2. EL EXPRESO DE HOGWARTS

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La habitación de Remus Lupin estaba hecha un desastre. Había un montón de libros apilados en una esquina, un baúl abierto que ocupaba todo el espacio que había entre la cama y el guardarropa, una varita tirada encima de la almohada junto con su ropa limpia, un tintero roto en el suelo y varios pergaminos esparcidos en donde sea que Remus mirara. –¿Dónde está la puta insignia? –refunfuñó con frustración. Había pasado la última media hora buscando la insignia y sólo había conseguido desordenar su habitación.

Resignado, Remus decidió recoger los pergaminos y limpiar el desastre ocasionado por el tintero. Cuando fue a la cocina por un trapero, pensó que probablemente, él era el único prefecto en la historia de Hogwarts que había botado su insignia antes de empezar el curso. El pensamiento le causó gracia, ya que se imaginó yendo donde la profesora McGonagall con cara de vergüenza, y se imaginó diciéndole que había perdido su insignia. McGonagall me va a matar, concluyó.

Cuando volvió a su cuarto, encontró una carta yaciendo encima de su ropa, por lo que la cogió y la miró. Reconoció la letra de Sirius de inmediato, así que la hizo a un lado. No quería leerla, pues le había enojado que Sirius no le hubiera escrito durante las últimas dos semanas. ¿Qué pudo haber estado haciendo como para no tener diez minutos para escribir una carta diciéndole que estaba bien?

Molesto, recogió los vidrios sueltos del tintero, limpió la tinta del suelo, y terminó de empacar las cosas en su baúl. Cuando se acostó en la cama, no pudo conciliar el sueño. Se dio cuenta que estaba ansioso, ya que dentro de unas horas estaría abordando el tren del colegio, y empezaría su quinto año en Hogwarts. Lo que significaba que tenía que cumplir un papel de prefecto que no se merecía, porque según él, no era una persona caracterizada por seguir las normas. Además, le preocupaba que dentro de poco sería la próxima luna llena y le aterraba el hecho de convertirse en eso. Con resignación, Remus se levantó de la cama y decidió leer la carta de Sirius.

Querido Lunático:

Perdona que no te haya escrito durante estas dos semanas. Estaba castigado. Ya sabes cómo son mis padres. No veo la hora para poder irme de esta casa, los odio.

En fin, leí tu última carta y no sé cómo sentirme respecto al hecho de que ahora eres un prefecto. No sé si debería felicitarte o darte mi más sincero pésame. Como soy yo: Lunático, en serio lamento mucho que te haya pasado esto a ti. La vida no es justa y me entristece saber que las cosas malas le suceden a personas tan bellas como tú. Sé que no se puede hacer nada para cambiarlo, pero siempre me tendrás como tu apoyo. Cada que mires la P de prefecto en tu túnica y quieras llorar, sabes que podrás buscarme.

Att: Sirius (lo más lindo de tu life, tu amor platónico, irónico, ilógico, oh, oh, oh)

Psd: ¡Estoy ansioso de verlos en el tren!

Remus se sintió culpable porque se había enojado con Sirius sin razón. Pues cuando Sirius estaba castigado, sus padres le prohibían cualquier tipo de comunicación externa, así que literalmente no había podido escribirle. Con remordimiento, volvió a leer la carta y sonrió. Sirius era muy arrogante, además, era consciente de que era físicamente atractivo. Por lo tanto, le gustaba molestar a las personas diciéndoles que estaban enamoradas de él en secreto, pero que nunca podrían tener una oportunidad con él.

En el caso de Remus, todo lo que pensaba Sirius era cierto, porque en primero, Sirius sí era lo más lindo de su vida. En segundo, Sirius sí era su amor platónico, irónico e ilógico; por lo tanto, se podía concluir que Remus sí estaba enamorado de Sirius en secreto. Lo peor de todo, es que Sirius también tenía razón en una última cosa: Remus nunca tendría una oportunidad con él.

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