3. Defensa contra las artes oscuras

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Desde que habían llegado al colegio, Malfoy no paraba de acosar como siempre había hecho a Hermione. La insultaba, la empujaba e incluso le había llegado a hacer alguna zancadilla que había hecho que casi se cayese en el Gran Comedor. No obstante, ahora lo hacía más disimuladamente, no lo gritaba a los cuatro vientos y solo lo hacía en presencia de algunos Slytherins. Malfoy no era estúpido y no quería acabar en Azkaban pero se negaba a tratar como a un igual a la sangre sucia. 

Hermione por su parte siempre que lo veía le recorría un escalofrío y se tocaba su brazo inconscientemente. Se las arreglaba para fulminar a Malfoy con la mirada cada vez que le hacía algo, pero había decidido ignorarlo todo lo posible y acabar el curso sin problemas como le había prometido a sus padres. 

Apenas había conseguido devolverle los recuerdos a sus padres. Había conseguido revertir el hechizo parcialmente y no sabía porque no había funcionado del todo. Claramente se alegraba de que sus padres la recordaran a ella y todo lo que tenía que ver con Hogwarts, pero conforme pasaba el tiempo se daba cuenta de que sus padres tenían lagunas, no podían acordarse de determinadas cosas. A sus padres no les importaba, pero Hermione cargada de culpabilidad sentía que se los debía. 

Después de salir del Gran Comedor, se fue con Harry, Neville y Ron al aula donde se impartía  defensa contra las artes oscuras junto con Slytherin. Hermione no sabía quien tenía peor aspecto. Ron estaba pálido, como si llevara consigo a cinco dementores. Harry tenía un color entre pálido y verde, no sabía como enfrentarse a esa clase. Neville bien, Neville temblaba como si fuera a clase de pociones con Snape. Y Hermione... bueno, intentaba mostrarse confiada pero por dentro era una combinación de los tres.

Ninguno de ellos decía nada. Cuando llegaron a la puerta se quedaron mirándola, ni siquiera habían hecho el amago de comprobar si estaba abierta. Ahí estaban los héroes de guerra.

-¿Está cerrada? Me aseguré de pedir que no lo hicieran- Preguntó una voz a sus espaldas. 

Todos se giraron, era Narcissa Malfoy.

-Umm... No lo sabemos, señora, acabamos de llegar.- Dijo Harry arrastrando las palabras.

Ron la miraba como si hubiese visto un fantasma mientras ella intentaba abrir la puerta, que efectivamente estaba cerrada.

-Bien, no importa. Alohomora- dijo Narcisa desbloqueando la puerta.

Ellos la miraban entrar como si estuviese entrando en una casa del terror muggle.

Harry se sentó con Ron y Hermione detrás con Neville. Habían sido de los primeros en llegar así que se tuvieron que sentar en la parte delantera de la clase. Poco a poco fueron llegando los demás estudiantes. Harry echó un vistazo a Draco Malfoy entrar y pudo comprobar que no le hacía mucha gracia que su madre fuera quien impartiese D.C.A.O, no hacía más que mirarla con un semblante frío y con el ceño fruncido. Todos entraban en silencio, nadie se atrevía a hablar, temiendo que se repitiera lo de Umbridge. 

-Como sabéis soy Narcissa Malfoy. La verdad, me da igual si me llamáis profesora Malfoy o Narcissa, lo dejo a vuestra elección. 

-Si, señora Malfoy. - Cacarearon todos. Al fin y al cabo era a lo que se habían acostumbrado en los últimos años en esa asignatura y que fuera Narcisa la siguiente no facilitaba las cosas.

Narcissa enarcó una ceja, los miraba con ¿curiosidad tal vez? La tensión se respiraba en el ambiente. 

Narcissa suspiró y todos se tensaron más.

-Se que la mayoría de vosotros habéis tenido contacto con las maldiciones imperdonables - empezó a decir, la gente empezó a sudar, parecían confirmar sus sospechas- ya sea recibiéndolas, viéndolas e incluso ejecutándolas- dijo mirando a Draco- así que no voy a regalar puntos preguntando cuales son, se que lo sabéis y tampoco voy a pediros que las ejecutéis, tampoco voy a hacerlo yo- dijo lentamente.

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