Kikyo estaba parada en la entrada de la cabaña mirando a Kagome barrer las hojas del exterior. Hizo un mohín de disgusto al notar lo silenciosa que se encontraba la joven. Algo en ella había cambiado desde la pelea que tuvieron hace casi dos semanas. Sonreía, sí, pero sus ojos se encontraban cada vez más ausentes y su alma se sentía… incompleta. La sorprendía mirando al bosque con anhelo a menudo, queriendo escaparse y perderse en el inmenso follaje, la niña se sentía presa. Y como tal, como si de un pajarito se tratara, ella fue perdiendo su alegría y entusiasmo, su esencia se apagaba. Estaba segura de que, si seguía así, la pobre moriría de tristeza. Pero, ¿Por qué?
Había vuelto a realizar todas sus tareas como era debido, sin dejar una sola para el día siguiente. A veces inclusive tomaba las responsabilidades de Kaede para que la niña pudiera salir a jugar, alguna de ellas tenía que ser feliz al menos, ¿No? Pero eso no bastaba. Armar rosarios, machacar plantas y remendar aldeanos no parecía alcanzar, ya no le bastaba. Creía que si se distraía lo suficiente como para llegar a la cama muerta de cansancio y soñar hasta el día siguiente entonces podría hacer los días más llevaderos. Se equivocó. Su apariencia lucía demacrada. Su ropa desarreglada, ya no se cepillaba y dejaba que sus rizos parecieran una maraña color azabache, las notables ojeras no mejoraban su apariencia. Se levantaba en medio de la noche y se sentaba en el pórtico mirando fijamente la colina que delimitaba la aldea, esperando ver una mancha que se moviera con agilidad entre los árboles, esperando sentir esa presencia que aceleraba su corazón, pero nada.
La vio dejar de barrer y detenerse abruptamente, probablemente perdiéndose en sus pensamientos de nuevo. Parecía petrificada, en pena, una aldeana solitaria y sin vida. Sí, efectivamente Kagome ya no tenía vida. Su comida, antes con una deliciosa sazón, se había vuelto insípida y sin color. Hervía los fideos hasta volverlos un puré imposible de comer, el arroz se partía a la mitad por pasarse del momento de cocción, la carne dura y quemada. Era por eso que ahora únicamente ella cocinaba, para evitarse un mal trago a la hora de reponer energías. Recordaba haberse levantado en la noche para ir a la letrina y asomarse a la pieza de la chica al escuchar quejidos provenir del interior. La pobre lloraba dormida, llamaba a alguien y volvía a berrear. Tenía una pesadilla —¿O una realidad?— que la atormentaba noche tras noche y apagaba su luz cada vez más. Su Kagome, la Kagome del pueblo, la Kagome de la que todos se habían enamorado… estaba sufriendo. Y creía conocer la cura para ello, esperaba no equivocarse.
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Le llenó un segundo morral con frutas y pan. Colocó una pequeña manta en la parte trasera del animal y la ayudó a subir.
—Llegó una carta de la aldea del Sur, dicen que necesitan ayuda con un demonio. Tengo cosas que hacer, así que irás tú —dijo.
No protestó, no tenía ánimos de nada a decir verdad. Si un demonio se la comiera se sentiría agradecida. El viaje duraría un día y una noche si todo iba bien.
Movió ligeramente su pie, tenía tan pocas fuerzas que ni siquiera llegaba a parecer una patada. Por fortuna el equino lo entendió y comenzó a caminar a paso lento mientras los aldeanos y sacerdotisa la despedían alzando las manos. Deseándole suerte en su viaje. Kikyo sonrió imperceptiblemente, esperaba que el tiempo que pasara en el bosque fuera suficiente como para lograr su cometido y, por sobre todo, esperaba que Kagome estuviera realmente en buenas manos. Rezó interiormente para que así fuera y miró a su pequeña hermana.
—Bueno, estamos solas de nuevo Kaede, ¿Qué quieres hacer?
—¡Comer!
Sí, a su hermana le encantaba comer por puro placer. Un carácter claramente heredado de su padre. Volvió a sonreír mientras asentía, si Kagome no estaba entonces ella se encargaría de ser la alegre del grupo.
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La tarde había caído y ella seguía sumergida en la cascada. Dejando que el agua helada cerrara sus poros y lavara sus penas, dejando que la fuerza atroz deshiciera los nudos de su cabello. Hacía burbujas con la boca y se fregaba la cara insistentemente tratando de despertarse.
Se subió al caballo todavía empapada para evitar sudar antes de tiempo. Atravesó gran parte del bosque y sintió la ansiedad hacer hormiguear sus dedos en cuanto divisó el árbol sagrado a pocos pasos de ella. Y, como si de una señal se tratase, sintió una presencia en el lugar.
—¿Inuyasha?
—¿Loca?
La vio voltearse en su dirección. El brillo que la pueblerina había perdido en ese tiempo parecía haber vuelto con mayor fuerza que antes, haciendo que sus ojos chocolates parecieran más profundos que la noche misma. La bestia que estaba montando la hacía verse imponente a la luz de la luna que iluminaba sus rizos azabache que continuaban goteando sobre el hombro de la mujer. Pudo ver, desde su posición, como ella esbozaba poco a poco una sonrisa dejando ver todos sus dientes. Y él, por alguna razón, también le sonrió.
Continuará…
Sé que es súper corto pero creo que ahora haré así los siguientes capítulos para poder actualizar más rápido y no tener que meter tantos puntos de vista o historias en un mismo capítulo. El reto de los 31 días me tiene bastante ocupada (ya que ha ganado por mayor cantidad de votos en plataformas o chats) pero trataré de compensarlos durante los próximos meses ;)
¡Recibí varios comentarios en el capítulo anterior! ¡Qué emoción! Muchas gracias, me siento genial porque veo que siguen leyéndome y que les gusta el rumbo que está tomando la historia :D agradezco a las personas que me están siguiendo en dos o tres historias a la vez, mi perfil se encuentra realmente activo y es genial recibir mails de ustedes ;)
¡Un besote y nos vemos pronto!
17.12.18
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¡𝑶𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛!
FanficLas palabras incorrectas, en un momento inoportuno y con el objeto equivocado en tus manos puede terminar creando un terrible desastre. Kagome se dará cuenta de la gravedad de sus actos en cuanto note que se ha quedado enredada entre las líneas del...