Luna nueva

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     —¡Demonios, llegaré tarde al trabajo!
     Sung Yeol aventó su cobija y un escalofrío recorrió su cuerpo. La temporada invernal estaba en todo su apogeo y esa mañana era particularmente fría. Se cambió de ropa y se dirigió a la cocina. Tomó un par de rebanas de pan y les untó mermelada, se los metió casi enteros a la boca y luego le dio un par de tragos a su café caliente. Buscó sus llaves, su celular, guardó su cartera y, acomodándose su abrigo, abrió la puerta de la casa a tropezones, y por poco pisa al gatito negro que se encontraba acurrucado sobre el tapete de la entrada.
     —¡Ey, casi te aplasto! —exclamó frunciendo el ceño; luego chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza antes de salir corriendo.

...

Sung Yeol volvió al anochecer. Se había quedado horas extras y pasó a comprar comida china ya que se sentía muy cansado e incapaz de cocinar. Sacó sus llaves para abrir la puerta y de nuevo vio al pequeño minino acurrucado en el mismo lugar.
     —Oye, ¿qué no tienes casa? —El gatito levantó su cabeza y Sung Yeol sonrió al ver sus ojos negros, inclinándose para cargarlo—. Eres muy lindo. —Lee volvió a sonreír y entró a la casa con el animalito entre sus brazos.

◇◇

Varias semanas pasaron y Sung Yeol estaba feliz de haber adoptado al gatito. Ya no se sentía sólo y sabía que lo estaba queriendo demasiado. Todas las noches dormía con él y sentía que su calor lo reconfortaba; le era indescriptible la manera en que el pequeño peludo le despertaba infinidad de sentimientos.
     —Myunggie, vamos a dormir —dijo Sung Yeol y el minino se acercó a él, restregándose contra sus largas piernas mientras maullaba. Sung Yeol se agachó y, luego de tomarlo entre sus brazos, se deslizó bajo la cobija y Myung hizo lo mismo—. Buenas noches —susurró el muchacho, acercando sus labios hasta la cara de su gatito para darle un dulce beso.

