Cinco.

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–En serio nena, o eres muy torpe o siempre quieres chocarte conmigo–Eilad me guiñó un ojo.

A los cinco minutos terminé de comer y me fui a dormir mi siesta diaria.

El móvil me despertó de la siesta por enésima vez pero, esta vez no era Caleb sino mi hermano.

–Hola Carl–una sonrisa se dibujó en mi cara.

Mi hermano tenía dieciséis años, dos menos que yo. Pero eso sí, me sacaba una cabeza de altura.

Carl se fue a Seattle a estudiar, decía que quería cambiar de aires e irse fuera de Portland.

Hola Kris, mañana vuelvo a casa–dijo entusiasmado.

Un nudo se formó en mi garganta. Al parecer no sabía nada.

Carl...No estoy en casa–hice una pausa–Mamá me ha mandado a una especie de internado.

¿Qué ha hecho que? ¿De verdad?–bufó–Esa bruja...

Mi hermano tampoco se ha llevado muy bien con mi madre.

Ella sí que le trataba bien a él pero, como a mí no, Carl le tiene resentimiento.

–¿Se aceptan visitas allí?

–Supongo.

–Pues mañana mismo voy para allá. ¿Cómo se llama el sitio?

–Rosewood School.

Vale. Mañana nos vemos, te quiero grandullona.

–Yo más pequeñajo.

Colgó y sonreí con tristeza.

¿Toda mi vida iba a ser así?

Siendo la espía de un tío raro, internada en un sitio que da un asco increíble, teniendo una madre que no me quiere ni ver...

Mejor sigo durmiendo.

(...)

Al próximo día, a primera hora vi que me tocaba biología.

Suspiré.

Allá vamos.

Al entrar a la clase, mi vista se topó con la de Cody y vi que, para mí suerte, el asiento de su lado estaba vacío, así que fui a sentarme allí.

–Hola, soy Kristen Mckenzie–saludé con una sonrisa.

–Cody Thomas–me devolvió la sonrisa.

–¿Eres el hijo del presidente?–pregunté con falsa sorpresa.

–Eh...Sí–dijo un poco incómodo.

–Al parecer todos los que venís a este sitio, sois famosos–reí.

Él también rió y negó.

–La mayoría son normales–pareció darse cuenta de lo que había dicho porque abrió los ojos y dijo:–Quiero decir...que no son famosos.

Sonreí ante la ternura que daba.

–Oye, ¿Y qué se siente al ser hijo de una persona tan conocida?–alcé las cejas repetidas veces.

Cody volvió a reír.

–Nada en especial, la verdad.

–Vamos a empezar la clase, abrir el libro por la página cuarenta–nos interrumpió la profesora.

Durante la clase no pudimos hablar mucho ya que, la profesora no paraba de mandarnos a callar.

–Si necesitas clases de biología, ya sabes–me guiñó un ojo y asentí.

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