HyunJin juraba que iba a morirse si el médico no salía a decirle que todo estaba buen.
Su pequeño JeongIn se había caido en la calle en medio de la lluvia.
No vieron el charco y ahora se encontraban en el hospital.
Ya había llamado a JiSung su cuñado, y estaba en camino.
—¿Familiares de Yang JeongIn? — el doctor apareció en un pasillo.
—Es mi novio, ¿esta bién? ¿y el bebé? —preguntó preocupado.
—¡HyunJin! —El grito del menor resonó por todo el hospital, ganándose miradas desaprobatorias por partes de las enfermeras y haciendo que enrojeciera por la vergüenza.
—Sí, como le decía. El señor Yang se encuentra bien y el bebé está fuera de peligro. Solo se quedará hasta mañana para monitorearlo—el pelinegeo sintió como un peso abandonaba sus hombros. Las dos personitas más importantes en su vida estaban a salvo.
—¿Podemos pasar a verlo? — JiSung se dirigió hacia el doctor y este asintió.
Al entrar a la habitación, HyunJin se aseguró de jamás olvidar lo que estába presenciando.
JeongIn le estaba cantando al bebé mientras daba palmaditas a su pancita.
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