Jess barrió todo el jardín con la mirada intentando identificar algo que no estuviera bien. Cuando había tantos niños cualquier cosa podía pasar y ya comenzaba a tener miedo de encontrar a alguno comiendo tierra o algo peor.
—¿Esta no fue una excelente idea? —cuestionó Allyson a sus espaldas, provocándole un enorme susto.
Jessica le lanzó una mirada de odio.
—No, Allyson, no lo fue. Tal vez lo sabrías si te hubieras quedado conmigo a cuidar estos demonios en lugar de huir a esconderte —siseó Jess entre dientes, tampoco quería que nadie la fuera a escuchar—. Ese niño de ahí golpeó al de la camiseta de Spiderman en el ojo por una galleta y aquel de allá está a poco de provocar que el payaso salga corriendo o le grite. O se suicide.
»Llevo largo rato observando a estos niños y no tengo idea de donde están los míos —se quejó.
Allyson hizo un gesto para quitarle importancia que complementó con una estúpida sonrisa de "no es para tanto". Para ella era más fácil, había llenado aquella fiesta con todos los niños que pudo encontrar y luego pasó toda la tarde fingiendo que cualquier persona (el payaso, la de la máquina de palomitas, la de decoración) tenía algo importante que hablar con ella.
—La última vez que vi, Bree y Jocie estaban divirtiéndose en grande en el castillo inflable mientras Penny intentaba que Dinah no saltara sobre su pastel.
Jess sonrió. Eso no la sorprendió de la pequeña Dinah. Una hora atrás tuvo que arrebatarle a la fuerza su tercer cono de helado. Había pensado que a Allyson la mataría tener trillizos; pero llegado ese momento estaba segura de que solo sería Dinah, la mayor de todos, quien lo haría.
—¿Y los demás?
—Los míos persiguen a Dave por el jardín, el tuyo está atormentando a la abuela Em un rato —se burló.
Miró en la distancia donde la pobre Emma intentaba controlar al pequeño terremoto de dos años y mantener una conversación con Jason al mismo tiempo. Pobre.
Jess ya se encargaría de decirles a todos que si tras la fiesta querían arrancar una cabeza debía ser la de Allyson, y la de Penny, obviamente. Sabía que no debía culpar a su cuñada por dejar que la emoción le ganara siempre; por lo que la culpaba era por utilizarla para darle rienda suelta a su emoción.
El encanto de Penny por el hecho de que ella y Allyson estuvieran cruzando el crudo valle del embarazo juntas llegó a su fin de forma definitiva la noche en la que los trillizos llegaron al mundo, pero resurgió cuando, apenas dos días después, Jess se puso de parto.
Así que ahora gastaba su inagotable energía en organizar fiestas de cumpleaños dobles (o cuádruples para el caso) que sacaban lo peor de Jessica.
—¡Ahí están!
Ambas se giraron al escuchar la voz de la susodicha a sus espaldas. Penny llegó hasta ellas con una sonrisa que decía a gritos que no había sacado un cheeto de la nariz de ningún niño, mucho más de lo que Jess podía presumir, y dejó a Dinah, con sus mejillas regordetas y llorosas en brazos de su madre.
—Lloraba por ti. Te extrañaba.
Todos allí sabían que eso no era cierto. Tal vez lo que la pequeña extrañaba era la poca paciencia de su madre, lo que implicaba que si insistía de la forma correcta terminaría con un enorme trozo de pastel más temprano que tarde.
Además de un monstruo tragón, esa niña era todo un genio malvado.
—Amy y Allen se quedaron dormidos hace un rato—agregó Penny, encogiéndose de hombros—, no puedes partir el bizcocho si los que cumplen años están dormidos.

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Y ahora ¿Qué sigue?
ChickLitEl tiempo ha pasado y nuestras peculiares parejas han seguido adelante con su vida. Sin embargo, aun hay cosas que queremos saber y preguntas que quedaron pendientes. Esta es una recopilación de capítulos extras de las novelas de Y ahora qué. Nuest...