Capítulo 5

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~Adios~

A pesar de la extraña advertencia de su misteriosa compañera, Erik Vindal se quedó al lado de aquella solitaria chica.
Antes de salir del aula anterior, el grupo de los "idiotas" (como los llamaba Roshell), ya había hecho de las suyas, deteniendo a los nuevos para contar la leyenda de la chica fantasma.
Erik odiaba los rumores, fueran ciertos o no, al igual que aquella chica él habia sido víctima de personas con una lengua venenosa; sería él quien decidiría su propia opinión sobre cualquiera en aquel nuevo lugar, podia escuchar todos los cuentos que quisieran contarle, pero al final del dia, sería él el único que formularia su propio juicio, nadie más que él.
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El pelinegro se había quedado junto a mí. A diferencia de Dan, quien ya había tomado su lugar predestinado al fondo del salón.
De ves en cuando lo miraba de reojo, desviando la mirada cuando el levantaba la suya de su libro.
Es que, sus ojos, eran lo mas hermoso que habia vista en la vida.

Aaaaaaa!- Me quejo hacíendome bolita en el lugar. Sentía mis mejillas arder, seguro parecía un tomate en estos momentos.
Si el chico no se alejaba de mí por los rumores, seguro lo haría por lo acosadora que parezco. Lo peor de todo es que seguía sin recordar su nombre.
Sentí una mano sobre mi brazo, seguro era él de nuevo, supongo iba a preguntarme si me encontraba bien, me daba verguenza que viera mi cara así que solo levanté el pulgar para indicarle que estaba bien.
Unos segundos depués una nota se deslizó por un hueco que quedaba debajo de mi brazo:
"Ya llegó la profesora" Decía.
Levanté la cabeza sin mucho ánimo, y le dediqué mi sonrisa más floja y sincera a aquella tierna señora de 60 años que nos daba historia.
-¿Roshell te sientes bien?- Me preguntó acomodándose las gafas y con aquel particular tonito que tienen las abuelas tiernas y dulces.
-Núnca estoy bien profesora.- Le respindí sonriendo de oreja a oreja.
-Esta muchacha.- Dijo -Anda, vete a la enfermería, estas toda pálida, de seguro no estás comiendo bien o haciendo una de esas extrañas dietas que ustedes los jóven...-

-No hago ninguna de esas tonterias maestra no se preocupe. Me alimento perfectamente todos los dias.-

-De todas formas te ves pálida, no quiero ningún muerto el primer día, así que sácate de aquí y directo a la enfermería, no te quiero ver hasta que tengas más color en esas mejillas.-

Solo déjeme voltear a ver al chico a mi lado y hasta la nariz de rodolfo me tendrá envidia por lo roja que me pondré.

-Pero la cla..-

-Es la primera y solo son presentaciones, no te pierdes de nada, así que ya, fuera fuera.- Me corrió como a un perro que busca comida entre la basura.

Tomé mis cosas y salí del salón. Me daba igual que la mayoria me viera con odio, asco, o con los ojos, le agradecía en verdad a la maestra que me corriera de la clase, desde que entré al salón habia empezado a sentir nauseas y mareo, tal vez el panqué de la mañana me habia hecho daño.

Los pasillos estaban vacios y silenciosos, a pesar de las nauseas no queria ir a la enfermeria, por alguna razón tenia un mal presentimiento.
Pensaba ir a la biblioteca cuanso mi teléfono comenzó a sonar, contesté sin siquiera revisar quien era.

-¿Hola?.-

-¿Ro.. Roshell?.- Esa voz.. era.-¿Roshell eres tú?-.

-¿Madre?.-
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-¿Profesora si me permite, podría acompañar a Roshell a la enfermeria?.- Preguntó Erik a la señora que estaba rebuscando en su bolso por algo.

-¿Eres nuevo verdad?.-

- Así es profesora.-

La mujer sonrió con ternura y le indicó con la mano que podía retirarse.

-No se preocupen por las clases, yo misma daré aviso a los demás docentes sobre su ausencia.- Erik asintió y sonrió con agradecimiento a la amable profesora, quien se había quedado con 40 y tantos pubertos reclamando aquella acción.
Erik había hablado sin pensar al haber pedido permiso para acompñar a la chicha,
-Roshell...- susurró para sí mismo.

Ya fuera suerte, coincidencia, o destino (un caballo jijiji a ver quien entiende la referencia), al dar vuelta en un pasillo se encontró con aquella pelinegra asentando un fuerte golpe contra la pared.

Su cuerpo temblaba de rabia, sus mejillas por completo coloradas del enojo y el ceño fruncido; era una persona por completo diferente de la que había visto en el salón, donde solía tener todo el tiempo una expresión triste y solitaria.
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-Por mi bien... porque soy su hija y me aman..-Repetí en tono frio a mi madre
- En verdad crees que aquellas palabras tienen algún significado para mí. Han sido 11 años. Ningún dia se dignaron a venir a vermd, ni llamadas, simples mensajes repetidos por sus empleados.- Sobaba mi mano mientras iba diciéndole aquello; no había sido buena idea golpear la pared. -"Hasta que no seas digna, este será tu castigo." Aún recuerdo lo que me dijeron hace tanto tiempo; digna... ¿Y aún depués de haberme dicho eso, te atreves a decir que todo ha sido por amor?.- Me encontraba llorando de rabia, los odiaba a ambos por completo.
-Hija por favor.- Sollozaba mi madre.- Se que, tu padre y yo hemos cometido errores, pero, si tan solo... me permitieras explicarte...-

-Si tienen o tienes, algo que decirme, al menos por descencia o respeto vengan a hacerlo de frente, no escucharé nada si es por llamada.- Hubo un largo silencio por parte suya.

-No... no me hes posible verte en estos momentos y, sería mejor por llamada, tu padre no puede saber....-

-Sabes que olvídalo.- Ya no podía escuchar mas sin terminar en un mar de llanto.- Por favor, dejen las cosas tal y como han sido todos estos años; no necesitan seguir mandándome dinero, ya puedo conseguirlo por mi misma. Tampoco es necesario el departamento, me ofrecieron una beca para estudiar en el extranjero, me voy al terminar este primer periodo de clases.- Mis pocas esperanzas sobre recuperar mi familia habian desaparecido, ya ni siquiera su apellido llevaba. Mejor terminar toda relación con ellos por completo. -Adios madre.- Colgué.

Nuestros monstruos bajo la lluvia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora