Juguemos al Glory Hole

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Ya hace algún tiempo atrás me habías dicho que querías realizar una fantasía junto a mí, y anoche, cuando me enviaste aquel insinuante mensaje, diciéndome que ya estabas en la ciudad por viaje de negocios y que deseabas verme pronto, supe que ese día había llegado. Inmediatamente hiperventilé, no estaba segura de ir a la, "cita". El móvil entre mis dedos se movía a un ritmo frenético, ya que las manos me temblaban sin control alguno.

Repasaba una y otra vez esas líneas, y aun no me podía convencer que te iba a conocer. Inflé las mejillas para soltar el aire que me quedó estancado en algún lugar del cuerpo, pero decidida a que iría a nuestro encuentro me puse de pie para ir al closet, ya que buscaría algo que me sentara bien, por el simple hecho de que quería verme provocativa para ti, y también porque esta era la primera vez que nos íbamos a ver. No obstante, cuando estaba a punto de escoger la ropa, recibí otro texto. En este me sugerías que nada de tacones ni cosas demasiado sexys, que la vestimenta tenía que ser como si fuese a la compra del día. Inevitablemente hice una mueca.

A veces tus gustos pueden ser tan raros...

Nos quedamos de ver en un conocido hotel de Santiago, en el trayecto hacia mi destino pasaba la mano por mi cabello, hacía sonar mis dedos, mordía mi labio, tragaba saliva y me preguntaba: "¿Qué diablos estoy haciendo?, ¿cómo puedo estar tan loca para juntarme con un tipo que solo he visto a través de la pantalla de mi celular?". Pero a pesar de todos esos cuestionamientos no me iba a echar para atrás, quería conocerte y sacarme las ganas contigo.

En cuanto puse un pie al interior del lobby, sentí el bombeo detrás de mis orejas, la respiración salía entrecortada de mi boca y por cada paso que daba temía caerme de bruces. Me dirigí hacía donde me dijiste, en seguida saqué mi móvil para ver si había recibido algún mensaje tuyo, pero nada, no había nada, a lo que lo apreté en la palma de mi mano. Siempre haciéndome esperar, siempre demorándote hasta que se te da la gana aparecer.

Parece que te encanta que siempre esté primero que tú, para todo...

De pronto, alzo la vista y me quedó inmóvil porque allí estás. Nuestras miradas se cruzan y es ahora en que caigo en cuenta que este es momento es real. Te veo apoyado en el dintel de la puerta pasando la mano por tu barbilla mientras me miras a través de los cristales transparentes de tus lentes ópticos.

En completo silencio te acercas hasta donde me encuentro sentada, estiras la mano hacia mi dirección esperando a que la estreche y, sin titubear, es precisamente lo que hago. El contacto de con tus dedos es casi surrealista y me es inevitable no fijarme en tu mano, esa que tantas veces vi rodeando tu falo endurecido por mis palabras, o por mis atrevidas peticiones. Peticiones, que, aunque te negaras en un comienzo, las cumplías porque te encanta cuando soy directa.

Aunque me digas lo contrario...

Así como también me fijé en aquel dedo que me dejabas ver a través de la pantalla cuando yo te soltaba alguna broma.

Sin embargo, se cuan perverso eres y en cuanto alzo la vista tus ojos negros me indican que esta no será la excepción, porque desde que te conocí, una tarde de abril, me sorprendiste con tu vasta experiencia y lograste que poco a poco pudiera palpar cada una de ellas como si yo fuera una mera espectadora entre esas cuatro paredes. Así fue como me dejé arrastrar por el gusto de sentirlas, de leerlas y hasta escucharlas. En esta oportunidad, es mi turno de ser partícipe de lo que tu mente retorcidamente deliciosa tiene preparada para mí.

Entonces me pongo de pie y comenzamos a caminar por los pasillos del edificio, has tomado mi brazo para entrelazarlo por debajo del tuyo. Lo único que se escucha es el sonido de mi agitada respiración porque, como siempre, ni siquiera me has dedicado un: "Hola". Pero, ya me he acostumbrado a que tú en vez de saludar, actúas. Y aunque no sé qué es lo que me espera, mis bragas ya están mojadas.

Entre susurros y gemidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora