Capítulo 4: Calcetines

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3 de diciembre.

Manualidades: Las manualidades tienen un valor más alto que cualquier decoración comprada podría llegar a tener. Es un objeto único e irreemplazable. Incluso si esto no es lo tuyo, será divertido colgar una ridiculez en la pared y contarles la anécdota de cómo lo hiciste a todos los que la vean mientras escuchas las risas.

Sonríe, esparce alegría, deja que las personas te vean radiante. El mundo tiende a ser cruel, afróntalo con una sonrisa, pues quienes lo hacen con caras largas y aburridas sólo esperan a que la vida les pase por encima.

Mi madre solía ser ese tipo de persona que se levanta de buen humor y se lo contagia a cualquiera con quien se tope. Esa era su filosofía de vida: sonríe.

Todo puede mejorar y a su vez todo puede empeorar, lo único que nos queda como seres humanos es asumirlo, adaptarnos y disfrutar.

Lo mejor que nos dejó son sus enseñanzas. Su fantasma está entre las fotografías pegadas en mi pared y las decoraciones navideñas que escondí antes de que mi padre las destruyera.

En estos momentos con mis ánimos bajos me pregunto qué hubiera pensado de mí si me viera de esta forma.

Tal vez estoy enloqueciendo. ¿Hay algo mal conmigo? Mis intenciones son las mejores, lo juro. Pero, ¿y si es verdad que estoy celebrando el día de su muerte? ¿Y si estoy irrespetando su aniversario por un capricho? ¿Y si estoy tergiversando sus enseñanzas a mi conveniencia?

—Entonces pregúntaselo.

La voz de Roger distorsionada por mi celular me hace flotar entre mis reflexiones. La pantalla está divida por cuatro imágenes, en la primera estoy yo con mis bucles castaños desordenados y en las restantes mis amigos sin camisa por el abrasador calor del mediodía (o la mañana para nosotros porque estamos de vacaciones).

—De hecho, es una gran idea, Macki —aporta Ulises jugando con su nariz para convertirla en una de cerdito—. Ten una conversación con tu madre, ella te dirá qué hacer.

—¡Y después yo soy la loca! —bufo apartando las sábanas de mi cuerpo para levantarme.

Volteo la cámara para que dé hacia la pared verde de mi habitación en vez de a mí. Mi habitación es acogedora, sin espacios grandes o excentricidades. Mi cama está contraria a la pared que muestra decenas de polaroids adornada con lucecitas blancas. También tengo una mesita de luz donde coloco la mayoría de mi maquillaje o alhajas. En la esquina está el pequeño armario de madera. Me coloco unos shorts y una blusa corta rosa para arrancar el día.

—Es metafórico —elucida Roger rodando los ojos—. Sólo piensa en lo que a ella pensaría, ¿comprendes?

—¿Sólo? —repito escéptica volteando la cámara para que puedan ver mi desconcierto— ¿Crees que es sencillo, lindo?

—¿Sabes qué? —interfiere Charlie cansado de la discusión— ¡Haz lo que te salga del centro del puto culo! No tienes que darle explicaciones a nadie, tú tienes buenas intenciones, buscas preservar su esencia, si eso está bien para ti, ¿qué mierda tienen que opinar los demás?

—Es cierto —apoya Ro acomodándose en la luz de la ventana, sus pecas se hacen más notorias—. Macki, te conozco desde que nos comíamos los mocos y tú eres una persona valiente, los comentarios no te afectan. Piensa en la primaria cuando todo el salón creyó que éramos novios por pasar mucho tiempo juntos y tú les mostraste tu pequeño dedo medio gritando que no se metan en nuestras vidas. O cuando diste tu primer beso, aquel chico te dijo que besabas horrible y le escupiste en la cara con una sonrisa cínica.

—Oh, ese fue el primer ojo que dejé morado —suspira Ulises absorbiendo la nostalgia con una sonrisa.

Miro hacia ambos lados dubitativa. Los recuerdos no ayudan mucho cuando son tan lejanos.

25 DÍAS PARA UNA NAVIDAD PERFECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora