S I E T E

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M E S E S D E S P U É S

Aquella mañana me había despertado antes que Natsu y le había preparado el desayuno con Nashi mientras él descansaba tranquilamente en la cama. La niña se había levantado en cuanto había escuchado un ruido y ha venido al salón, encontrándome. Ahora estamos las dos llenas de harina, incluido el pelo, e intentando hornear un pastel que ya puedo decir que será un fracaso.

— Mamá, ¿crees que podremos hacerlo?

— No sé cariño. El desayuno ya está hecho, pero el pastel de cumpleaños es más difícil— pongo el pastel en el horno y me agacho ante ella—. No se lo digas a papá, ¿eh?— ella niega y yo le pongo los mechones sueltos tras las orejas para luego brindarle una sonrisa.

Aún sucias, ella me trae su libro favorito y, después de lavarnos las manos, me lleva hasta los taburetes de la isla de la cocina para que nos sentemos, ella me tiende el libro y coge al dragón de peluche que le dio su padre por su cumpleaños. Le explico el cuento de la princesa y el dragón con varias interrupciones soñadoras de una niña de cinco años y yo sonrío al verla tan feliz. De pronto gira la cabeza hacia la entrada de la cocina y me mira con preocupación.

— Mami... papá acaba de despertarse— me quedo sorprendida ante el buen oído que tiene y luego recuerdo la condición de Natsu—. Acaba el pastel, yo voy a hacerle cosquillas— la bajo del taburete y ella sale corriendo hacia mi habitación con el peluche en las manos.

La veo marchar y me dirijo hacia el horno, saco el pastel y lo escondo en uno de los armarios tras envolverlo en papel de cocina. Me quito un poco la harina que llevo encima y me dirijo a la habitación después de oír las risas de mi pequeña.

La puerta está abierta y me apoyo en el marco; Nashi está tumbada de espaldas en la cama con Natsu arrodillado ante ella y haciéndole cosquillas en los costados mientras la niña se remueve y ríe feliz.

— ¡No!— ríe ella—. ¡Papá, te toca a tí!— Nashi lo empuja y este cae de espaldas a la cama con dramatismo, cambiando el rol y dejando que la niña le haga cosquillas en su punto débil—. ¡Mamá!

Nashi alza la cabeza y veo que tiene las mejillas rojas como un tomate de la risa, la miro sonriendo con la boca cerrada y deslizo mi mirada a Natsu, quien me mira con una sonrisa plasmada en el rostro y con el pelo despeinado. Se levanta con la niña en brazos y se acerca a mí; le dice algo a Nashi y ella se va a su habitación saltando y bien contenta.

Él solo me mira a los ojos y rodea mi cintura con sus brazos, apretándome a él.

— Buenos días, princesa— baja su cabeza, haciéndome cosquillas en el cuello y luego sube su boca a mis labios, besándolos con tranquilidad, saboreándolos.

— Buenos días— subo mis brazos a su cuello y lo miro a los ojos—. ¿Mamá no puede saber qué le ha dicho papá a Nashi?— Natsu retira con su lengua el poco de chocolate que aún queda en mi nariz y se pone una mano en la barbilla pensativo al retirarse.

— Mamá no ha felicitado a nadie.

Acerco su cuello a mis labios y dejo un reguero de besos en él, subiendo a su mandíbula y parando en las comisuras de sus labios. Noto perfectamente cómo su respiración se acelera y cómo quiere acercarme más a él, aunque sea imposible.

— Aún no ha llegado el momento— le beso la mejilla y me separo de él inocente. Pero me sujeta una mano con las suyas.

— Sigues debiéndome algo— mira hacia la puerta y cuando escucha el agua de la ducha me acerca a él—. Nashi...

— Ah— me sonrojo cual bombilla—. Digamos que nos lo pasabamos muy bien, demasiado bien cuando teníamos dieciocho. Confiaba en que siendo dragón no iba a pasar nada; luego empezaste a tomar aquellos brebajes que aun tomas y... bueno, tenemos un precioso regalo rubio.

Él ríe con fuerza y me estrecha contra sí. Me manda a la ducha y va ayudar a Nashi mientras yo peleo con mi pelo y el champú para deshacerme de la harina que aún tengo pegada en el pelo.

Media hora más tarde, llegamos al parque de atracciones con una niña muerta de ganas de subir al tiovivo. Paseamos por el parque de la mano mientras vigilamos a Nashi de cerca, quien se está comiendo un algodón de azúcar más grande que ella misma. Cuando llegamos a la montaña rusa, Natsu me mira con los ojos brillantes cual niño e intenta que me suba con él... allí arriba. Me niego rotundamente y él hace morros, intentando que cambie de opinión en vano.

Finalmente logro quedarme con mi pequeña mientras su padre se sube en ese monstruo; una hora y unas patatas fritas más tarde, tengo a Nashi dormida en el regazo y una foto de mi sexy novio guardada en el móvil.

— Ha caído rendida— Natsu le besa la frente para luego darme un beso y quitármela de las manos—. ¿Cuándo vas a darme mi regalo?

— Lo tienes entre los brazos— le saco la lengua y él sonríe—. Cuando lleguemos a casa. Reza para que siga dormida.

Paseamos de vuelta a casa con Nashi dormida entre uno de los brazos de Natsu mientras el otro sujeta mi cintura. Llegamos a casa y le pongo el pijama a un terremoto dormido mientras Natsu me mira con admiración.

— Siento haberte dejado sola con ella— murmura en mi oreja, cuando tapo a mi hija con la manta. Me giro a verle.

— Soy yo quien te lo quitó.

Natsu me besa con pasión y yo me separo, lo cojo de la mano y lo dirijo hasta nuestra habitación, donde me siento a horcajadas encima suyo y empiezo a besarle la boca y el cuello con besos húmedos. Sus manos vuelan por todo mi cuerpo, tocándolo, apretándolo y deseándolo mientras las mías se mantienen en su nuca, específicamente tirando de los mechones rosas que hay allí.

Sin darme apenas cuenta, estoy bajo su cuerpo y su boca desciende peligrosamente hasta mis pechos, los cuales besa por encima de la ropa, arrancándome un suave gemido.

— Luce...— gruñe antes de bajar una de sus manos por dentro del pantalón y morderme el labio.

— Mamá— la voz de una soñolienta Nashi hace que Natsu retire su mano de mi interior y me siente a su lado sin sospecha—. ¿Puedo dormir contigo?— ella se frota los ojos con un puño mientras que con el otro sujeta su inseparable dragón.

— Claro que sí, mi amor— me acerco a ella y la cojo en brazos, Natsu se tumba encima de la cama con una sonrisa ladeada y yo me tumbo con él.

Nashi se acurruca entre nosotros y yo logro apoyar mi cabeza en el pecho del padre de mi hija, quien me arropa con su brazo y me mira con burla en los ojos. Él acaricia la cabeza de Nashi y le deja un pequeño beso.

— Lo siento— digo. Él niega la cabeza y me da un beso en los labios.

— Es más divertido si sigues debiéndome cosas— él guiña un ojo y nos abraza a las dos.

Nos quedamos dormidas las dos acurrucadas contra nuestro hombre, quien se queda dormido con una sonrisa de orgullo y amor en la cara.

FIRE PRINCESS [nalu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora