UN SUEÑO CRUEL

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LA HISTORIA ES COMPLETAMENTE MÍA PERO LOS PERSONAJES SON DE LA MARAVILLOSA NAOKO TAKEUCHI

*Darien*—*Cuatro horas antes*

— ¡Tío Malachite!—el grito me trajo de vuelta de entre la neblina de sueño en la que estaba— ¡Vamos tío, arriba, Alexander se queja del montón de solicitudes que tiene que clasificar y tu duermes!—me senté en la cama tratando de acoplar mi vista a tenue la luz que entraba por la ventana abierta de par en par.

Por lo general siempre me levantaba al alba pero esta vez el viaje y el cansancio mental que tenía me habían jurado una pasada haciendo que durmiese hasta tarde. Me senté en la cama, relajando mi cuerpo.

— ¡Tío Mal!—el grito se acercaba y su dueño también.

Deslice los pantalones por mis piernas, y me puse la camisa del día anterior, escuche varias voces, una puerta abrirse y cerrarse.

La neblina se despejo y la realidad cayó en mí como un costal de piedras aplastándome, mis pies se plantaron firmes en el suelo.

—Tío—susurré mientras mi sangre vibraba por la emoción en mi pecho, corrí hacia la puerta abriéndola de golpe, de espaldas a mí un muchacho de espalda ancha, —y una altura que aún no igualaba la mía, pero estaba seguro de que lo haría—hablaba con el ayudante de Malachite, el chico rastrillo sus dedos en su espesa cabellera negra, entonces todo ocurrió despacio, como si en mundo girara tan lento para que yo asimilara lo que mis ojos veían, dos ojos azules y cristalinos se clavaron en mí, primero curiosos, después sorprendidos, lo vi llevarse las manos a la cabeza negando una y otra y vez.

Entonces lo supe.

«Mi hijo»

— ¿No puedes...no eres?—sus palabras eras irregulares. — ¿Pa...padre?—asentí con el alma a punto de salirse de mi cuerpo, el chico frente a mí era una copia al carbón mía.

—Hijo—dije seguro con el corazón en la boca, su azul mirada se llenó de lágrimas que no contuvo, sin pensarlo extendí mis brazos hacia él, no era un niño, dos fuertes brazos se aferraron a mi cuerpo apretando y asegurándose de que esto no fuese un sueño, se aferró a mi como si tuviese miedo de que nada de esto fuese real.

Cerré mis brazos en él, asegurándome de que este momento quedara para siempre en mi memoria.

«Dios mío, nada me podría hacer olvidar el abrazo de mi hijo»

Sitúe mi cabeza en la suya siendo presa de una emoción que antes no conocía.

Protección, deseaba ofrecer a mis hijos la protección que les falto.

« ¿Cómo diablos no volví antes?»

—Padre, padre...padre—repetía incansable mientras su voz sonaba ahogada en mi hombro.

En ese instante esa fuerza que muchos llaman amor de padre, empezó a crecer de forma desmedida, llore con él, no lo conocía, no era su amigo, lo sabía, pero la forma en la que me abraza me hace saber que al menos mientras estuve con el...fui un buen padre.

Lo tomé por los hombros para verlo mejor.

—Dios...te pareces tanto a mí y casi tienes mi estatura—el sonrió limpiándose la cara.

—No has visto a Alexander—rio—el, sí que es alto.

—Alexander—murmure y el asintió, atraje a mi hijo a mi pecho nuevamente.

Se alejó nuevamente tocando mi rostro.

— ¿Dónde has estado padre?—no había reproche en su voz— ¿Todos te buscaron por tanto tiempo?

Lady ChibaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora