Capítulo 11
El segundo viernes de noviembre trajo nieve. Escamas gruesas y esponjosas que cubrieron el suelo durante la noche. Cuando desperté, me quedé impresionado; de inmediato abandoné el trabajo y llamé a Sophie para ver si quería ir a dar un paseo en moto de nieve. Mientras esperaba al frente de su edificio de apartamentos, en mis oídos aún sonaba el chillido emocionado que había dado. Había estado un poco sorprendido. Ha estado bajo el pulgar de su madre en
los últimos días después de hacerla sentir culpable para que le ayudara a organizar algún beneficio para el hospital. Las últimas dos semanas hemos tenido una relación un poco clandestina. Inventó excusas de por qué no podía estar con su familia mientras trabajaba. Generalmente sus propias vidas sociales les impedían
estar demasiado preocupados cuando pasaba tiempo conmigo los fines de
semana, excepto que los deberes parecían estar pidiendo un poco más
últimamente mientras las vacaciones se acercaban y toda la planificación de grandes eventos para recaudar fondos en las vacaciones comenzaba.
Y parecían encontrar mucha importancia en darle a los menos afortunados. Por supuesto, casi todo el mundo era menos afortunado que los Buchanan, pero parecían poner mucho énfasis en ser notablemente más caritativos con organizaciones que tocaban los corazones y los bolsillos de la gente. Los refugios
de animales y hospitales infantiles. Los cachorros y los bebés. Las grandes
organizaciones que seguramente se beneficiaban de las donaciones que recibían, pero también las que fueron dirigidas por personas con influencia. Las personas que hicieron una demostración de generosidad con muchas ceremonias de cortes
de cintas y fotografías. Los padres de Sophie estaban en frente y en el medio, sosteniendo un gran cheque. Tan filantrópico. Tan falso.
Porque vi lo poco que realmente les importaba cuando miré los ojos de
Sophie. Cuando hice comentarios sobre lo divertida que podía ser, su sorpresa inicial no dejaba ninguna duda en cuanto a la rareza de un cumplido no se centrara en cómo se veía o lo que poseía. O lo amable que podía ser cuando era verdaderamente obvio que no lo hacía por los elogios. O lo rápido que captaba los matices en ayudar a administrar la tienda de Lily y su relación con los clientes. Y su capacidad para manejar los factores estresantes de lo que era, en
esencia, una doble vida.
―¡Es tan bonito! -gritó Sophie mientras saltaba por la acera hacia mi
camioneta. El Cougar estaba cubierto y empacado para el invierno, sano y salvo en la parte trasera del taller de mi abuelo. Mientras mi camioneta estaba lejos de ser un viejo clásico, no era nada nueva tampoco. Tracción en las cuatro ruedas, servicios bastante básicos y fiables, con una pesada unidad que fácilmente podría entrar y
salir de las montañas para jugar en la nieve. Había cargado mi viejo Arctic en la parte de atrás, tomado un termo de café, con poca azúcar y crema y un toque de Jameson, para ayudar a evitar el frío. Sophie, que se ofreció a llevar un par de sándwiches y una bolsa de papas fritas, las arrojó sobre el asiento de la camioneta antes de subirse.
-No puedo creer que estemos haciendo esto -chilló-. ¡Estoy tan
emocionada!
-Nunca lo hubiera adivinado. -Me reí mientras encendía la camioneta y
arrancaba-. De acuerdo, no es una motocicleta, pero la moto de nieve puede ser aún más divertida, en mi opinión.
Sophie iba bien cubierta con un abrigo grueso, pantalón de mezclilla, botas de nieve de chica con brillos y tacones altos, un gorro suave y esponjoso y guantes que casi hacían juego con el color turquesa de sus ojos. Su pequeña perforación aguamarina brillaba bajo el sol brillante, reluciente, casi tanto como el resplandor de la nieve en el suelo a nuestro alrededor.
-Entonces, ¿a dónde vamos? -preguntó Sophie.
-Cerca de dieciséis kilómetros hay una quebrada que es impresionante para motos de nieve. Mi abuelo solía llevarnos con frecuencia a Mira y a mí cuando éramos más jóvenes, tanto que solía enloquecer a mi mamá.
-¿Por qué? ¿Es peligroso o algo así?
-En realidad no. Pero siempre aseguró que él tendría un ataque al corazón y moriría en algún lugar en la nieve. Era un poco neurótica y tenía todo un escenario elaborado en el cual los niños éramos devorados por un león de montaña hambriento o algo.
-¿Es una posibilidad? -Los ojos de Sophie eran enormes, similares a la
expresión de mi mamá cada vez que me dirigía a la puerta con mi abuelo.
-No te traería hasta aquí para que te coman los pumas, Soph ―dije,
frotando mi mano sobre su rodilla para calmar su preocupación-. Probablemente incluso ni siquiera veamos uno. Y no son propensos a atacar a dos personas en una
moto de nieve.
-No es probable, pero, ¿podrían hacerlo?
-Jesús, suenas como mi mamá. -Me reí y me lanzó una mirada asesina,
luego se volteó a la ventana. Pero después de un momento, vi por el rabillo del ojo una sonrisa pequeña tocar sus labios.
-Estaba preocupada por ti -dijo suavemente, sin dejar de mirar hacia las maravillas del invierno mientras conducíamos.
-Sí -le contesté-, lo estaba. Y Dios no hubiera querido que nos quedemos afuera hasta que oscureciera. Mamá despotricaba su delirio contra nosotros por semanas. Si parecía que íbamos a regresar tarde, teníamos que sacarle provecho,
ya que, lo más probable era que no nos dejara salir por un tiempo. Pero esos días fueron algunos de los mejores de mi vida.
-Me encanta el invierno. No tuvimos la oportunidad de disfrutarlo mucho.
Siempre quise ir a esquiar. Patinar sobre hielo. Subirme en las motos de nieve. ―Me lanzó una sonrisa emocionada-. Solíamos ir mucho a algún lugar tropical durante las vacaciones escolares, así que realmente no lo conseguía. Pero un año, fuimos a Big Sky para Navidad. Pensé que estaba en el cielo.
-Big Sky es hermoso. Justo a lo largo del parque Yellowstone. Lástima que
construyeron un resort allí.
-Me alegra que lo hicieran o nunca lo habría visto. Pasamos dos semanas
ahí. Esquié un poco, pero nunca salí de las pistas de principiantes. Mi mamá estaba más preocupada que diera un espectáculo llamativo en la nieve y pasé mucho tiempo en las tiendas. -Suspiró con nostalgia-. Pero había algo en el medio ambiente. La atmósfera. Las personas que trabajaban ahí. Un tono extraño había entrado en su voz; la miré, se estaba mordiendo el labio.
-¿Cómo qué? -le pregunté.
-Como el equipo que trabajó en la casa de campo. Parecían una pequeña
comunidad. Parecían casi como una... familia. La mayoría estaba en la adolescencia
tardía o tenía veinte años, creo. Justo saliendo de la secundaria o en la universidad,
supongo. Era difícil decirlo porque solo tenía catorce años. Todos parecían tan
impresionantes, mayores y... divertidos.
Sabiendo lo que conocía acerca de Sophie, pude ver el atractivo ahí.
Representaban un verdadero sentido de pertenencia que nunca había sentido.
―Siempre he pensado en eso, desde hace años. Busqué un par de veces... en el sitio web. Sobre cómo trabajar ahí. Pensé que podría ser ama de llaves, recepcionista o algo así. Incluso lo solicité una vez, no mucho después de que volví de París. Como que tuve una entrevista a través de Skype y me ofrecieron un puesto de trabajo.
-Estabas hablando en serio, ¿eh? ¿Por qué no fuiste?
-Mi mamá... Estaba horrorizada de que incluso lo hubiera solicitado. -
Sophie hizo una mueca-. Pensó que era un escándalo que quisiera limpiar
habitaciones de hotel. Así que escribí de nuevo y les dije que algunas cosas
ocurrieron y que no podría hacerlo en ese momento.
Entré a un lado del camino de tierra a pocos kilómetros de los límites de la ciudad. Había algunas pequeñas colinas para cruzar con la moto de nieve, pero entonces un valle glaciar muy abierto hizo que pensara en algo que a Sophie le encantaría. Agarrando la mochila de detrás del asiento, me estiré y le entregué unas gafas de esquí. Luego me puse las otras.
-Mete tus sándwiches aquí con el termo. -Sonreí, entregándole el
paquete―. Vamos a ir a hacer un picnic en la nieve.
Con unas pocas maniobras, guié la moto de nieve por las rampas de acceso a la tierra. Acariciando el asiento detrás de mí, me volví a mirar a Sophie que estaba deslizando sus brazos por las correas de la mochila.
-Vamos, nena. -Sonreí.
Sophie se subió en la parte posterior, envolvió sus brazos en mi cintura y
gritó en mi oreja mientras me internaba en los montones blancos.
***
-¿Quieres conducir? -le pregunté.
Sophie negó y se rió.
-No sé cómo.
-Es fácil. -Le sonreí-. Y estaré aquí contigo todo el tiempo.
Me bajé y la nieve me llegaba hasta las rodillas. Con las pistas que sostienen
la moto de nieve, me hundí a un nivel que malditamente estuvo cerca de ponerme a nivel de los ojos de Sophie, que estaba sentada. Sus ojos se pusieron enormes.
-Santo Dios, eso es un montón de nieve. -Se quedó sin aliento.
Acaricié su pequeño trasero con curvas.
-Mueve tu trasero hasta el frente y déjame subir.
Cuando me subí atrás, incliné mi cabeza hacia adelante para mostrarle los frenos y el acelerador. Después de una larga explicación, más detallada sobre lo que tenía que hacer, la miré para encontrarla observándome de cerca; pero era evidente que no había escuchado una palabra de lo que le dije. Se quedó mirando mis labios.
-¿Soph?
-¿Hmm? ―respondió en sueños.Lo intenté de nuevo.
-¿Soph?
-¿Sí? -Suspiró, sin dejar de mirar mis labios. Moví mis dedos enguantados bajo su barbilla y la levanté para que encontrara mi mirada. Se había llevado los lentes a la parte superior de la cabeza y
sus ojos estaban ardiendo.
-¿Escuchaste una palabra de lo que dije?
-Ahí está la cosita de la mano -dijo, un poco aturdida-, que hace que
camine y la cosita de freno que hace que se detenga.
-¿Qué tal si solo guío tus movimientos un poco?
Asintió y dejé caer un pequeño beso en sus labios, luego le bajé las gafas y
puse sus manos en las mías. Mientras me inclinaba hacia ella, sentí un leve
escalofrío recorrer su cuerpo.
-¿Tienes frío?
-No -susurró. Se acurrucó más contra mi cuerpo, su trasero pequeño y dulce empujó mi ingle.
-Compórtate -gemí.
-Lo siento. -Sonrió, pero de todos modos se movió contra mí de nuevo. Así arranqué la moto de nieve y dejó escapar un grito de sorpresa, mientras se tambaleaba hacia delante. Era eso o rasgar su pantalón y tener sexo con ella en ese mismo momento.
No es que pensara que la idea no tenía mérito. Era sobre todo que no estaba
seguro si tenía un condón conmigo.
Maldita sea. Hice una nota mental para siempre asegurarme de tener un condón cuando estuviera con Sophie.
Siempre. Entendió el manejo con bastante rapidez, pronto se dirigió y se movió por su cuenta, o algo así. Cada vez que la dejaba a cargo de la conducción, se ponía un poco nerviosa. En un momento dado, se acercó demasiado a un pino y la moto
comenzó a deslizarse hacia abajo en la depresión natural producida por la falta de nieve debajo de sus ramas. Sophie entró totalmente en pánico y dejó el pie en el acelerador, lo que hizo que se deslizara hacia abajo, incluso más. Tomó un poco de fuerza bruta, pero me las arreglé para conseguir que subiéramos del hundimiento. Fue increíblemente cautelosa para no acercarse tanto a un árbol después de eso. Nos detuvimos en un valle abierto para el almuerzo y Sophie tuvo su primer
paseo a pie en el reposapiés, se dejó caer de nuevo en el buen manto de polvo blanco para hacer un ángel de nieve. Desafortunadamente, la nieve era un poco profunda para eso. Prácticamente se enterró cuando cayó hacia atrás y comenzó a moverse, pero se veía más bien como un ángel de nieve cuando se puso a desempolvarse a sí misma. A pesar de la profunda nieve en el suelo, el sol era sorprendentemente cálido para un día tan brillante. Después de su jugueteo en la nieve, Sophie se quitó el gorro y los guantes y abrió la cremallera de su abrigo. Nos sentamos uno frente al otro, entre el asiento de la moto de nieve, mientras comíamos. Miró a su alrededor, al prado muy abierto, a la gruesa nieve en los limítrofes árboles de hoja perenne.
-Esto es tan hermoso -murmuró-. Parece... Navidad. -Tomó otro bocado de su sándwich y me miró-. Como siempre pensé que la Navidad se supone que era.
-¿Y cómo se supone que es la Navidad? -le pregunté con una sonrisa.
-Prístina. Tranquila y pacífica -respondió distraídamente, luego frunció el ceño―. Con mi familia, siempre es más un espectáculo. Para ver quién podía donar la mayor cantidad de dinero, quién podría dar las fiestas más fastuosas, quién podía dar los regalos más extravagantes.
-Probablemente tienes alguna mierda buena por eso, sin embargo, ¿no? - Tenía que haber un lado positivo. Yo venía de una familia que a veces se preocupaba por si incluso habría Navidad.
-Supongo. Siempre tuve el juguete que debía tener de la temporada,
aunque fuera algo que no quisiera. Por lo general, era algo que no quería. -Sus cejas se arrugaron, me miró como disculpándose-. Eso me hace sonar bastante ingrata, ¿no? No era que quisiera algo más. Realmente no quería nada. Fui una niña buena, sin embargo. Sonreía y estaba agradecida, justo como me dijeron que fuera. -Su boca se torció mientras pensaba en aquellos días-. Como con mi auto.
-¿Recibiste tu auto por Navidad? -Había visto su auto y era muy consciente de que probablemente costaba más de cuarenta mil dólares. ¿Y fue un regalo de Navidad?
-Tenía un buen y normalito Subaru, en la secundaria. Nada terriblemente
llamativo. Pero tenía una gran calificación en seguridad. -Me dio una sonrisa triste, poniendo los ojos un poco en blanco sarcásticamente.
-Está bien que se preocuparan por tu seguridad, supongo -le dije, un poco
confundido por el tono de su voz.
-Eran muy buenos para decirles a todos lo mucho que les importaba. Era
como un punto de jactancia para mi madre decirles a todos sus amigos lo
importante que era mantener a su única hija a salvo. Está bien, podía verlo. Totalmente. Lo poco que sabía de la madre de Sophie, las partes y las piezas que Sophie me había dicho se mezclaban con mis propias observaciones acosadoras. No parecía del tipo cálido y difuso. Ciertamente no parecía del tipo de ir a la función
sobre moda. A menos que la función de moda fuera por el simple hecho de ser funcional.
-Entonces, mi papá me sorprendió la Navidad pasada con el BMW. Con un
gran lazo y todo. Solo como un anuncio de autos de mierda. Las camionetas de lujo están de moda ahora, ¿sabes? -murmuró sardónicamente y se encogió de
hombros-. Además, la madre de Richard tiene una, así que de alguna manera me estaban moldeando a liderar la próxima generación de mujeres Banner al ponerme
en el mismo tipo de auto. -Sonrió con ironía-. También les da otra cosa para poner sobre mí. Para recordarme que les debo todo.
Alcancé el termo y serví un poco más de café en la taza. Entregándoselo, traté de evitar el tono brusco de mi voz.
-Tus padres como que me enfurecen, Soph -dije, mirándola soplar en la
taza para que se enfriara antes de que tomara un largo trago.
Me devolvió la taza con una sonrisa triste.
-Creo que por eso me gustas tanto.
-¿Debido a que tus padres me enfurecen? -Levanté la ceja perforada y bebí más del café irlandés, sintiendo el calor filtrarse por mi cuerpo-. ¿O porque
realmente odiarían que pasaras tiempo con alguien como yo?
-Ninguna de las dos -dijo Sophie, negando. Tomó el vaso de mí, bebió el último sorbo y puso la taza de nuevo en el termo. Inclinándose hacia delante para colocarlo nuevamente en la mochila que colgaba de uno de los manillares, se escabulló un poco más cerca de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mis hombros y besando mis labios ligeramente.
-Es porque no eres nada como ellos, Harry -afirmó con convicción. Luego se acurrucó en mí, presionando su rostro en mi cuello-. Nada en absoluto.
***
-¿Quieres que te lleve a casa? -le pregunté al pasar el letrero de los límites de la ciudad de Ophir. Sophie estaba sentada cerca de mí en el asiento de la camioneta, con su cabeza en mi hombro mientras conducía, la mochila en el lado del pasajero. Su nariz estaba ligeramente quemada por el sol, a pesar de la protección solar que usó, por estar todo el día en el brillante resplandor de la nieve. El tinte rosado brilló en el ocaso mientras sacudía su cabeza.
-No -dijo, luego se vio confundida-. Quiero decir, a menos que lo desees. Realmente no quiero retenerte de lo que tuvieras planeado...
-Sin ningún plan, Sophie. -Sonreí.
-Es viernes -dijo, con una ceja levantada.
-Sí -le contesté-, así que vamos a conseguir unas empanadas y a regresar a mi casa. Hay un lugar de comida para llevar en las afueras de la ciudad.
-¿No necesitas ir a ayudar a la banda o algo así?
-No, tienen un par de manos extra esta noche. Como que... me gusta la idea de simplemente pasar contigo el rato un poco más. -Lancé una mirada de reojo en su dirección-. Desnuda, por supuesto.
Sophie se rió, mordiéndose el labio mientras sus ojos brillaban.
-Creo que eso podría arreglarse. Así que nos detuvimos en el camino a mi casa y tomé un par de empanadas con salsa extra. Las dejamos en el mostrador de la cocina y se enfriaron mientras nos calentamos en la ducha. Pero, incluso recalentadas en el microondas, Sophie todavía dijo que eran de lo mejor que alguna vez había comido, tal vez a excepción de la tilapia que le había hecho hace un tiempo. Y una vez más, no le pregunté si quería ir a casa. La mantuve envuelta en una manta conmigo, acurrucados en el sofá mientras más nieve comenzó a caer fuera, soplando y arremolinándose en la ventana.
Hasta que se hizo muy tarde y comenzó a desvanecerse en el sueño. Luego la llevé al baño donde busqué lo que se había convertido en su cepillo de dientes. En el cepillo de dientes de Sophie en mi casa.
Y Sophie en mi cama. Todo parecía tan increíblemente correcto.