Capítulo Milagroso 33🐞

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Suspiró. -Que nervios-. Tomó la cajita, encerrándose en su habitación y con las manos temblorosas la abrió.

Una pequeña, pero brillante, esfera mágica azul oscuro se posó entre ella cajita ya abierta y ella. América cerró sus ojos por la brillante luz que emanaba el Kwami.

-¡Fiel a tus servicios, mi Emperatriz!- sonrió Maayaa, la Kwami Pingüino, estirando su cuerpo y volando al rededor de su portadora -¡América, pensé que no te volvería a ver!- la abrazó, contra su mejilla y la de lentes río.

-Oh, Maayaa, no digas esas cosas- sonrió -Y-Yo... Lo siento por no haber aceptado mi responsabilidad hace algunas semanas, estaba muy nerviosa y...-

-Shh, tranquila, América. Todos pasamos por un manojo de nervios, pero lo importante es que ya estás aquí- sonrió ella volando a su alrededor.

-Gracias, Maayaa- río ella. Miró el prodigio, que consistía en un anillo, con cinco aberturas, de color plata. Al transformarse estos adquirían el color del Kwami, uno en cada abertura, siendo un diamante el que portaba sus diferentes colores.

-Gracias a ti. ¡Ahora Pikkewyn Meisie ha vuelto!- sonrió el Kwami mirando a todos lados en busca de algo -¿Tienes fresas?- río, sentándose en la cama de su portadora.

-Claro, lo siento, dame unos segundos ya vuelvo- sin más bajó corriendo a la cocina, donde su madre se encontraba hablando por teléfono. No le dio tanta importancia puesto que suponía que era algo de su trabajo y buscó las preciadas fresas en el refrigerador.

Una vez las tenía en sus manos subió nuevamente y le dio unas cuantas a la Kwami. Mientras ésta comía ella se sentaba en una silla, frente a Maayaa, observando el anillo entre sus dedos, y mordiéndose el labio inferior recordando aquella vez que encontró la cajita.

Saliendo con su madre un día de compras logró divisar a los lejos a una anciana que necesitaba de la ayuda de alguien. La mujer tenía su pie atorado en una reja de alcantarillado y no lograba sacarlo. Las personas que por allí pasaban no le observaban, ni mucho menos le ayudaban, hasta que América vio el principal problema y no dudó en correr hacia ella, ayudando a la pobre vieja.

-¿S-Se encuentra bien, señora?- le preguntó América asustada al ver el rojo tobillo de la mujer.

-Lo estoy, ahora que has llegado tu, mi niña- le sonrió la mujer, de aspecto asiático-

-Me llamo América Phillips- le extendió la mano, y ayudó a la señora a tomar un asiento, cerca a un árbol que daba una gran sombra.

-Es un gusto, América- asintió la mujer, en forma de saludo. América divisó que la mujer traía unas cuantas cajitas consigo, y vió sus prendas de vestir algo sucias y rotas, como si hubiese escapado de algo o alguien.

-¿Se encuentra usted bien? Puedo decirle a mi madre que la ayude y...-

-Oh, no. Todo está bajo control...- miró a todos lados y luego a la niña -Ya debo irme. Algún día nos volveremos a encontrar, y por favor, guarda bien esa caja, América. Eres la esperanza de un país completo- susurró la anciana.

América quedó algo confundida, y al voltear para buscar con la mirada a su madre, y regresar la mirada de nuevo a la anciana, la misma ya no estaba.

En parte se había sentido bien de haber ayudado a aún adulto mayor, pero por otro lado estaba muy asustada y confundida. ¿A que se refería la anciana?

-¿América, estás bien?- preguntó su Kwami, estallando su burbuja de recuerdos.

-¿Eh?, Oh, si si, estaba recordando la vez en que hablé con la Maestra Huan Lee- suspiró. -No me arrepiento de haberla ayudado. Si no fuese por ese amable gesto jamás te hubiese conocido- sonrió.

Miraculous Ladybug [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora