1. Un nuevo comienzo

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La guerra había terminado.

Lamentablemente habían habido bajas difíciles de superar, probablemente Harry, Ron y Hermione entre otros muchos nunca podrían sobreponerse por completo a la muerte de Fred, Tonks y Lupin. No solo ellos habían muerto en la fatídica guerra, también muchos otros que conocían e incluso que no habían conocido nunca. Todos habían luchado para tener un nuevo comienzo o esperando que su sacrificio sirviera para el futuro de alguien. Todos habían dado su vida con honor.

El homenaje que se les hizo por su sacrificio, quedó grabado en una piedra traslúcida cerca del colegio, donde los rayos del sol por el día la hacían brillar y donde la luz de la luna conseguía hacerla resplandecer incluso en las noches más oscuras. De esa forma, los nombres tallados en ella siempre guiarían y brillarían el camino para quien lo desease. No solo figuraban en ella los nombres de los caídos en la guerra mágica, también encontraron su lugar el gran ex-director de Hogwarts Dumbledore, Ojoloco y Sirius Black, entre otros muchos.

Fawkes que desde la muerte de Dumbledore había estado desaparecido había conseguido salvar a Snape. Harry ni siquiera había visto su llegada al estar tan concentrado en recoger las lágrimas de su maestro de pociones. Al percibir al fénix, no pudo evitar sorprenderse.
Sabía que Snape iba a estar en buenas manos y corrió al pensadero. Cuando depositó las lágrimas y descubrió toda la verdad sobre él, no pudo evitar sentirse traicionado por Dumbledore y Snape, claramente Snape había estado protegiéndolo demasiado, más que Dumbledore. Sin embargo, había estado odiando a su profesor durante demasiado tiempo.

Ahora sin duda, entendía parte del resentimiento que había tenido por su padre y su padrino e incluso por él, aunque ya lo sospechaba desde el día en que entró en su mente. Aún así, nunca pudo imaginar el amor que éste sentía por su madre. Todo eso, había hecho que Harry se sintiera excesivamente culpable e incómodo respecto a su profesor. Al terminar la guerra, se había asegurado de que estuviese vivo, pero nunca fue a visitarle. Aunque era algo que postergaba inútilmente, puesto que tendrían que regresar a Hogwarts tarde o temprano.

Con la caída de Voldemort, todos los mortífagos habían sido sometidos a juicio. La mayoría de ellos fueron encarcelados en Azkaban de forma indefinida o a expensas del beso del dementor. La mayoría de los hijos cuyos padres eran mortífagos fueron exonerados ya que el veritaserum corroboró que se habían sentido en cierta forma obligados y sometidos por el miedo, por lo que se les concedió una segunda oportunidad, siendo obligados a asistir a hogwarts cuando reabriese las puertas.

El caso de los Malfoy fue sin duda uno de los más discutidos. Draco mediante el veritaserum había expresado el profundo miedo que tenía a Voldemort y su padre, temiendo perder su vida y su familia se había unido a las filas del Señor Oscuro. No obstante, también había hecho explícito su odio contra los sangre sucia, como él los llamaba.

Harry se había encargado de mandar una carta en cuento terminó la guerra para relatarle al ministerio los hechos que habían rodeado a Severus Snape, ofreciéndose a dar su testimonio si fuese necesario, pero nunca le habían llamado. Para su sorpresa si que le habían solicitado dar su testimonio contra numerosos mortífagos pero las había rechazado todas, excepto la de Narcissa y Draco Malfoy, dado que sentía que les debía algo, al haber salvado su vida.

-Como compañero del señor Draco Malfoy y héroe de guerra, la junta quisiera saber su opinión- dijo en voz pausada un hombre menudo con la barba y pelo blancos.

-Bien, no niego que Malfoy hiciera cosas horribles pero también me salvó la vida- dijo Harry.

-¿Podría el Señor Potter exponer los hechos que afirma?- Preguntó el señor con mirada inquisitoria.

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