Capítulo 4

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» Jaden «

Son las once de la mañana cuando mis clases terminan. Emocionado, erecto y caliente; salgo despavorido del salón en busca de Maya a la cafetería donde trabaja a medio tiempo. Mi turno en el bar empieza a las ocho de la noche hoy, por lo tanto, creo que podría cobrarme el dolor de huevos que padecí anoche follando a Maya toda la tarde. Ni siquiera pude dormir bien, joder ¿y quién lo haría? Pasé parte de la madrugada con una mano sosteniendo el teléfono, la otra en mi polla y mi boca babeando con esa condenada foto que me mandó.

¿De verdad ese es el cuerpo de la chica a quien llamé hermanita menor todos estos años?

Soy un jodido imbécil, pero bueno, en aquel entonces Maya y yo éramos apenas unos niños. Todavía recuerdo el día que la conocí cuando tenía nueve años, recién nos habíamos mudado a ese barrio pintoresco a las afueras de Portland cuando una tarde; mientras jugaba a los Hot Wheels en el patio trasero, escuché una fuerte discusión y el llanto de una niña que provenía de la casa de al lado, minutos después una chica de mi edad salió corriendo mientras lloraba desconsolada y yo, como buen metiche que soy, la seguí.

Sí, nos conocimos esa tarde, sequé sus mejillas y le juré que ella era una niña buena, no mala como su padre y madrastra le decían constantemente. Ella me contó que su madre se cansó del trato machista y las infidelidades de su esposo y se fue con su amante, dejándola atrás sin importar lo que fuera de ella. Aquella niña de ojos color miel, tiernas pecas y cabello negro como la noche era físicamente idéntica a su madre y por esa razón su padre creyó que podía desquitarse con ella el dolor de su traición, sin olvidar que la perra con la que se casó poco después se aprovechaba de eso para humillarla.

Poco a poco nos fuimos acercando más y en la escuela, así como en la secundaria, estuvimos siempre juntos. La atracción se desarrolló en la preparatoria, pero... no me sentí bien sintiendo esto por ella. Nos habíamos jurado una noche mientras observábamos las estrellas en el tejado de mi casa que siempre seríamos amigos, que estaríamos en las buenas, las malas y las peores, y que nuestra amistad estaría siempre por encima de todo.

Sí... lo de «siempre seríamos amigos» me pesó en el alma cuando de repente soñé con mi mejor amiga desnuda en mi cama y desperté en medio de la noche con la polla dura como un poste.

Eso era traicionar nuestra amistad ¿cierto?

Pero ahora las cosas son diferentes, digo, continuábamos siendo amigos, solo que ahora podía poner mis manos en ese cuerpo sensual y exuberante todas las veces que yo quisiera, y malditamente deseaba hacerlo un millón de veces. Joder, Maya es sexy. Condenadamente caliente. Todavía estoy soñando con ese coño, en como gimió mi nombre, como sus tetas gloriosas se movían al ritmo de mis acometidas y como se vino con mi polla en lo más profundo de su coño sedoso.

Mi polla salta en mis pantalones al recordar cómo la jodí, y ya no puedo esperar un minuto más para enterrar mi lengua en esa raja húmeda y dulce que tanto clama por mi atención. Con ese pensamiento en mente salgo a la acera en busca de un taxi que me lleve primero a una tienda por condones y luego por ella.

Por mi follamiga.

― ¿Jaden? ―Cierro mis ojos cuando esa voz suave llega a mis tímpanos. Esa voz suave que muchas veces me gritó y reclamó, que en tantas ocasiones hizo mierda mi orgullo al ponerme en ridículo frente a mis amigos y desconocidos.

Doy media vuelta y fuerzo una sonrisa en mis labios cuando la veo delante mí. Kendra es una chica hermosa, con un aire inocente y sencillo que cautiva a cualquiera... cómo me pasó a mí. Tiene estos enormes ojos verdes, largo pelo rojo natural y tenues pecas, apenas perceptibles, sobre sus pómulos y nariz.

Follamigos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora