –Lo hiciste muy hermoso. pero ninguna pintura opaca tu belleza...- dijo acariciando su mejilla.
Jimin sonrió sonrojado y enamorado. Amaba cuando su novio se comportaba tan dulce con él pero no podía evitar molestarlo.
Un poco de la pintura en sus dedos no estaba completamente seca y aprovechó la cercanía dibujando una línea de color amarillo en la mejilla pálida y cálida del mayor. Soltó unta risita traviesa y se separó rápidamente listo para correr del mayor.
[...]
Y su tarde fue divertida. ambos terminaron con sus rostros manchados de pintura hasta que se cansaron y tontearon un poco más.
El mayor tomó un cuadro nuevo y en la paleta dejó caer distintos colores de pintura ignorando los reclamos del menor.
Mordiendo su labio inferior soltó una suave risa y lo atrapó otra vez dejándolo frente a la mesa, y colocándose detrás de él tomó su pequeña mano derecha y la apoyó suavemente encima de todos los colores, junto con su grande mano izquierda.
Dejó caer su mentón en el hombro del castaño y lo miró desde allí. –Sabes que tengo una pequeña obsesión con tus manitos y la diferencia de tamaño que tienen cuando están junto a las mías, cuando vea este lindo cuadro y este triste o estresado definitivamente lo miraré y sonreiré. —
Y sin más apoyaron esta vez sus manos en el blanco cuadro dejando que la pintura se adhiera a este, hasta que las quitaron.
Ambos sonrieron, la diferencia era tierna, muy tierna. Sus dos manos estaban marcadas con distintos colores en el blanco lienzo, exponiendo la diferencia de tamaños.
YoonGi amaba el contraste de ambas manos. Amaba que su pequeño pintara cosas preciosas con sus manitos talentosas, para que después ambas terminaran manchadas de pintura y una sonrisa grande se presente en su bonito rostro.
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