Capítulo X.

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Hinata sumergió ligeramente un pedazo de pan en su tazón de sopa de callos e intentó mantenerse despierta. Estaba demasiado cansada para comer; demasiado cansada para hacer algo más que mirar cómo el pedazo de pan se empapaba tanto como para mantenerse unido y se hundía en el caldo. Una tira de callos, perturbada en su sueño en el fondo del tazón, subió a la superficie. Por un momento Hinata se encontró súbitamente alerta, recordando el horror del monstruo de la entrepierna mientras surgía del agua del baño.

—¿Se siente usted bien? —preguntó la hermana Chiyo del otro lado de la mesa, donde terminaba su propio tazón de sopa.

Hinata forzó una sonrisa sobre sus labios.

—Estoy bien. Solamente cansada.

Los acuosos ojos azabaches de Chiyo parpadearon con preocupación.

—Luce pálida, mi querida, y hay sombras bajo sus ojos.

—No he estado durmiendo bien —Hinata habló a través del bostezo que estiraba su boca—. Solo... necesito... tomar una siesta.

—Quizá debería acostarse.

—Es media tarde.

—¿En serio? —preguntó Chiyo un tanto sorprendida—. Creí que era más tarde. Pero debería descansar. Se enfermará. Acuéstese, niña.

Hinata rió y asintió, aunque fuera a seguir el razonable consejo. Podía tomar una siesta en el jardín o sobre el asiento de una ventana en el gran salón, pero no se acostaría en su propia cama cuando estaba tan fatigada. Hacer eso sería arriesgarse a quedarse dormida por el resto de la noche. Tenía otros planes para la noche.

Durante cuatro noches, hasta ahora, se había quitado el collar de alrededor de su cuello antes de arrastrarse a la cama, y luego se había mantenido despierta, durante todas las horas de oscuridad, forzándose a mantener los ojos abiertos no sea que el demonio viniera. Quería hablar con él, y averiguar qué parte había jugado él en ese terrible sueño. Quería saber por qué él había venido a ella, entre toda la gente. Estaba segura que la respuesta tendría algo que ver con el collar.

Hasta ahora, sin embargo, no vio ni sintió al demonio, y como noche tras noche seguía sin una señal suya, comenzó a preguntarse si volvería alguna vez.

Ni siquiera el demonio quiere pasar tiempo conmigo, dijo la parte solitaria de ella.

Si fuera completamente honesta consigo misma, lo cual no quería ser, aun cuando podía oír la verdad susurrando en su interior, debería admitir que no era realmente un interrogatorio lo que quería hacer con el demonio. No quería decirle que se mantuviera alejado, tampoco; eso sería bastante fácil de hacer con solo ponerse el collar.

No, lo que realmente quería del demonio era un poco de compañía.

¡Loca, para querer compañía de un demonio! Sí, estaba loca. Pero después de las ásperas palabras de Sakura, no se sentía capaz de tener compañía humana. Estaba incómoda rodeada por los criados de un modo que nunca antes había estado, y se preguntaba cada vez que hablaban entre ellos si estarían susurrando sobre ella. No había nadie más: Sakura la odiaba, y la hermana Chiyo... bueno, el interés principal de la hermana Chiyo parecía ser el que tomara siestas.

Hinata vio que la hermana Chiyo se había quedado dormida otra vez. Su barbilla descansaba sobre su pecho, y un poco de callos se adhería a la parte anterior de su traje negro. Hinata sintió de pronto un fuerte anhelo por el modo en que Chiyo solía ser: alerta y atenta, y poseída de una sabiduría simple que atraía a otros. Chiyo era una persona totalmente buena.

El demonio era malo. Era demoníaco; no era bueno. Él probablemente pensaba que eso era un buen modo de ser, también. A diferencia de Hinata, él no estaría sobre su cama gimiendo porque nadie gustaba de él. Él no se sentiría solo y no amado. ¿Qué le importaba?

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