Prólogo

427 23 9
                                    

Branding

Dos golpes secos irrumpieron el sonido de la nada y tras recorrer cada punto de aquella fría sábana, un tercero terminó de convencerme para separar los párpados, abandonando así aquella tranquila oscuridad.

Mil batallas en mi cabeza hacían replantearme, como cada mañana, si estaba en el camino correcto y si esa rutina en la que estaba sumergida se podía llamar vida. Creo que todo el mundo alguna vez pasa una etapa en la que se pregunta si está donde quiere o donde debe estar. En este punto me encontraba yo, pero por suerte o por desgracia, ni los exámenes ni la presión familiar me daban tiempo para pensar en ello más allá de los primeros minutos del día.

En medio de este caos interior, apoyaba los pies en el suelo y me disponía a encarar al espejo, rezando para que mi largo cabello que me había lavado la noche anterior no fuera ahora un laberinto lleno de nudos.

Acostumbrada a la habitación en la que siempre había vivido, ese pequeño cuarto de la residencia de estudiantes se me hacía casi claustrofóbico. También se me hacían incómodas aquellas paredes finas como el papel, en las que cualquier ruido de las otras habitaciones me desvelaban antes de que el despertador pudiera hacer su función. Aún así, nunca reconocería nada de esto delante de mi familia que tantas veces había usado conmigo el término "Niña mimada".

Después de pelearme con los pelos que habían decidido despertarse antes que yo y de ponerme ese ridículo uniforme obligatorio, la cafetería me esperaba para hacer la última parada antes de las clases.

El aroma de ese café recién hecho me parecía una de las mejores cosas que recordaba haber olido en mi vida. Por desgracia, ese pequeño momento de relax no lo acompañaba el ambiente lleno de gritos y risas de los demás alumnos que estaban en la cafetería.

Mientras removía el café aún caliente, pensaba en las pocas personas con las que había hablado desde que empecé a estudiar ese máster en marketing digital y sin duda, con ninguna había entablado nada que ni de lejos pudiera considerarse amistad. No es que me considere una persona antisocial, simplemente en aquel momento no estaba preparada para tener relaciones de ninguna índole, así que me sentía bien pasando desapercibida.

Toda persona lleva consigo un objeto que considera imprescindible y en mi caso se trataba de una pequeña agenda a la que consultaba cuando mi cabeza aún no estaba en orden. Después de tomar el primer trago del café, empecé a ojearla intentando recordar que día de la semana era. Cualquiera que pasara por mi lado podía escuchar mis murmullos:

- Veamos... Miércoles. Hoy toca estrategia digital, analítica web y E-commerce.

Terminando de revisar los apuntes, dos chicos de mi clase se acercaron a la barra para pedir dos cafés. Aún intentando aislarme, no pude evitar escuchar las últimas frases de su conversación:

- Creo que hoy no tendremos clase a última hora.

- ¿Y eso? ¿Está enfermo el drácula? - Así llamaban algunos al profesor encargado de la asignatura de E-commerce debido a sus notables ojeras.

- Escuché algo de que se iba de la ciudad por no sé que movida con su mujer. Pero lo importante es que hoy salimos una hora antes, así que si quieres podemos ir a...

Dejé de interesarme por esa conversación en cuanto se alejó del plano estudiantil. No me alegraba que el señor Martín dejara de dar clases, ya que me parecía un buen profesor a pesar de sus incontables anécdotas personales en mitad de la clase, pero sí me iba a venir bien esa hora libre por tal de poder repasar bien el temario antes del examen con el próximo profesor.

Entre apuntes, horarios y demás, el café ya se había enfriado y el timbre sonó mucho antes de lo que yo esperaba. Dejé mi euro acompañado de los veinte céntimos en la mano del dueño de la cafetería, puse los apuntes de nuevo en la mochila azul que llevaba encima del uniforme y corrí hacia un día de clases totalmente distinto a lo que yo esperaba.

LovemarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora