Despues de un último abrazo.

57 5 2
                                    

Eran las tres, las tres de la mañana, y no podía creer que nos pasara esto a solo una hora de que saliera el avión, habíamos facturado ya las maletas, y estábamos a puntito de subir a nuestra vía de escape, pero ¿cómo no? Ha Alex y a mí siempre nos sale mal todo.

Le dije a Alex que deberíamos de haber venido solas al aeropuerto, quería a mi familia, pero son un desastre.

-Por favor, señorita, abra las piernas y apoye las manos en la pared -dijo el policía mientras me quitaba las esposas -ahora mismo vendrá una agente a cachearla.

El policía salió de la habitación dejándonos a solas con el que parecía ser el chico nuevo en el cuerpo, por su uniforme impecable, la manera en la que le tembló la voz al decirnos que nos quedaríamos en esta habitación un rato y por como daba vueltas sin parar en círculos.

Lo mejor fue ver como se sonrojaba cuando le giñó el ojo, no era feo, pero demasiado paradito para lo que a mí me gustaba.

A sí, se me olvidaba, os preguntaréis ¿Qué hemos hecho para acabar arrestadas a una hora de que salga nuestro vuelo?

- ¡Voy a pedir la hoja de reclamaciones, y os va a caer una demanda que ni el mejor abogado os libra de esta! -gritó Esme mientras se movía sin parar en aquella silla a la cuál habían esposado.

Porque sí, la jefa también estaba con nosotras, es más, hemos acabado aquí por su culpa.

Le eche una mirada de las que matan, de las que te ponen los pelos de punta porque sabes que algo has hecho mal. Se quedó callada y quieta, aunque seguía resoplando.

Habíamos llegado al aeropuerto a las 2:30 como habíamos planeado, todo había salido a pedir de boca, una vez facturamos se torció todo.

Con nuestras maletas en posesión del aeropuerto y nosotras a puntito de cruzar la puerta de embarque, dónde es de conocimiento común que la familia, acompañantes y personas sin billetes no pueden pasar. Pues se ve que Esme no lo sabía, y una vez le dijeron que no podía pasar, se puso a discutir con la señorita del mostrador.

La chavala llevaría desde a saber qué hora trabajando, deseando de irse a casa, aguantando el turno de noche para que llegara ahora lo que debería ser una adorable anciana para tocarle los ovarios.

Aguantó bastante bien el carácter de Esme hasta que está le tiró todos los papeles al suelo y le rompió la pantalla del ordenador, obviamente iba a llamar a seguridad.

Y allí estábamos las tres, detenidas por desorden público.

Llegó la policía que iba a cachearnos, se puso detrás nuestra y de piernas a cabeza nos registró enteras. Luego llegó el turno de la jefa, dos policías los cuales parecían armarios empotrados por sus dimensiones entraron en la sala, uno de ellos, el que tenía pinta de ruso le quitó las esposas, el otro le puso las manos en la pared y cuando estuvo cada uno a un lado agarrándola, la mujer procedió a cachearla.

¿Quién diría que iban a necesitar tanta seguridad con ella?

Nos hicieron preguntas, del tipo ¿A dónde os dirigís? ¿Qué pretendéis? ¿Sois parte de un grupo terrorista? Y un montón de mierdas más a las que no le veíamos fin.

-Mire señor, de verdad que no pretendíamos armarla de esta manera, es solo que la loca de nuestra madre adoptiva se emociona mucho con estas cosas, y no tiene muy buen carácter cuando tiene que madrugar - intentaba desesperadamente convencer al señor policía -de verdad cree que nosotras tres con la carita de angelito que tenemos ¿vamos a querer darle trabajo a usted?

-Mire vamos a perder el avión hacia nuestro sueño, así que, si es tan amable de dejarnos ir ya, le estaríamos muy agradecidas -dijo Alex desesperada ya.

- ¿Vuestro sueño? -pregunto el hombre frunciendo el ceño. Seguramente en su época habría sido un chico muy guapo, incluso con las arrugas ya formadas en su piel se veía que no estaba mal para su edad. Haría que Esme se lo ligará si no fuera por el anillo de casado que llevaba en la mano derecha.

-Si señor, vamos a perder ese avión si seguimos aquí, y ¡joder! Lo siento no quería decir eso, pero por favor, por favor déjenos irnos ya -dije poniéndome de pie de la desesperación.

El hombre hizo un amago de sonrisa y con un gesto de cabeza dejó que nos fuésemos.

Salimos corriendo y abrazamos a la jefa con todas nuestras fuerzas.

-Te quiero, te quiero, te quiero muchisisisisisisimo -dije a la viejita.

-Cuida de todos, no dejes que monten una anarquía sin nosotras - terminó de decir Alex.

-Tened cuidado -nos insistió Esme -no os metáis en líos, corred que llegáis tarde.

Y así después de un último abrazo, corrimos hacía elavión.



DiscordiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora