El pomberito

648 1 0
                                    

                                                                     Hugo Mitoire

Lo más peligroso que había en el Chaco a la hora de la siesta era el Pomberito. Qué cosa espantosa era eso.

El Pomberito de Cancha Larga era uno de los más embromados que existían, siempre andaban con un chicote al hombro.

En el campo, ningún chico se animaba a salir a la siesta. A Sergio, que era muy cabezudo, su madre todos los días lo amenazaba:

-¡Andá! ¡Andá nomás, vos! ¡Pero después no me vengas llorando que te agarró el Pomberito!

Pero Sergio, que era más terrible que el mismo Pomberito, no hacía caso a nada ni a nadie. Él no tenía miedo a salir a la siesta, y apenas sus padres se dormían, de un solo salto se escapaba por la ventana y rajaba para la casa de sus compinches.

Raúl y Eduardo eran hermanos y su casa quedaba a unos trecientos metros (en el campo no hay cuadras). Eran los hijos de un peón del padre de Sergio y eran tan salvajes como él.

Para ir a la casa de sus compinches había un caminito por donde uno podía ir a pie, en bici, a caballo o en sulky; pero para acortar camino, casi siempre Sergio atravesaba un montecito y luego bordeaba entre un estero y un cañaveral y se ahorraba un buen trecho. Y esté era el problema. Todos sabían y Sergio también, que los lugares preferidos del Pomberito son los cañaverales y los montes. Muchos cuentan que suelen ver al Pomberito sentado chupando la caña de azúcar, y ha de se cierto porque es lo que más le gusta.

Pasar por un cañaveral a la siesta no sólo era un desafío sino un peligro mayor, una verdadera prueba de fuego. Había pocos que se animaban. Por las dudas, siempre llevaba un facón en la cintura, uno que le había regalado un tío cuando cumplió doce años.

-Tomá, esto te va a servir mucho. Un hombre de campo siempre tiene que andar con un cuchillo en la cintura, y vos ya sos un hombrecito. Nunca se sabe qué puede pasar. Pero ojo, ¿eh?, no lo lleves a la escuela, a la escuela hay que ir a estudiar -le dijo el tío, entregándole un hermoso cuchillo con una vaina de cuero marrón.

Fue el regalo mas fantástico que pudieron haberle hecho.

Los primeros días hasta dormía con el facón bajo la almohada.

Una siesta iba al trotecito para lo de sus amigos, escapado de sus padres como siempre, y cuando estaba bordeando la chacra vio que a unos cincuenta metros las plantas se movían, como si alguien las empujara o las sacudiera. El julepe empezó a apoderarse de Sergio.

Entre flor de julepe y un poquito de coraje, y viendo que ese movimiento en el cañaveral se acercaba cada vez más, ahí nomás peló su cuchillo y lo desafío:

-¡¡Salí!! ¡¡Salí, que acá te espero!! -gritaba Sergio- ¡¡Salí de una vez por todas, vamos a ver si sos macho!! ¡¡¡Te voy a destripar, Pombero hijuna gransiete!!!

Y mientras gritaba como un loco, saltaba y hacía firuletes en el aire revoleando su cuchillo o raspándo por la tierra y levantando una brutal polvareda. Pero el movimiento en el cañaveral avanzaba, estaba cada vez más cerca de Sergio y él más loco se ponía. Parece que el miedo lo hacía mas valiente, hasta que entre salto y salto, pisó un cascote, se torció el tobillo y cayó al suelo como una bolsa de papas.

Ahí nomás se levantó como un resorte y miraba ese bulto que no se podía distinguir y que movía las plantas, y que ya estaba a unos diez metros, También miraba al piso, porque en la caída había perdido el facón y se desesperaba por encontrarlo. Hasta que esa cosa ya casi llegaba hasta él y entonces ahí sí se decidió Sergio, y de un salto se tiró al estero y empezó a correr chapoteando y alejándose del lugar a toda carrera, pero mirando siempre para atrás. No podía quedarse, porque sin su cuchillo no iba a enfrentar al Pomberito.

CUENTOS DE TERROR PARA FRANCO IWhere stories live. Discover now