Por la mañana, Sung Yeol se removió sobre el colchón y entreabrió los ojos, notando una negra y alborotada cabellera bajo su barbilla. Frunció el ceño, desconcertado, y en el momento en que se dio cuenta de que era un chico el que estaba dormido junto a él bajo las mantas, salió de un salto de la cama mientras se llevaba una mano al pecho, asustado.
     El muchacho de cabello oscuro se despertó por el repentino movimienro y se incorporó sobre el colchón, aún adormilado.
     —¡¿Q-quién eres?! ¡¿Qué haces en mi cama?!
     El extraño chico se talló los ojos y Sung Yeol se sonrojó al verle.
     —Sung Yeol, soy yo..., Myunggie.
     El nombrado abrió más los ojos y cayó al piso, conmocionado. El muchacho sobre la cama le miró y bajó del colchón para acercársele. Sung Yeol tragó saliva y sus ojos se abrieron de par en par.
     —E-estás... des...desnudo...
     El de cabello negro parpadeó y se agachó frente a Lee.
     —Qué tonto eres. En mi forma humana no tengo pelo —dijo mientras apretaba suavemente con un par de sus dedos la nariz de Sung Yeol, quien, al ver al otro tan cerca, sintió sus mejillas más calientes de lo normal.
     —¡Eso no explica qué demonios sucede aquí! —replicó, confundido. El muchacho le sonrió, alejando los dedos de su rostro y Sung Yeol se puso nervioso.
     —Yo tampoco sé lo que pasa. Solamente recuerdo una voz en mi cabeza que me hizo venir hacia ti.
     Myung se acercó más a él y Sung Yeol sintió que su corazón saldría de su pecho cuando, sin esperarlo, el chico juntó sus labios con los suyos en un tierno y corto beso.
     —Oye, ¿cómo sabes mi nombre? —preguntó con curiosidad, pero para Sung Yeol fue imposible entender sus palabras por lo conmocionado que estaba por el beso.
     Fue su primer beso.
     Ese muchacho no sabía lo que había hecho.
     —¿P-por qué... me... b-besaste? —tartamudeó con las mejillas enrojecidas y su corazón latiendo descontrolado. Myunggie le miró, enarcando una ceja.
     —¿No puedo?
     Sung Yeol parpadeó.
     —¡No! D-debiste pedirme permiso para hacerlo.
     —¿Permiso?
     Lee asintió rápidamente.
     —¿Y por qué? Tú me besas todo el tiempo y no me pides permiso. Lo haces cuando despiertas por las mañanas y antes de irte a dormir. Cuando me alimentas, cuando me acaricias, cuando me abraz-...
     Sung Yeol le interrumpió, poniendo la palma de su mano sobre la boca del muchacho mientras abría los ojos con desmesura. Su cara enrojeció como un tomate y observó cómo Myung intentaba sonreír pero, en su lugar, sintió la punta de su húmeda lengua rozar la piel de su mano.
     Una corriente eléctrica recorrió la espalda de Sung Yeol y sintió que su corazón aceleraba aún más sus latidos. Mordió su labio inferior cuando retiró la mano, sujetándola con la otra y poniéndolas sobre su pecho.
     —Aún no me dices cómo es que sabes mi nombre —señaló con insistencia y Sung Yeol se tensó cuando el de cabello negro se volvió a acercar a él.
     —N-no lo sabía... Ese nombre me gusta mucho...
     Myung parpadeó algunas veces.
     —A mí también —aseguró el chico con una enorme sonrisa mientras se ponía de pie. Sung Yeol le observó con curiosidad y no pudo evitar desviar sus ojos hacia la entrepierna del muchacho; pasó saliva con dificultad y luego apretó los párpados, avergonzado.
     —¿P-podrías ponerte algo de ropa? —inquirió con voz temblorosa. Se levantó del suelo y luego se acercó a su guardarropa; abrió algunos cajones y sacó varias prendas.
     —No las necesito. En unas horas volveré a ser un lindo gatito.
     —Entonces, supongo que no tienes frío sin tu pelaje —mencionó Lee con ironía, y el otro chico abrió más los ojos antes de sentir su piel erizarse. Tomó la ropa que le ofreció y luego observó a Lee dirigirse a la cocina.
     Sung Yeol sacó un cartón de leche de la nevera; tomó dos vasos de vidrio y los llenó con el blanco líquido. Miró a Myung salir del cuarto y, poniéndolos sobre la mesa, le indicó con la mano que se acercara.
     —¿Hoy no irás a trabajar? —preguntó el azabache una vez que se acomodó en una de las sillas alrededor de la pequeña mesa.
     —No. La librería cerrará por dos días para hacer inventario.
      El de cabello negro asintió y después sujetó uno de los vasos para empezar a beberse el contenido. Sung Yeol se sentó frente a él y le imitó, sonriendo al dejar el recipiente vacío en la madera.
     —Oye, ¿cómo está eso de que una voz te hizo venir hacia mí? —cuestionó Lee demasiado interesado. Myunggie terminó de beber y parpadeó algunas veces.
     —Bueno, en realidad, no recuerdo de dónde vengo. Sólo aparecí frente a tu puerta antes de que tú salieras aquella mañana y me encontraras.
     —Y, ¿eso qué significa?
     —Mmm... Tampoco lo recuerdo. Pero sí sé que me transformo en humano cuando hay luna nueva.
     Sung Yeol frunció el ceño, confundido.
     —Pero faltan varios días para que eso suceda.
     —Oh... Entonces otra cosa debió transformarme —dijo Myung restándole importancia. Empezó a jugar con los vasos vacíos y Sung Yeol le miró, con extrañeza, luego abrió los labios para seguir con las preguntas pero, algunos golpes en la puerta principal le hicieron levantarse de la mesa.
     —¡Hola! —saludó con alegría el apuesto muchacho que yacía parado bajo el marco de la entrada. Sung Yeol se sorprendió y le miró adentrarse a su casa con rapidez.
     —Sung Jong, ¿qué haces aquí? —cuestionó, nervioso.
     —Ya que no vamos a ir a trabajar, ¿por qué no vemos una película? —mencionó su amigo después de acomodarse en el sofá y encender el televisor. Segundos después observó cómo Myunggie se sentaba a su lado, acercándosele para mirarle. Sung Jong abrió más los ojos y se sorprendió con el muchacho.
     —¿Quién eres tú? —preguntó entrecerrando los ojos.
     —Mejor dime, ¿quién eres tú y qué haces en la casa de Sung Yeol? —cuestionó de regreso el de cabello negro, mirándole retadoramente.
     Los chicos se quedaron con los ojos clavados entre sí hasta que Sung Yeol les detuvo con un ligero carrapeo.
     —Sung Jong, él es... es...
     —Soy Myung Soo —completó el azabache después de regresar su vista al intruso.
     —Myung Soo, él es Sung Jong. Es mi mejor amigo y compañero de trabajo.
     —¿Mejor amigo? —inquirió haciendo una mueca.
     —Sí. Soy su mejor amigo —repitió Sung Jong con suficiencia —Y tú, ¿de dónde conoces a Sung Yeol?
     —Yo...
     —Myung Soo es un viejo amigo de la infancia —interrumpió Sung Yeol—. Nos pusimos en contacto y ha venido a visitarme —sonrió, nervioso, deseando que Sung Jong le creyera.
     Myung Soo miró al mayor y enarcó una ceja mientras negaba lentamente con la cabeza.
     —Le prometí a Myung Soo enseñarle la ciudad y estaremos muy ocupados todo el día.
     Sung Yeol se aproximó a Sung Jong y, sujetándole de un brazo, le levantó del sillón para llevarle hasta la entrada de su casa, sacándole de ésta. Su mejor amigo parpadeó con sorpresa y observó a Myung Soo dibujar una socarrona sonrisa.
     —Lo siento, Sung Jong. Te veo después, ¿sí? —dijo el mayor antes de cerrarle la puerta en la cara. Sung Yeol suspiró y luego se acercó de nuevo al sillón donde Myung Soo se había acurrucado, dejándose caer en él y soltando un gran y sonoro suspiró—. ¿Y ahora qué se supone que haré contigo? —Myung Soo le sonrió con simpatía y Lee se sintió sonrojar.
     —No te preocupes, en unas horas más regresaré a ser un gato.
     Sung Yeol frunció el ceño.
     —¿Estás seguro?
     Myung Soo asintió, aproximándose a su dueño para frotar su cara en el hueco de su cuello. Sung Yeol se estremeció y le tomó de los hombros para alejarle un poco.
     —¿Qué pasa? —Myung Soo hizo un puchero.
     —N-nada... Tu cabello me hace cosquillas. —Lee le dejó ir, suspirando profundo, y Myung Soo dibujó una sonrisa un tanto malvada, pero Sung Yeol no se percató de eso—. Si te transformas sólo con la luna nueva ¿por qué lo hiciste hoy? —cuestionó Sung Yeol, retomando la pequeña sesión de preguntas que había comenzado esa mañana por la sorpresa que le dio el de cabello negro. Miró al muchacho con un deje de duda y éste suspiró con lentitud.
     —La verdad, no lo sé. Pero si llego a descubrir algo, no dudes de que te lo diré enseguida —respondió Myung Soo mirándole con algo parecido a la sinceridad.

Soy yo... | MyungYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora