Capítulo IV

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De muy mal humor, Sasuke salió del plano del Mundo Nocturno y aterrizó en el balcón de lo que esperaba fuera la recámara de Hinata. Había viajado una gran distancia a través de las montañas buscando este lugar, y esperaba que el maldito sol no diese una vuelta incorrecta tras aquella última fortaleza llena de borrachos.

Las paredes blanqueadas del castillo brillaban suavemente en la noche, un puñado de perlas encima de una manta de neblina. Una pesada niebla oscurecía los valles entre los picos de las montañas, haciendo que el Castillo Rosu se viera como si existiese en un mundo propio, únicamente con el cielo nocturno por encima y algunas cimas de montañas como islas en la lejanía. Era un paisaje hermoso, que satisfaría el gusto de todos los que pertenecían al Mundo Nocturno, pero todo lo que Sasuke podía ver era el tiempo que había perdido la intentando encontrar este lugar.

Le había tomado cada una de las horas iluminadas por la luna, luego de haber dejado a Kiba y a la muchacha la noche anterior, hasta el momento actual, lograr detectar el lugar donde Hinata había sido ocultada. Los seres del Mundo Nocturno tenían que moverse a través de la tierra durante la oscuridad de la noche y no podían estar presentes en un territorio donde el sol brillase. Esto había significado diez horas en otros países y tierras extranjeras, donde no podía hacer nada para descubrir lo que Kiba se llevaba entre manos.

En cambio, había escuchado a súcubos e íncubos chismeando acerca de Karin y su estado mortal. Les gustaba espiarla por la noche, observando como ella intentaba seducir al estúpido príncipe al que había sido condenada a servir durante un mes. Al parecer el príncipe no aguantaba ninguna de sus travesuras.

Las noticias solo habían profundizado la cólera de Sasuke hacia Kiba y sus tardanzas.

Convertirse en mortal había sido el plan de Sasuke. ¿Cómo había terminado por ser Karin la que experimentara con ello primero? Y de acuerdo con los rumores, ella se encontraba atada a aquel mago con el que vivía. Si Sasuke no se apresuraba y obtenía su propio cuerpo, Karin podría no querer abandonar a su príncipe y venir a vivir al cuerpo de Hinata como reina a su lado.

Incluso mientras pensaba esto, parte de él dudaba acerca de lo que realmente deseaba.

Apartó el pensamiento. Había ideado un plan e iba a atenerse a él. ¡Kiba no iba a llevarse la mejor parte de él sin nada a cambio!

Sasuke ya podía sentir la llamada del círculo de convocación de Kiba, a más de doscientas millas de distancia. Kiba lo esperaba. Se sentía agradecido que el bastardo mentiroso no supiera la verdad: que mientras Sasuke era incapaz de evitar un círculo siempre que lo deseara, el maldito realmente tenía el control si él daba un paso dentro de uno. Sí, había un tirón que le emplazaba a contestar sobre todo ahora que Kiba conocía y usaba el nombre de Sasuke, pero podía ser resistido.

Sasuke no tenía ninguna intención de conversar con Kiba hasta que hubiera visto a Hinata.

Kiba no había estado ni la mitad de preocupado acerca del bienestar de su novia de lo que debería haber estado, y Sasuke tenía la intención de averiguar por qué.

Las ventanas de cristal de la cámara de Hinata estaban abiertas para permitir el paso del aire nocturno, el cristal reflejando los tímidos rayos de luz de la luna. Sasuke subió fácilmente por uno de los cristales abiertos y entró en la gran habitación.

Las paredes en el interior habían sido blanqueadas, y estaban adornadas con vigas de roble y tapicerías descoloridas. Mantas de piel de cordero y oso habían sido colocadas sobre el piso de tablones, así como varias sillas pequeñas, una mesa, una mandolina, y una cesta de costura. Una criada dormía sobre una plataforma estrecha en el suelo, su mente soñadora emitía una tranquila corriente que emanaba satisfacción sexual. Ella, al menos, no era una mujer casta.

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