Es un cuento escrito en Diciembre del 2012 en un periodo exacto de una semana.
Es una pequeña historia que resalta la importancia de nunca dejar de imaginar ni de soñar ya que nos permite huir por momentos de la vida real donde nuestra mente es cap...
Días después mis ojos comienzan a ver la realidad. Mis manos comienzan a sentir. Nuevamente vuelvo a vivir.
-Doctor, doctor.- Se escucha venir una voz gruesa que me estremece de miedo, comienzo a patalear y querer correr, dejo de ver borroso y la primer sorpresa que veo es a mi padre, mi padre parado frente a mi llorando cascadas de agua salada, agua salada que nos hizo sacar a mi madre y a mi durante varios años, me quedo paralizado observándolo pues lo desconozco por completo. Mi padre no es así, simplemente no lo es. Los doctores me tranquilizan y la reacción más extraña que había visto en mi padre fue que corrió hasta mí a abrazarme. Sus lágrimas humedecían mis mejillas, su piel rosaba la mía, sus labios se plantaban en mi frente. ¿Qué le sucede?, ¿por qué actúa así?.
-Perdóname hijo, perdóname por favor.- Sus gritos de tristeza invaden mi corazón y junto con él me eche a llorar.
Mi madre entra por la puerta y al verme sentado abrazando a papá tira los platos de plástico que al parecer tenían comida y corre hacia nosotros. Ahora los tres lloramos y para decir verdad hasta uno de los doctores lo hacía.
-Hijo mío, gracias por quedarte conmigo.- Me lo dice mi madre sin dejar de darme besos por todo mi rostro.
-Señor, ¿puedo hablar con usted?- Le dice el doctor que intentaba hacerse el fuerte mientras se eliminaba una de las lágrimas con la manga de la bata.
-Si claro, ya voy.- Mi padre retira sus caricias de mí y sale de la habitación con el doctor.
-Mamá.- Le susurro a mi madre que no dejaba de acariciar mi pelo.
-¿Qué sucede hijo?-
-¿Qué fue lo que pasó?-
-¿No recuerdas nada?-
-No, nada. ¿Qué hago en este lugar?- Le pregunto a mi madre confundido.
-Es un hospital, te trajimos aquí después de tu accidente.-
-¿Accidente?- Reacciono sorprendido.
-Sí, caíste por un barranco lleno de piedras.-
A mi mente se me vienen las últimas imágenes que podía recordar y los dolores que sentía.
-¿Por qué mi padre actúa así?-
-Él fue quien te encontró, al parecer se encontraba bebiendo por ese lugar.-
-Increíble.- Le digo a mi madre.
-Es más increíble que sigas vivo hijo mío.-
-FE madre, solo eso, FE es lo que mantiene vivo hasta lo que poco a poco agoniza.-
Nuevamente mi padre entra a la habitación, pero no parece estar ebrio.
-¿Hijo, puedo abrazarte?- Me pregunta llorando.
-Las veces que quieras papá.-
Corre hacia nosotros y abraza a mi madre y después a mí, nos llena de besos extraños pero verdaderos.-
-He pedido disculpas a tu madre y ahora te las pido a ti, he cambiado y esta vez es real.- Lo dice mientras se aparta de nosotros jugando con los dedos con demasiado nerviosismo.
-Si tu cambio es verdadero, no hay nada que disculpar.- Se lo digo llorando.
-TE AMO HIJO Y SIEMPRE ESTARÉ AQUÍ PARA CUIDARTE Y PROTEGERTE DE TODO MAL.-
Tras escuchar esas palabras me quedo congelado frente a él, observo su rostro y me doy cuenta de lo que siempre había ignorado. ¿Pero era necesario que sucediera algo así para que se diera cuenta del mal que hacia?. No lo sé... Pero parece ser que en esta vida todo funciona así.
-¿Cristóbal?- Se lo digo sonriendo.
El solo se queda parado frente a mí confundido, me pongo de pie encima de la camilla y corro hacia él, al llegar al extremo doy un salto y la abrazo con demasiada fuerza.
-TE AMO PAPÁ, TE AMO.-
Era increíble la sensación que sentía en mi corazón, pues por primera vez ambos sentíamos afecto el uno al otro.
Al salir del hospital le pido a mi padre que me lleve al lugar del accidente, accede sin que se lo diga dos veces, mi madre nos acompaña con un canasto de fruta que uno de los doctores nos había obsequiado. (El llorón de la bata). Comenzamos a caminar por la ciudad camino al barranco.
-Feliz Navidad.- Las personas amablemente nos lo decían mientras caminábamos por las coloridas banquetas.
-Feliz Navidad.- Contestaba con felicidad mientras mis padres lo repetían si tan siquiera entenderlo.
-¿Qué es eso de navidad?- Me lo pregunta mi padre.
-Es el día más hermoso de todos. Donde lo más bonito del mundo se puede reunir y eso es amor, felicidad, fe, caricias, abrazos, el perdón, etcétera.-
-Bien, pues feliz navidad hijo.- Me frota la cabeza con su mano.
Probablemente para ellos ya sea muy tarde explicarles lo que es navidad, pero cada veinticuatro de Diciembre trataré de hacer algo que nos mantenga unidos para yo siempre recordarlo.
Al estar en el sitio del accidente veo la gran altura por la que caí.
-Yo me encontraba a varios metros de este lugar, pero las llamas amarillas de aquel árbol sobre esa montaña me hicieron querer ver que era lo que sucedía, camine sin dejar de verlo, de inmediato, justo antes de dar otro paso y caer al vacío del zanjón se apagó, al ver el peligro en el que estaba retrocedí pero el cielo comenzó a iluminarse y de inmediato la luna ilumino tu pequeño cuerpo tirado en ese lugar, la borrachera se desapareció y como pude te saque de allí y te llevé al hospital.- Me cuenta mi padre mientras me señalaba cada lugar de los hechos.
Simplemente sonreí, pues sabía bien a quien agradecerle.
-¿Podemos ir aquella montaña?- Se los pido emocionado...
Al llegar al lugar la paz que siempre sentía al estar con mi gran amigo se hace notar. La Giraluna seguía radiante a pesar de que era de día. Mi corazón comienza a latir sin parar, me inclino de rodillas ante la majestuosa montaña y cierro los ojos.
Poco a poco me comencé a dar cuenta que Cristóbal, mi amigo, era producto de mi imaginación. Que era lo que yo siempre soñaba, lo que siempre quise que fuera mi padre. A la hora de que este fascinante dragón se despedía de mí, él ya sabía que el sueño que tenía se haría realidad, por tal motivo lo dejaría de necesitar pues mi padre ahora era mi dragón quien siempre me cuidará de todo mal.
Tomo de la mano a mi padre y a mi madre y con voz de felicidad les digo...
-Madre, Padre... MI MONTAÑA ES UN DRAGÓN.-
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