Capítulo 7

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» Maya «

Finjo interés en las indicaciones que dice el profesor acerca de un trabajo de investigación para dentro de dos semanas y miro al otro lado del salón, a él, al que será por siempre el amor de mi vida. Lo veo morder el bolígrafo, anotar algo en su libreta y fruncir el ceño cuando mira a Ian.

Suspiro.

Todavía no puedo creer que durmiéramos juntos el otro día en su piso, que amaneciera rodeada en sus brazos, en su olor, su calor. Habíamos quedado en no dormir juntos y, sin embargo, lo hicimos sin importarnos una de las cláusulas de nuestro trato, bueno, yo rompí también otra regla, solo que él no lo sabe y espero que no lo sepa. Aun así, lo más sorprendente fue haberme pedido que me quedara en lugar de exigirme que me fuera. Eso... hizo a mi corazón nadar en nubes y mariposas que revoloteaban mientras nos miraban follando. Porque sí, follamos muchas veces más a lo largo de ese día en toda la extensión de su apartamento.

Había soñado tanto con eso que todavía no podía creérmelo.

O sea, no fue la gran cosa, algunos dirán: ¡pero solamente durmieron! No obstante, para mí fue mucho más de lo que alguna vez imaginé que llegaría a pasarme, y la constante sonrisa estúpida en mi cara era la prueba; tanto que hasta Kelsey lo había descubierto.

―Jaden debe de ser tremendo polvazo para que tengas esa cara ―dijo mirándome, sonriendo y mordiendo su labio cuando vio que llevaba más de una hora sin pasar la página del libro que estaba leyendo, pero que en realidad no leía.

Me ruboricé.

―No digas tonterías ―Acomodé mis lentes y pasé la hoja, intentando concentrarme en mi libro de Anatomía Descriptiva.

La escuché suspirar.

―Maya, los vi ―Levanté la cabeza con los ojos abiertos de par en par. Al verme tan asustada, Kelsey se carcajeó―. No pongas esa cara, estaba cerca y vi cómo te metía la lengua hasta la garganta y después te arrastraba hasta el baño. Debo decir que me puse cachonda, la atracción sexual que hay entre ustedes llegó hasta nuestro lugar.

―Kelsey ―susurré arrojando el libro al otro sofá―. No puedes decirle a nadie, por favor. No se lo digas a nadie.

Ella arrugó la frente.

― ¿Por qué?

Se lo expliqué, contándole nuestro extraño acuerdo y las reglas que nos impusimos, sus labios formaron una enorme o cuando le conté algunos detalles jugosos que pidió a cambio de su discreción.

― ¿Te digo lo que opino? ―Asentí―. Quitarse la ropa junto con los sentimientos es lo que menos han hecho.

Un suspiro salió de mis labios.

―Lo sé y me cuesta contenerlo. Él es tan increíble.

―No lo digo solo por ti, lo digo también por él.

Mis cejas se dispararon hacia arriba cuando ella mencionó eso.

―Él siente por ti, Maya. Tal vez no lo sepa, tal vez no es consciente, pero es así.

Negué, riendo de mi desgracia. Hemos estado juntos por años y nunca dio señales de que sintiera algo por mí, quiero decir, es cierto que nos estamos acostando, pero eso no quiere decir que su corazón vaya incluido en el paquete.

―Ya lo verás, nena ―musitó poniéndose de pie y guiñándome el ojo―. Cuando esta cosa de follamigos les estalle en la cara lo sabrán.

Follamigos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora