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Capítulo 15

Los días siguientes a la escena en el Uptown fueron sombríos. Vacíos. Estaba enojado y, si era honesto conmigo mismo, estaba herido. Aunque estoy seguro como la mierda que no admitiría eso ante nadie. Debido a que los idiotas sin corazón como yo no nos lastimaban. Mi hermana vino a mi apartamento después que dejé de contestar sus llamadas. Las llamadas de todos. Me quedaba allí borracho y melancólico en mi habitación con las cortinas corridas, revolcándome en la oscuridad y en la furia que todavía sentía cada vez que cerraba los ojos para ver a Sophie deslizando ese anillo en su dedo. Esa visión iba acompañada por un brutal y cruel tormento, girando a través de mis entrañas por la facilidad con la que había creído sus mentiras. Pobre niña rica. Tan sola. Había dicho que le gustaba porque era diferente. Que no quería su mundo, que quería estar en el mío. Pero fue todo acerca de su lista traviesa. Solo fui un parque de atracciones de mierda para ella, llevándola a un infierno de paseo, todo el tiempo pensando que en realidad al final me podría elegir. No contesté la puerta cuando Mira llamó. No sabía que era ella, pero no habría contestado aunque lo hubiera sabido. Por desgracia, después escuché una
llave en la cerradura. Mierda.
-¿Harry? -Su voz sonaba en mi sala de estar. Me quedé allí en silencio, casi sin respirar, con mis cobijas levantadas por encima de mi cabeza, esperando que pensara que no estaba en casa y acabara por irse.
-¿Harry? -Esta vez, habló desde la puerta de mi dormitorio, mirando el montículo de mantas bajo el que me escondía. La escuché moverse más cerca y, entonces, sentí su peso al sentarse en mi cama-. ¿Estás bien?
-Estoy bien, Mira -le contesté rotundamente-. Sólo quiero estar solo.
-¿Qué pasó? -preguntó, haciendo caso omiso de mi petición.
-No quiero hablar de eso. Sólo quiero estar solo.
-Cody me llamó. Está preocupado por ti. Dijo que no habías ido al taller. Dijo que ninguno de los chicos había oído de ti en días.
-No quiero ver a nadie en este momento.
-¿Puedo hacer algo? -No respondí y Mira se quedó callada por un momento-. ¿Ya comiste?
Finalmente deslicé la manta hacia abajo para mirarla.
-Eres un verdadero dolor en el trasero, ¿lo sabías? -gruñí. Su ceño preocupado se profundizó mientras me estudiaba de cerca. Debo haber parecido una completa mierda. No había hecho nada, nada en absoluto, en días. No había estado trabajando. No me había duchado. No había comido. Todo lo que había hecho era yacer en la callada oscuridad de mi habitación con un par de botellas de Jameson y dejando que la ira y el olor se pudrieran hasta que sentía que iba a explotar.
-Eres mi hermanito. Estoy preocupada por ti. -Su voz era pequeña y prudente-. Tú nunca... el taller del abuelo. Es todo para ti.
Me di la vuelta, cerrando los ojos y pellizcándome el puente de la nariz entre el pulgar y el índice.
-No sé lo que pasó, Harry. No sé lo que te hizo. Sin embargo, no vale la pena esto -dijo Mira blandengue-. Y hay gente que te extraña. Personas que te necesitan.
Simplemente no Sophie, pensé. Después de mucha insistencia, de una regañada sin fin y de la culpa arremolinándose por hacerla preocuparse por mí, Mira consiguió que saliera de la cueva de mi amargo abatimiento. Se las arregló para conseguir que comiera algo y me hizo prometerle que iría a cenar esa noche. En cierto modo me sentía como que necesitaba una noche con su familia como necesitaba un agujero en la cabeza. Verla a ella y a su marido juntos, siempre felices, me picaría un poco. Y los decibelios que estaba seguro vendrían de sus muchachos traviesos eran propensos a no hacerme nada bueno. Pero, en cambio, era extrañamente reconfortante, algo para recordarme que aún estaba vivo. Algo pateándome el trasero para poder pasar más allá de Sophie y su engaño manipulador. Era Harry maldito Styles. Esa mierda no le sucedía a tipos como yo. Durante los siguientes dos días, traté de volver a lo que era. Antes de Sophie. A.S. Parecía apropiado referirse a ella como eso porque era totalmente una mierda, la idea de que podría olvidarla. Pero, joder, lo intenté. Bebí hasta que vomité. Fumé hierba como un hijo de puta. Empecé una pelea sin cuartel en Copperline cuando alguien tropezó conmigo y derramó mi bebida. Después de unas semanas de eso, de tratar de vivir en un estado de estupor que pudiera apagar la angustia, el caos golpeó en el lugar de los Mofos. La casa retumbaba con el jolgorio habitual que seguía a un espectáculo. Había estado bebiendo whisky constantemente desde el mediodía y todos los hijos de puta felices-y-con-suerte a mi alrededor estaban realmente haciéndome enojar. ¿Cómo se atrevían todos esos hijos de puta a divertirse mientras me sentía miserable? Estaba borracho como un canalla y en busca de una pelea. En un momento, me volví más que un hablador y Justin me dijo que fuera a echar un polvo, así dejaría de actuar como una perra. Casi lo atravesé por la pared. Entonces Denny se puso todo chica conmigo y me preguntó si estaba bien. Fue en ese momento que me di cuenta de que tenía que dar ese último paso. El que había estado temiendo. Tenía que seguir adelante. Tenía que encontrar a alguien que fuera suave y dulce y que estuviera dispuesta a sacar con sexo a Sophie de mi sistema. Una mano tocó mi brazo. Pequeños, menudos y delgados dedos con uñas perfectamente pulidas. Cerré mis ojos por un minuto y oré como un hijo de puta para que al abrirlos viera a Sophie. Pero los ojos que miraron hacia mí no eran de un brillante cristal turquesa. El cabello de mujer no caía en olas sobre sus hombros. No era Sophie, sino Vivienne.
-Necesitas aliviar un poco de tensión, cariño -susurró-. Deja que te ayude.
Estaba borracho. Más allá de borracho, realmente, apenas capaz de mantenerme en pie. Me encontré caminando detrás de ella mientras me llevaba de regreso a la sala de equipos. Me dio un codazo y cerró la puerta. Entonces me empujó para que me sentara en el sofá y se sacó su pequeño vestido ajustado, revelando nada debajo. Arrodillada en el suelo delante de mí, soltó mis jeans y empezó a chupar mi pene. Vi todo eso como si estuviera sucediéndole a otra persona. Viv tenía talento. Le daría eso. Sabía cómo trabajar con su lengua. Sabía cómo gemir también, de una manera que las vibraciones de su garganta ondulaban tan deliciosamente a lo largo de tu cabeza. Me acarició, chupó y lamió. Había estado tras de mí durante mucho tiempo y parecía que no iba a desperdiciar la oportunidad. Pero a pesar de que podría probablemente haber chupado el tocino del cerdo, no era Sophie. Mis ojos se cerraron para ver el rostro de Sophie. Los ojos de
Sophie. En mi mente, era los labios de Sophie en mi pene. Casi podría fingir. Tan borracho como estaba, casi podía creerlo. La familiar marea de liberación comenzó a subir. La hinchazón de mis bolas y la sangre corriendo por mis venas. Un profundo gemido entrecortado emanó de mi
garganta y se hizo eco a través de la callada habitación.
-Joder -gemí en un susurro delirante-. Eso es, nena. Eso es, Soph.
El movimiento en mi pene se detuvo por un segundo, solo un momento, mientras su boca se elevaba.
-Lo tomaré -le oí decir una voz extraña y distante-. Seré Sophie para ti esta noche, cariño.
Y lo fue. En ese momento, mi mente se negaba a creer otra cosa. Cerré todos
los sonidos a mí alrededor. Ignoré totalmente todo lo demás en el mundo, excepto esos labios que expertamente traían el fantasma de Sophie de nuevo a mí. Entonces, se desató el infierno. La puerta se abrió de golpe, pegando contra la pared con un crash. Y Sophie estaba allí. La verdadera Sophie en carne y hueso, no una aparición. Se recortaba por las
luces del pasillo detrás, horrorizada por lo que veía ante ella.

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