StartUp
El director abandonó la clase a la misma velocidad que mi cara enrojecía. Llegué a mirarlo hasta cinco veces con la esperanza de que estuviera confundida y no fuese el mismo chico con el que había chocado una hora antes, aunque por desgracia sí parecía ser él.
Durante los diez primeros minutos de clase no logré prestar atención ni a una sola de sus frases. En mi cabeza solo había una pregunta: ¿De verdad te has sentido atraída, aunque haya sido un instante, por un profesor? Yo, Nashwa Álvarez, hija única del fundador de una de las empresas electrónicas más grande del sector a nivel estatal.
Mi infancia no había sido considerada una infancia habitual. Yo no tuve amigos con los que compartir recreo, cumpleaños con globos y payasos, ni mucho menos juguetes para distraerme. Casi desde que aprendí a andar había sido educada como la heredera de la empresa familiar y eso significaba no poder distraerse con nada que no fueran estudios o trabajo. La única persona con la que había creado un vínculo fuera del ambiente familiar fue mi antigua profesora particular, con la que aún hablaba de vez en cuando por Skype. Seguramente para alguien que no hubiera tenido mi infancia, el hecho de haberse sentido unos segundo atraída por el que ahora sería su profesor le parecería anecdótico, pero según los valores que me habían inculcado eso era un pecado y muy grave.
El codo del chico que tenía sentado al lado me dio un ligero golpe, giré el cuello hacia él y dejé el debate interno para otro momento. Aún así, fue demasiado tarde.
— Atenta, que te están llamando — Se limitó a susurrarme.
Antes de que pudiera darme cuenta tenía todas las cabezas de delante giradas hacia la cuarta fila en la que estaba situada y el profesor esperando una respuesta a algo que evidentemente me había perdido.
— ¿Y bien? Te he hecho una pregunta. — Dijo con aquella sonrisa que le caracterizaba, aún siendo consciente de que no había estado atenta.
Dicen que una bomba atómica tarda menos de dieciséis mili segundos en explotar una vez activada y seguramente ese fue el tiempo que tardó mi cabeza en estallar. Nunca me habían llamado la atención dos veces en un día y mucho menos por estar distraída durante una clase. Podría haber salido del paso de un millón de formas, pero en ese momento mi cerebro solo fue capaz de enviarle dos simples palabras a mi boca.
— Lo siento — Intenté decir lo suficientemente alto para que se me pudiera escuchar, rezando interiormente para que todo terminase aquí y no me hiciera falta pronunciar ni una sola palabra más.
Él se me quedó mirando, seguramente viendo como mi cara transmitía de todo menos seguridad, asintió con la cabeza y siguió como si nada.
— ¿Sabéis quién lo sintió también? El trabajador de Amazon que el 28 de febrero de 2017 causó una caída masiva de internet por culpa de un error. No os hacéis a la idea del desastre económico que causó ese pequeño error humano en una empresa de E-commerce de tal nivel.
Me sentí totalmente aliviada y agradecida por haber salido tan rápido de esa situación incómoda. Decidí zanjar el tema de la atracción física en el pasillo, había sido algo puntual y volvería a ser la alumna fría y aplicada que solo se concentraba en no bajar su media académica.
En cuanto estuve atenta a todo lo que nos explicaba me di cuenta que no era como el resto de profesores. No tenía un PowerPoint abierto, tampoco seguía un libro y daba la sensación de que la clase era totalmente improvisada. Aún así no desentonaba en absoluto, se notaba que sabía de lo que hablaba y que tenía claros los conceptos que debíamos aprender para nuestro futuro.
Todo eso estaba muy bien de no ser porque no tenía nada que subrayar o apuntar mientras leía las páginas del proyector. Debía diferenciar bien las partes que creía que estaban dentro del temario, para poder apuntarlas y descartar las menos importantes, como el ejemplo del trabajador de Amazon o muchos otros que nos narró.
Los cincuenta minutos restantes de clase fueron como si hubiéramos cambiado las agujas del reloj por trenes de alta velocidad. Por primera vez desde que estaba en esa clase, me dio la sensación de que no fue solo a mí a quien pilló por sorpresa el timbre de salida y más de un alumno tuvo que mirarse el reloj para asegurarse de que realmente había pasado toda la hora.
Empecé a recoger, sin prisas esta vez, todos mis apuntes y el ordenador portátil mientras poco a poco se iba vaciando la clase. Cuando ya lo tuve todo en orden desfilé el camino hacia la salida deseando poder tirarme en la cama y soltar todo el aire contenido durante el día de hoy. Sin embargo otro contratiempo, en forma de voz desde la mesa del profesor, cambió mis planes.
— Disculpa un momento. ¿Podemos hablar?

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Lovemark
RomansaDesde pequeña, a Nashwa le han enseñado que los estudios debían ser su única prioridad para continuar algún día con el legado de la gran empresa familiar. ¿Pero y si la distracción estuviera dentro de la misma clase y fuera el responsable de sus est...