Empieza la cuenta atrás.

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Todo giraba a mi alrededor, bueno, más bien la que giraba era yo. Sentía que podía correr, saltar, gritar incluso, y que todo ello se vería bien.

Pero entonces algo sucedió y esa melodía relajada que sonaba de fondo se convirtió en otra aún más fuerte y... ¿Rockera? No sabía bien que estaba pasando, ¿Por qué cambió así de repente? Y aún más importante ¿De dónde venían las dos canciones?

Por un momento estuve bastante segura de que lo que estaba sonando era It's my life de Bon Jovi, no es que no me guste, al contrario, amo esa canción, pero no entendía que sucedía.

Segundos después de esto sentí como un objeto bastante grande pero blandito golpeaba mi cara intencionadamente, y entonces paso lo que mi atacante pretendía en su asalto sorpresa.

Me desperté.

Me quite la almohada con la que fui golpeada de la cara y acto seguido se la lance a mi agresora, Alex, mi compañera de cuarto, hermana de distinta sangre y futura compañera de piso.

La quería sí, pero a veces la mataría con mis propias manos. Empezó a saltar en la cama gritando algo que mi cerebro todavía no era capaz de procesar.

—Jazz despierta ya joder, ¿sabes todo lo que nos queda todavía por hacer? Ni siquiera tienes las maletas preparadas- dijo ella resentida —Bueno, aunque yo tampoco, pero eso nos lo quitamos en media hora.

—¿Maletas? —dije todavía bostezando por la falta de sueño.

Y me acorde, mierda mierda mierda, quien me manda a salir anoche teniendo que levantarme a las 7:30.

—¿¡Qué hora es!? —pregunté a mi amiga sufriendo un pequeño ataque de ansiedad por todo lo que nos quedaba hoy.

—Las ocho, así que levanta tu culo ya de la cama, desayuna, date una ducha, lávate los dientes y en marcha — me ordeno tirándome de nuevo la almohada a la cara.

Volvió a sonar la alarma del móvil, it's my life, ahora entendía el sueño.

—No me hagas volver y arrastrarte por el suelo —amenazó —te advierto que lo haré.

Me levanté arrastras una vez salió del cuarto, fuí hacia el espejo y seguía con la ropa de anoche, no había dormido más de tres horas y eso me molestaba.

Me duché y me cambié lo suficientemente rápido para no hacer volver a Alex a por mí.

Baje las escaleras, para ir a la cocina y en el trayecto dos mini monstruitos se abrazaron a mis piernas como si de un salvavidas me tratase.

—Quietos un segundo —advertí seria a los dos —¿Qué dijimos de ataques sorpresas en las escaleras? ¿Queréis que la jefa se vuelva a enfadar?

Los dos pequeños negaron rápidamente con la cabeza, los iba a echar de menos, amaba sus travesuras y la alegría que le dan a un sitio como éste.

No es que me queje de donde vivo, al revés los últimos quince años de mi vida no podría haber pedido algo mejor, digamos que somos una familia algo particular.

Los mellizos tenían una historia parecida a la mía, solo que ellos se tenían el uno al otro.

—Jazz, te vamos a echar de menos —me dijo Max mientras se absorbía los mocos de la nariz.

—Que nos vayamos no significa que no volvamos nunca más —les dije con cariño —¿Sabéis por qué?
—Los dos negaron a la vez como sí se comunicaran mentalmente.

—Pues resulta que no queremos que la jefa se vuelva loca, y como os conocemos no podemos dejaros solos por mucho tiempo.

—Nos acabaríamos matando —dijo Mark a su hermano comprendiendo lo revoltosos que eran ambos.

Después de pedirles que por favor no volvieran a inundar el cuarto de baño mientras estuviéramos fuera, seguí mi camino.

En la cocina me encontré con Alex, Esme y Amber, me daba pena pensar que no vería estas escenas una vez nos fuésemos, pero si no arriesgas no ganas ¿no? Aunque eso signifique salir de tu zona de confort.

Pero ya no era lo mismo, faltaba uno de nosotros, nuestro líder, Bart, si como el de Los Simpson, era el mayor de todos, y el primero que consiguió una oportunidad de futuro, dolió sí, pero es feliz, y eso nos hace feliz a nosotros.

Por eso no dudamos Alex y yo ni un segundo en aceptar la oportunidad que teníamos, porque allí donde íbamos estaba Bart, un seguro en caso de emergencias, y sí, lo digo en plural, tratándose de nosotras dos juntas en una gran ciudad solas, serían varias las situaciones en las que necesitemos su ayuda.

—Jazz, dile a Alex qué vuestra habitación va a ser mía cuando os vayáis —dijo Amber a modo de berrinche.

No hacía más de dos años y medio que había llegado para formar parte de nosotros y a pesar de su edad se mostró muy madura afrontando su nueva vida y la pérdida auditiva que sufrió.
Nos habíamos quedado cautivados con su alegría.

—¿Qué pasa que todavía no nos hemos ido y ya te estas apropiando de nuestro cuarto? —pregunté divertida a la pequeña.

—Ya no lo necesitáis —dijo la niña mientras se iba corriendo por el pasillo.

Esto provocó un momento de silencio, no un silencio incómodo de los que prefieres evitar, sino un silencio de reflexión.

—¿No os estaréis echando atrás ahora no? —pregunto Esme mientras fregaba las tazas del desayuno de los pequeños —Porque os meto un sartenazo y verás cómo se os quita la tontería.

Alex y yo nos miramos y empezamos a reír, no podíamos parar, ese tipo de cosas eran las que más íbamos a extrañar, lo borde y burra que podía llegar a ser nuestra tutora.

Ambas nos levantamos corriendo y abrazamos a Esme por cada lado, ella río y con las manos llenas de jabón nos apretó hacía ella.

—Eres impresionante jefa —le dije con admiración mientras le plantaba un beso en la mejilla.

—No sabes cómo vamos a echar de menos tus sartenazos —dijo Alex muerta de risa.

—Venga ya niñas separaros, no seáis cursis que se me sube el azúcar —dijo, aunque en la mirada se podía apreciar algo de tristeza por nuestra futura ausencia —eso a mi edad no es bueno, ya sabéis.

No la veía así desde que se marchó Bart. Todos tenemos esas espinitas especiales clavadas en el corazón, incordian sí, pero una vez que las quitas sientes vacío allí donde estuvieron.

Alex y yo nos miramos sabiendo perfectamente lo que tocaba ahora, y sin decir palabra corrimos escalera arriba a repasar lo que teníamos que hacer.

Empezaba la cuenta atrás.

DiscordiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora