Los Juegos del Hambre El Regreso

Capítulo VI

 Narra Katniss

  Al llegar a casa lo primero que hicimos fue descalzarnos, dejar las cosas y nos pusimos cómodos en el sofá del salón. Peeta encendió la chimenea que estaba enfrente y Olivia y Finnick me ayudaron a preparar unos chocolates calientes. Cuando estuvo todo listo Finnick empezó a hablar:

- ¿Porqué se ha vuelto todo tan raro y hay unos señores vestidos de blanco que nos matan y nos torturan si no hacemos lo que ellos nos dicen? ¿Por qué ya no podemos salir de las vallas ni salir a cazar con mamá como antes haciamos todos o casi todos los días? -pregunta Finnick esperando una respuesta por parte nuestra, pero por alguna razón no la recive.

   De repente noto como se me forma un nudo en la garganta al recordar como en la Revolución matabamos a los agentes de la paz, a personas normales, que les habían quitado sus vidas.Palidezco un poco y acomodo mi cabeza en el pecho de Peeta dispuesta a hablar pero alguien me corta.

- Sabía que no nos iban a contar nada, llevamos tres semanas así y no nos pueden ni siquiera responder a una simple pregunta. -contesta Olivia claramente no de muy buen humor, como me recuerda a mí de pequeña cuando no hacía más que odiar a todo el mundo que no era capaz de decirme la verdad a la cara- teneis un minuto para contestar, si no saldré por esa puerta a ayudar a la gente  que lo necesita de verdad, no esos hipócritas pijos del Capitolio. -nos amenazó sin moverse del sitio y empezó a contar-.

- Olivia, necesitamos que antes de todo nos conteis cada uno loque ha estado pasando en la escuela desde el anuncio de la televisión, por favor es importante para nosotros... -Empezó Peeta pero Olivia no le dejó terminar la frase-

- ¡Estoy harta de mentiras y más mentiras, que me oculteis las cosas y encima portarme como la perfecta niña que esperan los demás, y estoy harta! -nos espetó Olivia levantándose del sillón pero sin moverse ni marcharse a ningún sitio. Lágrimas brotaban de sus ojos sin parar, lo que es extraño en ella, la última vez que lloró fue cuando cazando se rompió una pierna hace unos tres años-.

- ¿Y crees que para nosotros es fácil de contar despúes de todo lo que pasamos y sufrimos? -pregunta Peeta gritando y con la voz tambaleante y medio llorosa, cuando se le empieza a cortar a causa de los horribles recuaerdos que seguramente entén amenazando en volver a aparecer en su mente, como innumerables veces ya han hecho.

   Olivia vaciló en volver a sentarse en el sillón marrón, pero al final lo hace sin decir una palabra. Tanto Finnick como Peeta y yo observamos la escena en silencio, y sin movernos del sitio donde estábamos situados originalmente, preparados para salir a por ella por si acaso pensaba en huir.

-  Bueno... Como Oli sigue sin decir palabra empiezo yo. -Dice Finnick rompiendo el incómodo silencio en el que estábamos sumidos y haciendo que todos los presentes le préstasemos atención.- Todo fue como siempre hasta que Olivia y yo llegamos al colegio, este estaba protegido con dos soldados blancos armados y uno de ellos nos acompañó a cada uno a nuestras clases, lo más raro fue que solo nos acompañaban a nosotros. Al llegar a mi clase, ya estaban todos mis compañeros, asi que me senté en mi sitio a esperar a que llegara la profesora. Cuando esta llegó no iba sola, si no que con otro de esos soldados blancos. Las clases transcurrieron sin ningún otro cambio (pero a mi se me hicieron más largas de los normal y más aburridas), hasta que llegó el almuerzo y el recreo. Para mi sorpresa cuando llego al patio solo estamos dos cursos (el mío, quinto y sexto), cuando antes estaábamos todos mezclados y podía ver a Olvia, también estabamos vigilados por tres soldados blancos que iban a armados como si fuésemos a revelarnos en cualquier momento. Cuando salimos de clases, íba a irme afuera a esperar a Oli, cuando un soldado me detuvo y me llevó a una sala, donde no tardaron en entrar Olivia y dos soldados blancos que nos apúntaban con armas dispuestos a disparar a cualquier mínimo movimiento o palabra que realizáramos o dijésemos, hasta que otros soldado blanco, sin casco, vino y nos dijo que nos estaban esperando, al princiìo me asusté bastante, pensé que nos iban a hace algo, pero al entrar en la sala y ver que erais vosotros, me tranquilizó mucho. -Hizo una pausa para coger aire, para después proseguir-. Porfavor, no me hagáis volver a la escuela mañana, os lo suplico. -Las lágrimas no habían tardado mucho en inundar sus pequeñas mejillas e ir apagándosele la voz, como una bombilla que se está fundiendo.